Príncipe Desterrado.

Capítulo 27

Artemisa

Ante las verdades, lo mejor es mantenerse neutra.

—Sé que he dado muchas pistas falsas, no sabía si era mejor la verdad u ocultar los detalles.

—Sylver apreciaría mas la verdad —le dije. Todos queremos la verdad, por muy dolorosa que sea.

—Tu padre era un buen amigo mío, amable y gracioso, siempre tratando de levantarme el ánimo. Tu madre estaba feliz de que los tres nos lleváramos bien.

Asentí. No sé muy bien como aceptar el hecho de que la mamá de Sylver se llevara tan bien con mis padres. Si todo hubiera sido distinto, tal vez hasta viéramos a Gema como una segunda madre o una tía. No, eso sería un poco extraño tomando en cuenta que Sylver y yo pues... Eso.

¿Por qué me pongo tan nerviosa de pronto?

—Entonces, ¿Qué pasó? —pregunté haciendo de lado los nervios.

—Un día, conocí a un joven por casualidad. Él estaba... —se quedó en silencio unos segundos, mirando hacia la nada— protestando contra la igualdad mágica. Los brujos comenzaron a salir de sus escondites, queriendo mostrar al mundo mágico que no todos se dejan llevar por el mal. Tu lo sabes, ¿no? La magia blanca fue dada a las personas puras y la magia negra, aquellos que han envenenado sus corazones.

—Sin embargo, la magia es una herencia de los padres y los niños no nacen queriendo ser malos o buenos. Se crían, se les enseña la diferencia entre el bien y el mal y después, ellos deciden que prefieren hacer.

—Por supuesto, pero no había muchos brujos que dijeran "Soy bueno". Para nosotros el hecho de pensar en que un brujo podía ser una buena persona, era como para los humanos creer que una persona de color era delincuente o que tenían que ser esclavos. La discriminación, forma parte de todos los mundos, de diferentes formas y hacia diferentes personas —escuchamos voces en el pasillo y nos quedamos en silencio hasta que terminamos de escucharlas—. Hay muchas personas, creo que es la primera vez que tenemos esta cantidad de personas en el castillo.

—Y todos estamos aquí por el mismo propósito: ayudar.

Sonrió y asintió, agarrando mi mano sobre la mesa. Justo en ese tiempo, la puerta se abrió y Sylver entró. Al vernos a las dos en un ambiente tranquilo, se quedó de pie enfrente de la puerta, sin saber cómo reaccionar.

Gema soltó mi mano y se puso de pie, volviendo a su expresión seria. Al verlos a ambos, puedo saber porque les es tan difícil comunicarse.

Son idénticos.

—Los dejaré para que charle —dijo, caminando hacia la puerta.

—No, hay suficiente espacio para que charlemos los tres, ¿cierto? —pregunté hacia Sylver y al no recibir respuesta, cambié mi táctica—. Les ordeno que tomen asiento y que compartan algo de vuestro tiempo conmigo.

—Las ordenes no funcionan con el rey, querida —dijo el idiota, sonriendo incómodo.

—No, pero soy tu mujer y si me quieres contigo, tendrás que obedecer.

Decir que no me hace feliz dar órdenes, sería una gran mentira. Nunca me creí capaz de mandar, mucho menos darle ordenes a un grupo grande. Pero, desde que conocí a Sylver, estoy descubriendo diferentes facetas mías.

Ambos tomaron asiento, uno junto al otro, separados por un pequeño espacio. Las mesas redondas no son muy espaciosas que se digan, menos las mesas de té. Le serví una tasa a Sylver y tomó su té sin rechistar.

—No sabia que eras la que manda en la relación —dijo Gema bromeando. Sylver murmuró algo solo para él, haciéndonos reír a ambas por su enfado.

—Hay que tener mano dura con este hombre problemático —puse mi mano en su muslo, acariciándolo suavemente, lejos de la vista de Gema—. Aun así, dejo que el decida ciertas cosas importantes.

—Estoy feliz de que la predicción haya sido verdadera —Sylver la miró confundido—. No íbamos a casarles a lo loco, primero nos aseguramos de ver el futuro.

—Claro, porque el futuro no es incierto ...—respondió Sylver sarcástico.

Suspiré. Es claro que no todo podrá salir bien a la primera y que los viejos rencores, son los que mas trabajo cuesta dejar atrás. Iremos poco a poco, con la esperanza de que un dia de estos, madre e hijo puedan convivir sin querer asesinarse.

—¿Qué mas da? —dije sonriéndole. Ladeó la cabeza, inseguro de mi reacción tan natural— Estamos juntos, a pesar de las separaciones y de no tener nuestros recuerdos, nos hemos vuelto a encontrar y de nuevo nos enamoramos. ¿Qué mas necesitamos para ver que nuestro amor está destinado a ser?

Sonrió, mas que todo agradecido de que me esté manteniendo positiva sobre un "nosotros". La idea de perderlo me sigue aterrando, no estoy tan bien como para seguir adelante después de una tercera perdida. Pero quien no arriesga, no gana y si gano, el premio será lo que siempre quise.

Amor, felicidad y una familia. También sé que es lo que Sylver siempre soñó...

—Cuando me enamoré de tu padre, lo hice porque él era diferente a todos los hombres que alguna vez hubiera conocido —susurró Gema, ganándose nuestra completa atención.




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