Profetas

Capítulo 2

Ahora solo debía esperar el obvio desenlace, se quitó la venda, la infección le llegaba hasta la rodilla, sentía dentro suyo la corrupción, un instante de generosidad y la mordida en la pierna, Bryan se lo sacó de encima y lo eliminó, ya no importaba, ya no había solución, debió dejar a ese desgraciado retorcerse y no acercarse a ayudarlo, enloqueció de furia contra su estupidez y se descargó contra las paredes enclenques de fibra, la sometió con puñetazos y patadas hasta desahogarse en llanto. Se recompuso, se lavó el rostro y las manos en el lavabo, su propio aspecto le causó repulsión, el semblante de un enfermo, de a poco se iba pareciendo a las tontas criaturas que había destruido. Renovó su vigor, no se permitió decaer. Aun quedaba algo por hacer.

Salió del baño, volvió a la tienda, se topó con Bryan que iba en su busca, le chocó al cruzar la puerta, a punto estuvo de acuchillarlo del susto que le causó. Protestó molesta, al joven no le importó su berrinche, ni siquiera la oyó. Tenía el rostro empapado de prisa, había empalidecido.

–Idiota, por poco te mato. ¿Qué diablos te pasa?

–Tenemos que largarnos de aquí cuanto antes o estaremos acabados.

–¿Qué sucede?

–Se acercan –le respondió acelerado –. Pronto estarán aquí debemos huir ahora, no hay tiempo.

–¿Quiénes se acercan? ¿Los muertos?

–Peor aun. El ejército acaba de entrar en el pueblo. Creo que han comenzado con la limpieza. Si nos encuentran es nuestro fin. No habrá diferencia si estamos vivos o muertos, nos eliminarán.

–Mierda. Ya empezaron la ocupación, barrerán cada rincón de la isla –se alertó Mia –. Esos malditos, están purgando cada ciudad y pueblo.

–Que hagan lo que quieran, no podemos hacer nada. Lo único que me importa es que salgamos de aquí en una pieza. Esos bastardos no nos tomarán de rehenes, no quieren sobrevivientes, se desharán con todos los que se les crucen.

–¿Son muchos?

–No tantos, es solo un pequeño grupo, lo necesario para desinfectar este lugar.

–¡Carajo!

Salieron a la calle, se ocultaron detrás de un coche. El grupo de soldados se había dividido, apenas alcanzaban a divisarlos, iban casa por casa, su estrategia era la misma que ellos había usado hasta ahora, rápidos y en silencio, no cargaban un gran armamento, armas ligeras con silenciadores, las descargas se oían como un zumbido cortando el aire, una táctica estudiada, nada de destrucción innecesaria, no conquistaban ruinas, una victoria perfecta. Una tierra abandonada es de quien primero lleva la bandera, líderes astutos, un peligro mundial y el miedo la mejor estrategia, héroes, nadie los condenaría por sus crímenes.

–Malditos –balbuceó Mia –. Y pensar que nadie quiso creerle a los charlatanes que predecían esto. Tenían razón después de todo.

–Ya no se puede hacer nada, no sirve preocuparse por ello. Vinieron aquí como la cura de la plaga y el mundo los alabará por ello. No único que podemos es huir. Ellos son el ejército y nosotros civiles. Vámonos de aquí antes que nos descubran.

–Han bloqueado nuestro paso. ¿Cómo pasaremos por allí? Nos verán.

–No lo sé, ya pensaré en algo. Vamos.

–Sí –aceptó la chica ofuscada –. Para males entre los muertos, los vivos son peores que ellos.

Corrieron hasta la camioneta, suficiente tiempo tuvo el joven para llenar el tanque de combustible, podían prescindir de todo lo demás, huir era la prioridad, cualquier otra necesidad solo significaba un retraso. El motor en marcha soltó un bramido displicente, delator, se apresuraron en ganar velocidad, dieron un rodeo que los llevó hasta el centro del pueblo. Edificios de dos y tres pisos, una coqueta plaza arbolada y cercada de caminos adornados de faroles, un paisaje pintoresco pero viciado de descuido, víctima del abandono, la naturaleza lo reclamaba sin tregua. Varios cadáveres en descomposición decoraban lo rústico, los cuervos que los aprovechaban volaron espantados al oír el desajuste de la quietud acentuada en el lugar. Un espacio colorido, juegos infantiles en las esquinas, ya no había niños que pudieran aprovecharlos.

Una extraña disposición les hizo volverse y tomar la esquina. Frente a uno de los edificios una barricada de coches apiñados les impidió el paso, una docena de ellos acomodados con descuido bloqueando la puerta, balcones enrejados y cubiertos de placas, tuvieron el presentimiento de que eran observados, muchas posiciones desde lo alto, lo desconocido crea enemigos en cada pestaña, no gastaron en la obsesión fuera de lo evidente, un peligro más real se acercaba. Sortearon la improvisada muralla de vehículos, solo un par de autos rompía con el bizarro cúmulo, dos patrulleros de la policía frenados en el centro de la plaza junto a la fuente seca, no podía ser una casualidad Mia y Bryan se miraron, no estaban solos. Aceleraron a fondo, se alejaron sin atender más los detalles de aquel plan aparente.

Una calle estrambótica, aunque evadiera el peligro no pudo escapar de él, los invasores habían llegado hasta allí y de frente, actuó torpemente y perdió el control de la camioneta al dar un volantazo involuntario y frenar en lugar de acelerar, no hubiera sido provechoso aventurarse a empellar cualquier obstáculo, contra un camión de los militares hubiera visto truncado su intento. Derraparon sobre el asfalto en un instante ciego, un parpadeo, la confusión terminó contra otro auto allí estacionado golpeando el lado de Mia en un estruendo de metales y cristales colapsados, el motor contra el inerte quedó destrozado, inútil, no los llevaría a ninguna parte, fue en vano intentar arrancarlo de nuevo.

Oyeron a su alrededor las respuestas a su alboroto, no tardarían en conjurarse los muertos vivos, al menos les serviría de pantalla para sus perseguidores que se acercaban atraídos por su intromisión. Salieron de la camioneta, aturdidos por el golpe y regresaron, dos calles les devolvería al centro del pueblo, el impacto había dolido a Mia, mareada, mintió estar bien y corrieron, la vida y la muerte, ambos los perseguían.



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En el texto hay: drama, persecuciones, muerte sangre

Editado: 22.09.2020

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