Prohibido

VI

Rebecca

 

Entré a la biblioteca notando que no había muchas personas, fui al pasillo que me dijo Madison, pero no le vi ahí. No pasó mucho cuando alguien quitó los libros y en el espacio que quedó libre vi esos ojos azules.

 

—Has tardado.

 

—He tenido que pasar al baño. —Me encogí de hombros. —¿Ha pasado algo? —Ella asintió y miró alrededor antes de soltar un suspiro.

 

—¿Cómo está Jonathan?

 

—Ya está en su casa, aunque dice no recordar nada.

 

—Mi tío sigue en el hospital, él tampoco recuerda nada.

 

—Si querías preguntarme eso podría darte mi número y…

 

—Empiezo a creer que tu teoría de que un tercero fue quien los ataco es cierta. ¿No es raro que ninguno recuerde nada?

 

—La verdad pienso que es para evitar tener problemas con el consejo, al menos pensé eso porque creí que Jonathan quizás le atacó y le convenía decirlo. Pero si tu tío tampoco recuerda, es posible que alguien le haya borrado la memoria.

 

—Yo solo sé que son magos quienes pueden hacer eso y deben ser magos muy hábiles, como los de tu familia.

 

—¿Qué estas insinuando? —Me crucé de brazos.

 

—Rebecca, por favor. ¿No te parece extraño que mi tío haya terminado tan mal? —Me quedé en silencio, ella tenía un punto. Jonathan era alguien tranquilo y no era tan fuerte como para dejar a alguien en ese estado, creo. —Sería más beneficioso para quien quiera este conflicto que mi tío haya muerto, mi familia tiene un lado animal y a veces eso los vence.

 

—Tienes un punto y argumentos, pero nadie de mi familia podría atacar así a alguien de nuestra sangre.

 

—¿Qué hay de ese chico rubio que estaba en la sala de espera?

 

—¿Keaton? —Asintió.

 

—Nunca lo había visto por aquí.

 

—Es porque ya terminó el instituto, al igual que yo solo ha venido por la competencia y … —Y entonces el recuerdo de su rostro en la sala de espera llegó a mi mente, él no se veía muy feliz por la noticia de saber que habíamos evitado un conflicto con los Briand. —Keaton podría ser un sospechoso. Sea como sea, las cosas están tensas.

 

—Lo sé, ahora mis padres han hablado con Rachel para que me mantenga vigilada, ¿Puedes creerlo? —Ella soltó un suspiro.

 

—No la veo por aquí.

 

—He tenido que hacer que perdiera el conocimiento. —Le miré asombrada. —Es broma, Becca. Solo esperé a que sonara la campana para hacer que me perdiera el rastro entre la multitud. No todo lo que digo es en serio, como lo de la otra noche, solo fue una broma y cada vez que te miraba te ponías tan roja como un cangrejo. —Ella me molestó haciendo que frunciera el ceño.

 

—Basta, esas no son cosas como para bromear, Madison.

 

—¿Por qué no? —Ella me miró entre los libros y solo aparté la mirada. —Esa clase de bromas son comunes para nuestra especie. —Me sobresalté al verla a mi lado, rápidamente miré a nuestro alrededor, pero nadie nos prestaba atención. —No estés nerviosa, no te haré nada.

 

—Tú no me pones nerviosa, Madison. —Le miré directamente a los ojos. —Me pone nerviosa el hecho de que alguien nos vea cerca.

 

—Buena excusa, pero noto tus miradas. —En ese momento noté como su mirada cambió, incluso el color de sus ojos se había tornado de un tono más oscuro. —Caíste de nuevo, Becca. —Ella me mostró la lengua y le di un golpe en su brazo.

 

—Eres una idiota.

 

—Prometo que esa es la última broma de ese tipo. —Ella me guiñó un ojo. —Debo irme, de seguro Rachel ya está por llegar. Nos vemos en las clases extras y, por cierto, te recomiendo tener cuidado con este tal Keaton no me da buena espina. —Asentí. Cuando ella llegó a la puerta de la entrada pude ver como esta fue abierta por Rachel y ella se la llevó tirando su oreja haciéndome reprimir una risa.

 

Fue cuando estaba en mi clase de Literatura que se me vino a la mente lo que Quinn me había dicho acerca de su visión, ella dijo que éramos pareja en el futuro que ella vio. Las recientes bromas de Madison me habían puesto algo nerviosa y ahora recordar esto me hacía conectar puntos, no podía ser. Nunca me había fijado en alguien, ni siquiera había dado mi primer beso y tenía 17 años, no podía fijarme en Madison ahora. Cuando me refiero a que nunca antes me había fijado en alguien me refiero a que ni siquiera en una chica y debía admitir que en mi escuela en Washington había chicas lindas y chicos lindos, pero nadie me había llamado la atención. Madison es linda, pero nunca me había detenido a pensar en aquello.




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