Contra lo que hubiera deseado, Bhikz usó sus feroces garras para cavar, en pocos segundos, una madriguera para ocultarse por si el hombre le seguía a él. Esperó bajo una capa de lodo y follaje, usando solo su oído para cerciorarse del peligro. Escuchó como el trote se hacía más fuerte, pero luego se fue alejando. Después de largos minutos, se supo a salvo, por el momento. Se sacudió la suciedad, frustrado. Odiaba tener que recurrir a prácticas tan primitivas. Ahora solo le quedaba sentarse a esperar, respirando con lentitud mientras escuchaba los ruidos del bosque, deseando que sus amigos salieran airosos y se reunieran con él cuánto antes. Pero un característico traqueteo le sacó de su meditación.
- Señor Bhikz - Dijo una voz acompañada de unos helados dedos sobre su hombro. No pudo evitar sobresaltarse. Aun sabiendo quién era, no se sentía cómodo con la macabra presencia de Bianca. - La señorita Delfina ha sido raptada.
Cuando ellas se perdieron en el bosque, Bianca fue a buscar algún alimento para su ama, pero cuando volvía solo escuchó su grito, mientras un gigantezco monstruo corría con la humana a cuestas. Intentó seguirle, mas la criatura era mucho más rápida. Y si no hubiera sido por el kubari y su buey, les habría contado todo de inmediato.
Al terminar su historia, el goblin simplemente suspiró. En definitiva, esa niña no dejaba de meterse en problemas. Con pesadez, tomó su cuchillo para marcar una equis en un árbol.
- Bien, dime por dónde se fue la criatura.
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De nada sirvió resistirse. No importa cuánto golpeara con su único brazo, aquella criatura corría más que un purasangre, y solo se detuvo frente a un gran portón de metal, el cuál levantó con esfuerzo para dejarle caer una vez atravesado. En ese momento, Delfina se dio cuenta que aquel era un pueblo, con sus casas de piedra y madera, carros y puestos vacíos. Y no solo los puestos, no había un alma en todo el lugar. El monstruo la descargó con torpeza, sobre un pajar. Delfina, aún sabiendo que no tenía ninguna oportunidad, se estaba preparando para correr, hasta que vio al wendigo transformase: su cuerpo simiesco se hizo más pequeño, delgado, su pelaje fue desapareciendo, hasta hacerse más humano. Frente a ella ya no estaba un monstruo, sino un hombre adulto, atlético, de piel cobriza y una larga melena negra con mechones pálidos, parecía ónice. La única evidencia de su forma de wendigo era el cráneo agrietado que cubría su rostro, dejando solo ver sus labios carnosos y su fuerte mandíbula. La chica estaba anonadada, incapaz de apartar la mirada de aquel hombre.
- ¿Te gusta lo que ves? - Aún con lo provocador de sus palabras, su rostro no mostraba ninguna emoción. En ese momento Delfina notó que él iba completamente desnudo, y estaba a punto de protestar ante la falta de educación de su raptor, cuándo se dio cuenta que le faltaba un brazo. Por inercia, ella se aferró a su muñón. El descarado hombre se acercó a ella, casi tocándose las narices - Te pareces mucho al hombre que vi esta mañana. Él me hizo esto. Tal vez debería quitarte el brazo para compensar el mío - Delfina pudo sentir el sofocante aliento del hombre, sintiéndose tan incómoda que intentó alejarle con una patada, pero él reaccionó levantándola por esa pierna, mientras que la chica usaba su brazo para impedir que su falda revelara su intimidad, mientras lloriqueaba que la soltara, lo cuál hizo, dejándola caer nuevamente en la paja. Se dio la vuelta y le dijo con desgano: - Necromia dijo que no te matara. No me obligues a desobedecerla.
Hablaba en serio, su voz no expresaba emoción alguna, pero sus agudos ojos le helaron la sangre. Delfina no pudo hacer otra cosa que hacerse bolita, no tenía ni idea de lo que harían con ella, ni si sus amigos vendrían a ayudarla. De nuevo era un problema, un estorbo. Podía intentar crear huesillos para usar lenguaje antiguo, pero no quería terminar con su cuerpo desintegrado. Comenzó a caminar por aquel pueblo fantasma, después de todo, poco o nada podía hacer en su condición. Pudo notar huesos esparcidos por todo el lugar, ¿acaso era ese su destino? ¿Era el hombre un devorador de humanos? Recordó que todos sus amigos veían eso normal, ¿ella terminaría haciendo lo mismo? Por lo que sabía del lenguaje antiguo, solo podría usar partes humanoides para recuperar su brazo. Tocó la parte expuesta de su rostro, y no pudo evitar llorar con su ojo humano. Se preguntó qué podría haber sucedido en aquel lugar, ¿había sido el monstruo quién acabó con todo el pueblo?
Largo rato vagó por aquel lugar, hasta que escuchó el inconfundible sonido de alguien comiendo. Se acercó sigilosa, con un poco de miedo, asomándose hacia dentro de una de las casas. Estaba algo oscuro, pero en seguida vio justo lo que temía: allí estaba el hombre, devorando un cadáver. Las náuseas le atacaron, y sus rodillas comenzaron a temblar a la misma velocidad de su acelerado corazón. La habían atrapado para ser su comida, ya no había duda. Corrió al portón, dispuesta a usar el lenguaje antiguo para abrirlo, así perdiera su otro brazo en el proceso. Eso era, por mucho, mejor que ser alimento de un monstruo antropófago. Pero no tuvo oportunidad. Al llegar a la entrada, una mujer esperaba tranquila tras la reja. Era delgada, pálida como los huesos que la rodeaban. Su cabello era muy largo, de color blanco, tan fino que en algunas partes se notaba su cuero cabelludo. Pero lo más repulsivo eran sus ojos, de pupilas azules rodeadas de un rojo tan oscuro que eran casi negros.
- ¡Oye, idiota! ¡Ábreme ya! - Gritó la mujer con una vigorosidad inesperada por su apariencia - ¿Eh? ¡Oh! ¿Ya estás aquí? - La mujer hablaba con una casualidad cínica - ¡Anangiq, deja de perder el tiempo y ábreme!
- Podrías hacerlo tu misma - Dijo el hombre cuando levantó la pesada reja.
- Estoy muuuuy cansada. Gracias por hacerlo por mí - Y se puso en puntillas para darle un beso en la mejilla, a lo qué el respondió con un bufido. Ella no entró sola, venía arrastrando un gigante inconsciente. - Oye... ¿Y qué te pasó? - Dijo señalando el muñón de su amigo.
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Editado: 10.04.2021