El camino fue más duro que nunca para Delfina. La nieve estaba más dura, era casi como caminar con arena helada hasta la pantorrilla. Vrokak ya no la cargaba en sus hombros, y su andar era incluso más lento que el del pequeño Bhikz. Tal vez la falta de su brazo izquierdo le hacía sentir que su bolso era aún más pesado, o que realmente no había tenido que caminar mucho por sí misma hasta ese día, pero su pecho ardía y sus pies estaban entumecidos por la nieve, a cada paso sentía que se iba a desmayar. Bianca tuvo que sostenerla varias veces, hasta que terminó arrodillada, sin poder dar un paso más. Con algo de desinterés, Vrokak se acercó para levantarla, pero Zaul se adelantó, cargando a la humana en su espalda. Delfina se asustó, pero no intentó alejarse, simplemente se relajó, escuchando los tenues latidos del naga.
Al anochecer, los monstruos se dispersaron en distintas tareas para armar el campamento para esa noche, mientras Delfina, debido a su discapacidad, estaba simplemente sentada leyendo sus cuadernos, haciendo en el aire las ecuaciones que allí había escritas, le costaba usar su mano izquierda, pero era lo que le tocaba, debía aprender bien cada secreto del lenguaje antiguo, no quería ser una carga nunca más. Los símbolos presentaban tantas combinaciones, casi infinitas, y todas tenían un coste distinto, lo cual no le importaba. Si tenía que sacrificar su cuerpo entero, lo haría, era su trabajo, su deber. Siguió llamando a su maestro con el pensamiento, pero no respondía, no podía hacer esto sola, le necesitaba ¿Por qué no respondía? Una y otra vez le llamó, sin dejar de mover su dedo, mientras ojeaba de forma obsesiva el tomo en sus manos. Lo llamaba con todas su fuerzas, no podía dejarla sola, simplemente no podía.
- ¿Nero? - La voz de Zaul la dejó por completo desconcertada - No dejabas de repetir su nombre - Pero Delfina no respondió. Con calma, comenzó a armar la fogata - Era la cosa... El hombre, con quién estuviste este tiempo ¿No?
Delfina se llevó la mano a su ojo derecho.
- Este es su ojo. Y él seguía conmigo, pero desde que reviviste... - Aquellas palabras eran más para sí mismas que para su compañero. Miró a la sirviente, que solo estaba de pie a su lado, como un autómata esperando sus órdenes - Ella no sabe nada. No importa cuánto le pregunte, es como si él nunca hubiera existido.
Con un gesto tosco, Zaul golpeó con el dedo el cráneo de la sirviente.
- ¿Cómo puede ella estar viva?
Con un movimiento brusco y robótico, Bianca giró para quedar cara a cara con el naga.
- Es porque no estoy viva.
Delfina corrió a tocar el pecho de Bianca, el cuál seguía tibio y palpitante, ¿cómo era eso posible? Corrió a tocar el pecho del naga, que se mostró claramente incómodo, pero miró a un lado fingiendo no importarle. También su pecho latía, y se sentía tibio.
- Tu pecho... Caliente.
Zaul apartó la mano con brusquedad.
- ¿De qué hablas? Soy un reptil, mi pecho es frío, como mi sangre.
Delfina tocó su propio corazón, latía lento, pero igual el calor estaba ahí.
Vrokak y Bhikz llegaron juntos, con un enorme conejo, casi tan grande como el goblin, de orejas como de ratón y pelaje blanco. La humana corrió a ellos, a tocar sus pechos. Ninguno se resistió, pero no ocultaron su sorpresa ante tal comportamiento. Ella tomó la mano del orco, y la llevó hasta el corazón del naga. Este no entendía nada, pero cuando Delfina hizo que Bhikz tocara el pecho de Zaul, todo cobró sentido. El goblin agrandó sus ojos aún más de lo que ya estaban.
- Zaul... Tu corazón...
El naga se apartó, y se cubrió con su abrigo.
- Sí, tengo corazón. Todos lo tenemos. Comamos, tengo hambre.
Zaul ya no permitía que Delfina se acercara, pero esta le miraba muy atenta, mientras anotaba en sus cuadernos con torpeza infantil.
Durmieron, teniendo Vrokak la primera guardia, durante la cual Delfina se acercó a él con la cabeza gacha.
- ¿Tú odiarme? - Él se negaba a mirarla, jugando con las brasas de la fogata, mientras disimulaba su tenue sonrisa - Siempre causarte problemas. No ser mi intención - Vrokak respira profundo, pero no dice nada - Yo sentirme bien a tu lado y no querer que tú odiarme.
- Han estado a punto de matarme varias veces por tu culpa. Incluso Zaul... - Delfina agachó la cabeza. La miró, aunque ella intentaba ocultarse tras la gran capa de piel - Tú tampoco lo has tenido fácil - Posó su mano sobre su cabeza - Te perdonamos. Así es la vida del aventurero, y además... - Apartó la capucha para dejar el rostro desfigurado de la joven al descubierto, y la miró con compasión - Definitivamente ya no eres humana.
Ella asintió con lentitud. No sabía si aquello era bueno o malo. Siempre se ha usado la humanidad como sinónimo de virtud, mas nunca ningún humano había sido bueno con ella de forma sincera, salvo...
- Ya es mi turno - Dijo Zaul, rompiendo el silencio.
Vrokak asintió, y se dirigió a la chica:
- ¿Quieres dormir conmigo? Cómo siempre hemos hecho.
Aquellas simples palabras hicieron que una lágrima corriera por su único ojo humano.
La nieve se derretía al paso de los días. Los animales parecían haber despertado de su letargo, y aún de lejos, Delfina pudo notar animales que, si bien podía reconocer, no eran enteramente familiares, como los ciervos de pelaje oscuro y brillante como chocolate; y astas rectas y brillantes como picos de chantilly, los grandes conejos de orejas redondas que corrían dentro y fuera de sus madrigueras, o las pequeñas lagartijas de colores y colas largas y aplanadas como si de plumas se tratara. Delfina se sentía maravillada por la biodiversidad. Sentía que el crudo invierno había sido una helada pesadilla de la que estaba despertando junto a la suave lluvía que empezaba a caer aún con el sol brillando. No podía evitar detenerse a ver los brillantes retoños que nacían de la húmeda tierra y los capullos que muy pronto florecerían. Tan encandilada estaba que, cuando se dio cuenta, se encontró en medio del bosque, sola y confundida. Solo su sirviente estaba junto a ella.
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Editado: 10.04.2021