Prohibido

XI

Madison

 

Vigilar a Keaton me parecía una locura y algo muy arriesgado en nuestras condiciones, la verdad lamentaba el hecho de no poder haber tenido mi cita con Rebecca pues quería tener un momento de paz con ella, supongo que un gran poder conlleva una gran responsabilidad o algo así dijo el Tío Ben en Spiderman.

 

Me estacioné fuera de una pequeña casa y con Rebecca nos aseguramos de que nadie nos estuviera observando antes de que yo cambiara mi forma por la de Lola, era una de las pocas mujeres lobos en la ciudad y con lo que iba a hacer necesitaba que Jonathan pensara que era Lola y no Madison Briand.

 

—¿Por qué Lola? —Me preguntó cuando llegamos a la puerta.

 

—Ya lo verás. —La puerta fue abierta y vi a un hombre relativamente joven con su piel pálida y grandes ojeras.

 

—Hey Jonathan, venía a visitarte. —Rebecca pasó sin preguntar dejándonos a ambos sorprendidos al ver como caminó hasta la sala.

 

—Supongo que tu también puedes pasar. —Jonathan me ofreció una suave sonrisa y le correspondí antes de seguir a Becca quien ya estaba sentada en el sofá.

 

—¿Cómo estás?

 

—Mejor, supongo. ¿Quieren algo de tomar? —Ambas negamos. —¿No deberían estar en la escuela?

 

—Deberíamos. —Becca sonrió. —Pero en realidad mi amiga tenia algunas preguntas.

 

—¿En qué puedo ayudarte?

 

—Si no fuera mucho, me gustaría ver las heridas que supuestamente te hizo George Briand. —Él me miró confundido. —No soy parte del consejo, ni nada por el estilo, solo investigo algo.

 

—Yo… no lo sé.

 

—Vamos, Jonathan. —Él miró a Becca y supe que ella había controlado su mente cuando alzó su polera dejándome ver algunas cicatrices.

 

—Te has vuelto muy buena en eso.

 

—Tu abuela es una excelente maestra.

 

—Espero no lo utilices conmigo.

 

—No tengo la necesidad. —Rodee mis ojos divertidas antes de enfocarme en las cicatrices. —¿Has encontrado algo? —Asentí.

 

—No las pudo haber hecho algún tipo de animal sobrenatural, son heridas de hechizos y no pudo ser tampoco mi tío.

 

—¿Cómo lo sabes?

 

—Todos saben que los zorros mágicos no somos buenos en esto de la magia como un mago normal, son pocos quienes pueden controlar algún elemento o usar la alquimia a su favor. Estas heridas fueron provocadas por quemaduras, reconozco estas cicatrices. —Ella me miró confundida. —Tengo una similar en mi espalda de un pequeño accidente que tuve hace unos años, la cosa es que mi tio no pudo ser pues él es más de un ataque físico y solo puede controlar el viento, quienes dominan un elemento en mi especie es difícil que domine más de alguno.

 

—Bien, pero aún no sabemos quién pudo hacer esto y por qué.

 

—Aun. —Ella me miró confundida. —Siéntalo. —Jonathan se sentó a un lado de Rebecca. —Quiero aclararte que nunca he hecho esto antes, lo he aprendido viendo a Lola y a mi abuela, si resulta bien no debería pasar nada, sino estaremos en problemas. —Saqué mis garras a la luz y ella abrió sus ojos a tope.

 

—Espera, Mad tú no… —Antes de que terminara de hablar yo había encajado mis garras en la parte trasera de su cuello.

 

Podíamos manipular la mente como para bloquear recuerdos, pero casi ningún ser mágico o sobrenatural era capaz de meterse adentro de la cabeza de alguien como para ver sus recuerdos. Los hombres lobos fueron los primeros en descubrir esta técnica, los zorros mágicos se habían encargado de conseguir aprenderla, pero eran pocos los que hoy en día lo hacían por una cuestión del peligro que había al hacerlo. Intentar llegar al cerebro de alguien podría traer consecuencias como hacer que olvidara todo o simplemente hacer que el cerebro dejara de funcionar como para morir.

 

Había logrado meterme en su mente y busqué los recuerdos en su mente de esa noche, pero por un momento me detuve al ver un funeral y una pequeña versión de Rebecca llorando, el recuerdo me hizo sentir algo mal y preferí seguir buscando mi objetivo. Supuse que era algo que podría preguntarle directamente a Rebecca.

 

Entre sus recuerdos pude encontrar el recuerdo de la otra noche, estaba algo borroso pues alguien le había bloqueado, pero llevé en práctica todo lo que en la teoría sabia gracias a los libros de los Sellers y de mi familia. Una vez que pude aclarar la memoria de Jonathan reconocí al chico de cabellera rubia quien le había mandado un hechizo de fuego directo, Jonathan se había salvado por poco, eso me confirmaba que Keaton estaba involucrado, pero lo que en realidad me llamó la atención era la chica de cabellera roja que le acompañaba. Era Larissa Briand, una de mis primas.




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