Ya a la noche, Dulce, debe de descansar. No puede ni se permite cumplir sus obligaciones bajo la vela de sueño.
Da vueltas y vueltas en su cama: su suerte le ha producido insomnio. Tiene miedo de que al despertar todo haya sido un lindo sueño.
Mira el reloj de la pared: 10:23 de la noche. Ed debe de estar dando fin al primer concierto, al que no pudo ni podría ir en toda su vida por falta de ingresos y porque los tres que va a dar se realizarán en la capital, ninguna en su provincia.
Decide que para lograr dormir, debería prepararse una taza de té. Muerde su labio pensativa mientras su corazón comienza a palpitar de manera desesperada. Lleva su taza a su pecho y la abraza como si fuera una persona.
-¡Dios! No puedo creer que entre tantos yo fui la elegida- guarda la taza con la cara de Ed llena de corazones al final de la despensa y saca otra blanca- Desde ahora esta va a ser sagrada- suspira.
Cuando ya termina su té, se dedica a recolectar todo lo que tiene con motivo Ed Sheeran y lo guarda al final del armario; exceptuando el cojín que ella misma hizo con el logo de su álbum favorito: Multiply, el cual abraza hasta quedar dormida.
~•~
Él baja del escenario, agotado y sudando. Por ahí recibe una botella con agua que engulle rápidamente: la sed lo está matando.
-Quiero mi chocolate- reclama al igual que un niño pequeño. Lo cual come mientras se dirige al camarín.
(...)
-¡Amor!- después de cinco intentos por contactarse con Cherry, lo pudo lograr- ¿Cómo estás, cariño?- la saluda.
-¿Cómo quieres que esté, Ed? No he sabido de ti en todo el día. Yo aquí angustiada por cómo estás y tú ni tus luces, Edward- refunfuña.
-Te recuerdo que tú no quieres venir conmigo a mis conciertos y que no puedo ocupar el móvil hasta que termine mi presentación... ¡Estoy ocupado durante el día y lo sabes!- exclama exaltado. Ya no es lo mismo en su relación, ella debería de comprender que no es un ser cualquiera; lo conoció en esto, debería de ser empática.
-¿Ahora soy yo la culpable?- habla indignada- ¡Adiós!- cuelga antes de que él le responda.
Tapa su boca y ahoga un grito de desesperación. Se tira a la cama con los brazos abiertos.
-Sólo dos días y uno más para esa chiquilla. Necesito descansar, necesito volver a casa para arreglar las cosas. Ni yo sé en qué va a acabar todo esto- piensa antes de cerrar los ojos, sin preocuparse por apagar las luces; el cansancio le puede.
~•~
Un bostezo sale de una boca contorneada con unos lindos labios rosados, Dulce ya se despertó. Se estira en su cama y mira el reloj: está asustada porque no abrió los ojos por causa de la típica alarma.
6:18 a.m.
-¡Que bien! Me duermo tarde y despierto temprano... - vuelve a bostezar.
Sabiendo que no podrá volver a dormir, sale de la cama y prepara en su bañera, café claro como sus ojos, un baño caliente; tiene tiempo de sobra para disfrutar de uno antes de ir a enseñar a los niños.
Sí, es una profesora, más bien una ejecutante de párvulos.
Hoy les corresponde un paseo por la playa.
~•~
-Necesito despejarme, Stuart- suplica- ... Ya conozco el escenario, no tengo que hacer ensayos ni nada- termina de decir.
-¡Está bien, está bien!- levanta las manos a modo de rendición- Sé de una playa en una provincia cercana. Ordenaré que te lleven hasta allá- toma el puente de su nariz y exhala.
-Gracias...- le susurra.
Stuart sólo asiente y aprieta su hombro, para luego darle una palmada amistosa.
Ed festeja como el niño pequeño en su interior, su alma infantil a veces le gana. Stuart sólo niega sonriendo.
~•~
Mira su reloj de pulsera, están bien en la hora; después de la colación, ella y los niños más una compañera saldrán en camino hacia la playa.
-Señorita Moon- una pequeña se le acerca tironeando su delantal- Me cuesta masticar el pan- se queja la niña.
-¿Por qué, qué pasa Lily?- se agacha a su altura y mira la masa, saca un pedazo y lo prueba- No tiene nada, preciosa- responde.
Lily sonríe y empuja uno de sus pequeñitos dientes con su lengua: está suelto.
-¡Ay, pillina!¿Sólo querías contarme de tu diente, verdad?- aprieta juguetonamente su respingada nariz y la niña ríe.
Se levanta, sus piernas ya estaban a punto de desfallecer; con veintidos años, las complicaciones físicas también existen, aunque sean en una persona saludable.
Vuelve a mirar a los niños, pero esta vez panorámicamente: ya todos terminaron sus colaciones.
-¡Ya, pequeños! Reposaran la comida durante treinta minutos y vamos a la playa- anuncia, al fondo se escucha la voz chillona de un niño.
-¡Señorita Moon!- la llama- ¿Podría colocar las canciones que escucha? ¡Nos gustan!- aplaude en su asiento, Marco.
Sí, los está educando bien. Los está guiando desde pequeños hasta el universo de Ed Sheeran, a ser Sheerios.