Se escucha el sonido de alguien que toca la puerta del humilde hogar. Por lo cual, Grayson se apresura a abrir; su impresión es grande cuando observa quién está a la puerta.
―¿Nicole? ¿Qué estás haciendo aquí?
―Vine para entrenar a la princesa. He sido asignada como la maestra auxiliar del doceavo contenedor de su majestad.
Grayson la mira sorprendido. Era de su conocimiento que el consejo enviaría maestros para su hija, pero no pensó que uno de ellos sería la señorita Carroll.
―Entiendo, puedes pasar.
La mujer entra y mira expectante la sala en búsqueda de la niña. Ella no tiene intención de estar ahí, más no puede oponerse a una orden.
―¿Dónde está la princesa? Necesita empezar a adiestrarse lo antes posible.
―Está dormida. Apenas son las seis de la mañana, es demasiado temprano para ella. Siéntate ―habla señalando un viejo sofá―, puedes esperar a que despierte. ¿Quieres algo de beber?
―No, gracias.
―Como quieras. Voy a terminar unas cosas. Siéntete como en tu casa.
El hombre se marcha de la sala mientras Nicole observa con desprecio todo lo que hay en ella: El espacio pequeño e insignificante que solo contiene tres sofás, una mesa de centro, un mueble viejo donde se encuentra un televisor que parece sacado de hace varias décadas y una diminuta área con unos cuantos juguetes el cual supone es el lugar de juego de las hijas de la pareja. Así que, ¿cómo no ver por debajo un panorama donde apenas hay lugar para moverse? ¿No es normal mirar con cierto asco un sitio con una sala, cocina y dos habitaciones que parecen pertenecer a una casita de muñecas barata? Para la señorita Carroll, su reacción es completamente esperada, más si se trata de ser buena, un poco menos negativa, quizás la agente deba darle un punto a los Byington.
Pese a la miseria en la que obviamente se encuentra la familia de Caroline, el escenario no es tan malo si cualquiera fija la atención en la higiene del hogar. Después de todo, pese al espacio e infraestructura, la vivienda no está sucia ni se ve tan mal, lo cual es un claro signo de que la ex compañera de equipo de Nicole se ha esforzado por mantener su hogar arreglado y presentable a la vista de su familia y de cualquier posible invitado.
Pero, dejando a un lado los pensamientos que empiezan a nacer en Nicole acerca de lo que podrían ser unos días más en la morada de los Byington, la mujer cierra por un momento sus ojos para despejar su mente. Esto, debido a que la última semana ella ha estado cargada de tensión y desconcierto. En parte, por su nombramiento como maestra de Julia, pero aún más, por las palabras de Padre. A ella le cuesta trabajo creer que una pequeña enfrentó al consejo con un carácter digno de una reina y sobretodo, que por unos instantes haya sido poseída por la verdadera princesa Julia. Además, por si no fuera poco, aún le parece sorprendente que la doceava, siendo miembro de la séptima familia, usara un ataque que no es propio de su estirpe.
―Nunca pensé que tú serías una de las encargadas de entrenar a mi hija.
La señorita Carroll abre sus ojos y se levanta asustada pues Caroline, quien ahora está frente a ella con una niña de cabello castaño y ojos negros en brazos, ha interrumpido sus pensamientos.
―Pues lo soy ―dice orgullosa―. Me dieron el honor de entrenar a la princesa debido a mis habilidades.
―Más bien, creo que tu nombramiento se debió a que fuiste la primera de la organización en tener contacto con ella ―responde Caroline de forma retadora, sacando su enojo―, y porque como psicóloga, puedes ayudarla a resolver los problemas psicológicos que todos le han provocado a mi hija.
La joven maestra mira enfadada a su ex amiga. Una buena parte de su fundamento es cierto: Padre creyó pertinente que ella, la persona que descubrió a la princesa, se hiciera cargo de su entrenamiento, pero también fue debido a sus habilidades. Aunque, asimismo, no negará que su nuevo cargo, también se debe a que ella es de la entera confianza de Keith Dalley.
―No discutiré contigo mis habilidades y, no entiendo de qué problemas psicológicos hablas.
―Sabes bien a lo que me refiero ―contraataca la madre airada―. Julia no es la misma niña dulce y tierna de siempre. Desde que regresamos a casa no habla mucho y sé que es debido al miedo que tiene pero, sobre todo, a las miles de preguntas que rondan su cabeza.
―Eso no es ningún problema ―habla y restándole importancia al asunto, agrega―: Yo aclararé todas sus dudas.
―Eso espero y no, que empeores el estado de mi hija.
Ambas mujeres se observan fijamente con enojo. Grayson aparece en escena y aunque no ha escuchado la conversación, con las miradas que las mujeres intercambian, entiende todo a la perfección. Y, pese a que comprende las razones que tienen las dos, la opinión del joven padre es que, aunque no lo deseen, ellas deben estar juntas y lograr la manera de que sus problemas personales no interfieran con Julia.
―Nicole ―llama Grayson, dispuesto a cambiar de tema―, Julia sigue dormida. Nosotros debemos irnos pues como sabes, en cuatro días nos mudaremos a nuestro nuevo hogar y ello significa que cambiaremos de empleo. Así que, debemos dejar todo listo y por eso, me gustaría pedirte que…
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Editado: 22.09.2022