Madison
Los zorros estaban en la sección de los animales que tenían una sola pareja toda su vida, incluso siendo animales solitarios cada vez que se encuentran con sus parejas hacen de todo para protegerles y si se separan siempre se encontraran de una forma u otra. Siempre las historias amorosas de mis padres y mis familiares eran más sencillas porque siempre encontraban a otro zorro mágico, a diferencia mía que era una maga que pertenecía a la familia rival de mi familia.
Nuestro lado humano nos permitía explorar un poco más entre parejas, pero si encontrábamos a la persona indicada pues era algo definitivo, era algo muy similar con la vida de los hombres lobos, la diferencia estaba en que éramos más independientes que ellos con sus parejas.
Ver a Rebecca con Scott Jones no me agradó para nada, sobre todo cuando escuché como aceptaba salir con él luego de nuestro momento en la biblioteca. Supe que era para poner un muro emocional entre nosotras, pero me dolía más que la quemadura que me había hecho Rachel cuando éramos más jóvenes y puedo asegurar que ese fuego era más fuerte que el fuego del infierno. Simplemente era un tortura y Lola se iba a aprovechar de eso para mí entrenamiento, ella decía que debía liberar más mi lado animal y verme amenazada con alguien que también estaba interesado en Rebecca era un momento ideal para soltar todo, lo cual ahora me parecía mala idea pues quería arrancarle la cabeza.
—Hey, hola Madison. —Él me sonrió, en cualquier otra circunstancia le hubiese sonreído también, era un chico agradable, pero ahora solo podía enfocarme en no matarle. —¿Disfrutas la película?
—No tanto como ustedes. —Murmuré mirando a Rebecca quien parecía algo asustada por la situación. —Me debo ir, no me siento muy bien.
—Te acompaño. —Miré a Rebecca sorprendida al igual que Scott. —Lo siento Scott, debería asegurarme que Madison llegue bien a su casa.
—Oh, claro. ¿Las llevo?
—Deberías cambiarte, puedes resfriarte. —Ella le sonrió haciéndome rodar los ojos. —Nos vemos.
—Claro, llámame después.
—No lo hará. —Murmuré y Rebecca tomó mi brazo sacándome de ahí.
—¿En qué pensabas en venir aquí? —Yo no le respondí y me solté de su agarre antes de empezar a caminar lejos de ella. —Madison.
—No nos pueden ver juntas, Rebecca.
—A la mierda eso por un momento, en este maldito pueblo están todos viendo alguna película o en sus casas descansando. —Le miré antes de meterme a un callejón soltando un suspiro.
—No he venido porque he querido, he venido por Lola.
—¿Estaban en una cita? —Negué.
—Ella pensó que era buena idea que sintiera más fuerte mi lado animal y ahora solo quiero arrancarle la cabeza a Scott Jones por besarte.
—Él no me besó, Lola vació su refresco sobre él antes de que pudiera hacerlo.
—¿Tú querías que lo hiciera? —Le miré directamente a los ojos y ella se quedó en silencio un momento antes de negar.
—No quería, pero debía. No lo entenderías.
—Lo entiendo, eres tú quien no entiende mi situación. Que tú no tengas esta sensación inevitable porque en tu especie son distintos no es mi culpa. —Ella desvió la mirada. —Y tú sabes a lo que me refiero.
—¿Crees que esto es fácil para mí? —Ella se cruzó de brazos. —No lo es, Madison. Cada vez que estoy cerca de ti puedo ver tu ataúd a un lado, no dejo de pensar en eso hasta que tu encuentras la forma de distraerme con esos estúpidos ojos que tienes. Esto no es fácil para nadie, Madison. Yo también la estoy pasando mal, pero es lo mejor.
—Prefiero la muerte. —Ella me miró frunciendo el ceño.
—No vuelvas a decir eso. No lo digas.
—Solo soy sincera contigo, Becca. —Me encogí de hombros. —Debo serlo. —Murmuré entendiendo porque Lola insistía en que estuviera junto a Rebecca. —Es la única forma de hacerme más fuerte.
—¿De qué hablas?
—Si nos alejamos no aprenderemos lo que la otra nos pueda enseñar. —Ella se quedó en silencio. —Permitirme quererte significaría que ya no estaría enjaulando a mi zorro interior, lo cual es positivo para mí en la competencia y en mi potencial mágico.
—No quiero que mueras.
—Me prometiste que harías lo posible para evitarlo, para eso necesito que nos dejemos llevar. —Ella bajó la mirada y yo tomé su rostro en mis manos. —Escúchame, Rebecca Sellers. Te prometo no morir.