Prohibido

XIII

Madison

 

Solo quedaba un día para la competencia, sería una mentira si decía que no estaba nerviosa o no tenía miedo de lo que pasaría, pues el solo hecho de saber que mañana podía morir me aterraba y me hacía replantearme la idea de escapar del país o del planeta tierra. Solo tenía una razón para seguir luchando y eran mis propias metas.

 

Siempre quise solucionar el conflicto entre ambas familias y sabía que la única forma de hacerlo era ganando la competencia, al menos esa siempre fue mi meta. Hoy en día no era muy diferente, pero si quería agregarle algo más, quería vivir con Rebecca en paz.

 

Rebecca había logrado poner mi mundo de cabeza desde el primer momento en que la vi, usualmente yo acataba cada regla, nunca me había interesado estar cerca un Sellers, incluso pensando en la posibilidad de solucionar todo este estúpido conflicto. Pero eso había cambiado cuando ella me botó de mi bicicleta camino a la escuela, ella había resultado ser una maga excelente y sabía que ella tenía mucho que enseñarme, nunca esperé que tanto. Ella había sido la única que me había enseñado como era sentir esta clase de amor, ambas teníamos miedo. Cualquiera lo hubiese tenido en nuestra posición, no todos los días tienes un amor prohibido. Sabía que su amor podría traer consecuencias, pero por primera vez en mucho tiempo quería pensar en mi felicidad y ella me hacía feliz.

 

Supuse que todos estos sentimientos tan fuertes provenían desde nuestros antepasados, pero en el fondo de mi corazón sabía que en realidad ella había logrado llegar a mi corazón una vez que había aceptado nuestro destino y la verdad es que ya en este punto no me hubiese arrepentido de amarle.

 

—Aún puedes tomar un bus lejos de aquí. —Rachel bromeó, pero sabía que ella lo decía en serio. Probablemente ella estaba más preocupada que yo con lo de la competencia.

 

— ¿Cuál sería el sentido de escapar? —Me encogí de hombros. —Sé que puedo patearle el trasero a cualquiera. —Miré en dirección al mar, aquel día no quise asistir a la escuela para poder pasar la mayor parte del día con Rachel.

 

—Yo también lo sé, aunque a veces eres muy blanda. —Le tiré arena provocando que cayera en su boca, ella rápidamente empezó a escupir. —Eres una estúpida.

 

—Me adoras.

 

—Si ninguno de ellos te mata, lo terminaré haciendo yo. —Empecé a reír. —Hablo en serio, Madison Briand.

 

—Para eso primero tienes que atreverte a tocarme. —Ella rodó los ojos. — ¿Podrías hacer algo por mí?

 

—Oh no, a mí no me vengas con esos discursos que da la gente cuando morirá.

 

—No es nada de eso. —Le aclaré. —Quiero volver a sentir tu fuego.

 

— ¿Qué? —Ella parecía confundida. — ¿Sabes?, Rebecca podría ponerse celosa si te escucha decirle eso a las chicas. —Ella trató de bromear, pero mantuve seria. — ¿Por qué quieres eso?

 

— ¿Puedes hacerlo por mí? —Ella terminó aceptando y estiró su mano mostrándome una llama de fuego brillante, era una llama digna de una buena salamander. En un rápido movimiento tomé su muñeca y tomé su mano que aún seguía encendida. — ¡Madison! —Ella se apartó y le mostré mi mano que estaba completamente sana. — ¡¿En qué mierda pensabas al hacer eso?!

 

—Solo quería demostrarte algo.

 

— ¿El qué?

 

—Que tu fuego ya no me dañará, Rachel. —Le sonreí. —Durante estos años cree un hechizo para resistir al fuego. —Ella me dio un golpe en la cabeza haciéndome quejarme. —Auch.

 

—¿Por qué no simplemente me lo dijiste, estúpida?

 

—Porque le quitaba lo dramático, Rachel. —Le dije como si fuera algo obvio ganándome otro golpe de su parte antes de que ella me atrapara en un abrazo.

 

—Por favor, no mueras.

 

Aquel día debía llegar temprano a casa, pero quería pasar un rato con Rebecca antes de tener que prepararme para mañana. Así que, decidí esperarle en su habitación mientras ella llegaba de la escuela.

 

El recuerdo de Rachel apareció en mi mente mientras permanecía acostada en la cama de Becca, era la primera vez que veía a Rachel tan frágil, ella no era una persona que usualmente mostrara sus emociones, pero hoy vi el terror en su mirada. Era el terror de perderme, era la mirada que había visto en todos en este último tiempo y entonces entendí algo. Yo no solo quería seguir con vida para solucionar los problemas entre mi familia y la Rebecca, sino que también quería hacerlo por Rachel, Lola, incluso por los mellizos y mi abuela. Yo no solo tenía un motivo para sobrevivir mañana, tenía muchos.




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