Era difícil estar de pie con dos moretones en el costado y una lesión en el tobillo, pero prefería mantenerme recta antes de recibir un reglazo en la espalda por parte de la institutriz Gates.
Estaba parada entre Iker y Elisa. Como era de costumbre, los tres manteníamos una postura derecha mientras esperábamos a que Gates eligiera a su próxima víctima.
Yo me entretenía observando la estantería que estaba frente a mí, intentando ignorar el sonido seco de la regla de metal al golpear la palma de la institutriz.
La mujer detuvo sus pasos frente a Elisa, y por poco se me escapa un suspiro de alivio.
—Elisa, el día de hoy será usted quien tendrá el honor de recitarnos un pequeño resumen sobre nuestra última clase de historia. —Sentí como la mencionada se estremecía a mi lado. —Serán solo algunas preguntas, todas muy fáciles si prestó atención, luego los tres podrán retirarse.
Mientras que la profesora hablaba me di cuenta de que Iker sostenía un lápiz en la mano. Comenzó a darme leves golpes en un costado lastimado, y aunque al principio no dolieron tanto, conforme pasó el rato la punta del lápiz se clavó en mi piel. Me mordí el labio inferior para evitar soltar un gemido.
Lo mejor sería no quejarme de nada. Ya lo había hecho en otras ocasiones y lo único que gané fue una golpiza aún más dura.
La profesora comenzó a recitar un sinfín de preguntas bastantes fáciles que cualquiera hubiese podido responder sin problemas.
Elisa titubeó en algunas cuantas, pero para mi asombro logró contestar cada una de ellas. Ella no era tonta, pero aquel día se había pasado toda la clase revisando su manicura y jugando con un labial.
—Acaba de mencionar que la corte suprema de Cristal tiene varios valores que cada uno de sus integrantes debe poseer, ¿podría decirnos cuáles son estos valores?
— "La elegancia ante todo", es el lema de nuestra nación. Por lo tanto, estos valores giran en torno a ella: hablar con propiedad, ser amables, condescendientes, saber mucho de arte y ciencias; y de manera en general, tener mucha gracia y refinamiento ante todo.
Volteé a ver a Elisa. Sonreía de medio lado con superioridad mientras respondía. Cuando la conocí era una niña regordeta que usaba dos colas de medio lado y lloraba por sus muñecas, pero para ese entonces no quedaba nada de esa pequeña.
Era de figura esbelta, pero baste baja, con una cintura diminuta gracias a los ajustados corsés que Madame la obligaba usar. Al igual que su hermano, Elisa tenía los ojos verdes y el pelo negro azabache, con la diferencia de que a ella este le llegaba arriba de los hombros. Era una chica muy bonita, pero su actitud era desagradable.
Se quejaba de todo y de todos. Siempre quería que las cosas se hicieran a su manera y nunca aceptaba un "no" por respuesta. Era una niña mimada y tonta que solo le gustaba salir de compras con sus amigas y observar desde la ventana a los amigos de Iker jugar sin camisa en el jardín.
—Exactamente, pero no debe de olvidar que lo más importante es la condescendencia. Hoy en día esta virtud está siendo cuestionada por muchos de los habitantes, especialmente por los opositores. Como ya sabrán, estas personas no están de acuerdo con los valores de nuestra sociedad y ponen en peligro nuestro orden social, es por eso que es muy importante que conozcan estos valores y no los olviden bajo ninguna circunstancia.
Al escuchar esto, Iker por fin dejó de aplastarme la punta del lápiz y levantó la mirada hacía la señora Gates. Yo me limité a poner los ojos en blanco aprovechando que nadie estaba viéndome y escuché que Elisa suspiraba irritada. Al menos no era la única que estaba cansada de escuchar la misma lección de siempre.
El tema entre los opositores en contra de la corte de cristal era algo que solo a Iker podría interesarle; bueno, después de todo, madame se había encargado de educarlo para ello.
Durante doce largos años los tres de nosotros fuimos educados para que, al cumplir la mayoría de edad, saliéramos a la sociedad a "hacer algo útil", como diría Madame So.
Iker sería quien partiría de primero, y lo envidiaba por ello. No es que me gustara la idea de salir a vivir mi vida sin ningún centavo en mi bolsillo, pero el hecho de quedarme ahí, en donde todo el mundo me trataba como basura, no era mejor. Iker cumpliría su cumpleaños diecinueve en una semana, y abandonaría la casa de para formar parte de los aprendices en la corte de cristal. No estoy segura de como madame le consiguió el puesto, ya que es difícil, por no decir imposible, acceder a la corte de cristal a menos que se posea un alto rango.
Po otro lado, había escuchado que a Elisa la enviarían a un conservatorio de música; aunque otras veces también escuché decir a madame que lo mejor sería casarla de primero ya que su belleza no duraría toda la vida.
Elisa era más pequeña que yo, aunque pronto cumpliría los diecisiete, pero aún le faltaban dos años para alcanzar la mayoría de edad. Yo, en cambio, pronto cumpliría los dieciocho.
Faltaba solo un año para que madame me dejara libre. Y libre en su totalidad, porque dudaba que ella tuviera algún plan para mí como los que tenía para sus sobrinos. No es que me importara. No la necesitaba ni a ella y ni a sus contactos para forjarme un buen futuro.
En realidad, yo ya lo tenía todo planeado. Cuando cumpliera la mayoría de edad, el abogado Gerard me daría la herencia que mis padres me habían dejado, con la que alquilaría un departamento algunos meses antes de conseguir trabajo. Me iría lejos de la ciudad de diamantes, quizás regresaría a la ciudad de plata o iría a la ciudad costera de las perlas. A donde sea, pero lejos de ese lugar.
También había pensado en ir a vivir un tiempo con mi tío David. De vez en cuando me mandaba cartas preguntándome como estaba, o contándome sobre sus aventuras en batalla. Era soldado del ejército de la ciudad de cristal, así que la mayor parte del tiempo se la pasaba fuera.