El inconfundible poder psíquico de Erich está frente a ella, oscilando de forma inteligente para combatir contra Julia y, por primera vez en veintinueve días, la pelinegra se encuentra confiada. ¿Por qué no lo estaría? Han transcurrido alrededor de tres minutos y aún no ha caído al suelo o recibido un golpe o corte doloroso. ¿Cómo lo ha logrado? Aprendiendo de las derrotas anteriores y tratando de poner a prueba, todo lo que Kirchner ha tratado de explicarle tras duras lecciones sangrientas.
De modo que, Julia esquiva un par de patadas, también posibles cortes que podrían ser producidos por el par de cuchillos que el castaño tiene en manos y, aunque no lo hace con maestría, sino que apenas logra salir indemne, para ella es todo un logro no perderle el paso. Y es que, como nunca, la doceava está cercana a encestar el primer golpe. ¿Cómo lo sabe? Porque puede ver un poco mejor a través de Erich. Así pues, el acercamiento que dirige la punta del arma hacia su corazón, el cual dictamina que lleva una concentración de poder psíquico de diez por ciento, la doceava lo prevé. Y, aunque la princesa aún no es rival para la velocidad, fuerza y potencia que caracteriza a su maestro en batalla, logra usar su poder de forma eficaz para frenar el ataque con su espada.
―Cuarenta por ciento.
Julia se queja por lo bajo. A pesar de que Erich ha disminuido la aplicación de su fluido psíquico en su cuchillo derecho y aún más alrededor de la mano que sostiene el arma, ha aumentado de sobremanera la fuerza física ejercida. Por lo cual, es obligada a dar un paso atrás, elevar su fluido al ochenta por ciento y con éste, fortalecer sus piernas, sus manos y el filo de su espada para evitar que esta última, se rompa en dos.
―¿Caerás de rodillas ante mí de nuevo?
No, claro que no. La joven ha perdido la cuenta de cuántas veces ha terminado de la forma en que ha descrito Erich y por ello, hace lo que mejor se le ocurre, una gloriosa finta. De manera que, apaga el interruptor de su poder y cuando la diferencia de fuerza hace efecto, en el momento en que el alemán sufre algo parecido a un efecto de gravedad cero que lo empuja adelante, Julia evita caer, se recupera con rapidez al apoyar su mano libre en tierra para después rodear a Kirchner con el objetivo de propinarle un golpe en el abdomen. Con todo, pese a que la maniobra es excelente, el efecto nulo.
Como el profesional que es Erich, su recobro es mucho mejor puesto que, toma a la joven de la muñeca, usa su propio peso sobre ella y la hace girar sobre sí. Pese a ello, Julia no se rinde. Aunque lo mejor sería abandonar la esperanza y dejar que su rostro se estrelle contra el suelo, de alguna manera se las ingenia para caer de espaldas y sacar su segunda carta en el juego. Así pues, para liberarse de nuevo, levanta su mano y cuatro bolas de energía de tamaño considerable, se aproximan a Kirchner. Por lo cual, él la suelta y como la pelinegra ha probado esto con anterioridad y sabe que su maestro es capaz de cancelar su ataque con un golpe de sus cuchillos, cancela el ataque y aprovecha su buena actuación fingiendo un avance el cual no se dará, para cubrir con poder psíquico su arma y arrojar dicha energía contra el muchacho. Pero ahí está el problema, el principio del fin y no la solución.
Sin lugar a dudas, la avanzada de Erich es mayor y mejor que la de su alumna tanto, que se adelanta en cien movimientos a ella. En consecuencia, evita el ataque, pero además, lo utiliza como una especie de distracción para posicionarse frente a Julia y brindarle un puñetazo en la zona situada entre la mejilla y el mentón de la joven que no solo la arroja a un par de metros de distancia, sino que también la desequilibra lo suficiente como para perder la partida. Y es que, en un pestañeo se encuentra rodeada por unas veinte cuchillas las cuales apuntan a sus puntos vitales.
―Nada mal. Hiciste buen uso de la percepción de poder psíquico para leer mis movimientos, regular tu energía y usarla acorde a la situación y también, para armar una estrategia. No obstante, aún eres demasiado lenta y olvidas cosas importantes, como el hecho de que no sabías a ciencia cierta que tenía un par de cuchillos en mi bolsillo. Eso está en tu contra, pero en general, has mejorado mucho. Aunque, todavía está lejano el día en que me regreses un golpe. ― Silencio. Hay uno largo por parte de Julia y extrañándose por ello, de que tampoco existe un lloroso de por medio, se acerca a ella―. ¿Estás bien?
La joven sigue sin levantar el rostro. Ella continúa en el suelo, con la mirada inclinada hacia el suelo y, cuando Erich acerca su mano, Julia por fin se mueve para escupir un poco de sangre.
―Olvidé centrar mi poder en mi rostro ―musita con ojos aguados―. Por lo menos, tengo la dentadura completa, pero… Me rompiste el labio, Erich.
Cuando ella aparta la mano de su boca, Kirchner lo observa, ésa fisura en un extremo de los labios sonrosados que destila una cantidad visible de líquido carmesí.
―Tú lo has dicho, es tu culpa ―sentencia él y, aunque quiere ignorarla, se acerca para ver mejor la herida―. Ve adentro, ponte algo de hielo, luego toma un baño, come algo liviano, repasa un par de jugadas de ajedrez, unas cuantas estrategias de guerra y duerme.
La bonita boca de Julia se abre con asombro y en medio de la estupefacción, lleva uno de sus dedos al pequeño corte.
―Estoy bien. Puedo seguir entrenando con Hill. No me siento cansada.
―No te estoy mostrando compasión. No te lo había mencionado porque te conozco y sé que te emocionas rápido, pero… ¿No te ha parecido raro que hoy cambiara el orden del itinerario? ―Ella niega y él suspira―. Oficialmente, terminamos hoy la instrucción. Es más, siéntate libre para tomar el resto de la tarde para ir a nadar a la laguna o hacer lo que quieras.
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Editado: 08.05.2023