Rebecca
Me tiré sobre mi cama agotada, creo que la abuela de Madison había agotado toda mi energía mágica con su entrenamiento esta noche. Al menos, Rachel me había dejado libre para poder practicar con la abuela de Madi sino, seguramente ella hubiese sido capaz de incinerarme.
Esta última semana hemos estado entrenando casi sin parar, pero podía ver los avances en mis habilidades y podía incluso sentir como mi resistencia aumentaba cada vez más. Rachel era responsable de enseñarme a controlar el fuego, la verdad era una excelente maestra saltándonos la parte en donde pasa haciéndome bromas y al parecer había tomado los consejos de Lola de tomarse en serio las prácticas de lucha.
Me sobresalté al escuchar un ruido en mi balcón, rápidamente me puse a la defensiva al lograr ver una silueta a pesar de la noche, era un chico. Vi como trató de abrir lentamente la puerta del balcón y me pude detener antes de atacarle al notar que era Scott.
—¿Scott? —Me acerqué a él confundida. —¿Qué haces aquí?
—Si Julieta no sale al balcón, Romeo debe escalarlo. —Me sonrió. —Dame un minuto, le diré a tu abuelo que ha funcionado.
—¿Mi abuelo? —Dije confundida viendo como él volvía al balcón y hacia unas señas. —¿Qué se supone que ha funcionado?
—He perfeccionado el hechizo para que ni siquiera pudieras notar que soy un ser sobrenatural. Pude imitar a Lola y tu abuelo incluso pensó que era ella, tú eras mi prueba de fuego. —En un abrir y cerrar de ojos tenia a Madison frente a mi haciéndome sonreír.
—¿Estás loca?
—No, él me hizo una apuesta y no podía negarme. —Ella se encogió de brazos y yo le abracé sorprendiéndonos a ambas, estábamos tan ocupadas pensando en los entrenamientos que apenas habíamos tenido tiempo para nosotras. —El premio era poder descansar mañana y poder llevarte a una cita.
—¿Una cita? —Ella asintió con una sonrisa. —No podemos…
—Lo sé, pero ahora eso es cosa del pasado. Con este hechizo podemos estar tranquilas, pero no quiero arriesgarme demasiado así que he preparado una sorpresa en donde solo podremos estar las dos. —Sonreí levemente, Madison era muy atenta con todos y eso era algo que me gustaba de ella. —Yo… Volveré a ca… —Ella de pronto se desvaneció en el piso preocupándome, tomé su cuerpo entre mis brazos rápidamente y moví su rostro para ver si ella era capaz de reaccionar, pero nada. Estaba por llamar a mi abuelo cuando escuché un leve ronquido de su parte, no pude evitar reír. Creo que le dejaré descansar un rato.
Abrí mis ojos luego de que la luz me molestara en la cara, miré el balcón viendo que la puerta seguía abierta y en mi cintura los brazos de Madison me tenían atrapada. Ella dormía con una pequeña sonrisa en su cara, lo que me parecía muy tierno.
Demonios. Ya es de día.
—Mad. —Murmuré moviéndole. —Madi. —Ella abrió sus ojos pestañando para acostumbrarse a la luz, cuando me miró a los ojos vi como una sonrisa aparecía antes de inclinarse a besarme dulcemente. Hubiese deseado que el único miedo que tuviera en ese momento era que mi padre le echara de casa, pero las cosas al parecer no podrían ser así y el miedo que tendríamos sería que descubran todo y mi familia se enterara. —Madison.
—Buenos días.
—Debes irte, Mad. —Ella se estiró. —A veces me llega a molestar que permanezcas la mayor parte del tiempo tan tranquila.
—No es buena idea que también este nerviosa o casi entrando en un ataque de pánico cuando tú ya lo haces. —Le di un empujón y ella rio. —Tú ya te preocupas lo suficiente por ambas. Aún es temprano así que me iré a casa trotando, pensaran que solo he salido a correr.
—¿Qué pasa si alguien te ve?
—Becca, nadie… —Ella se quedó en silencio un momento y me miró asustada. —Mierda. Viene tu padre.
—Tienes que esconderte. —Me levanté abriendo mi closet y ella me miró rodando los ojos.
—No me meteré ahí adentro, tengo problemas con los espacios pequeños.
—¿Qué haremos?
—Nos vemos en la escuela. —Escuché como la perilla de la puerta sonó, todo fue en cámara lenta. Madison me dio un beso antes de correr al balcón y saltar el barandal sin mayor problema justo a tiempo antes de que mi padre entrara a mi habitación.
—Oh, veo que ya estabas despierta. —Fingí una sonrisa, mi padre era quien solía despertarme cada mañana. —He preparado el desayuno, te espero abajo, pequeña.