Rebecca
Tomé mis tostadas y mi bolso caminando rápidamente a la puerta de mi casa para irme a la escuela, debía apresurarme si quería encontrarme a Madison en el camino para que pudiera acompañarle a la escuela y asegurarme de que todo estuviera bien.
Desde que pasó el episodio de su alucinación su ánimo había bajado poco a poco y aunque podía dormir un rato en mi habitación cuando lograba escabullirse, sabía que ella no estaba durmiendo bien pues sus ojos cansados le delataban. Cada vez que alguien trataba de preguntarle como estaba, ella ponía sus murallas y nos hacía creer que estaba bien mientras que todos fingíamos creerle pues parecía ser la única forma de que no nos apartara.
—Rebecca. —Mi padre se interpuso en mi camino a la puerta frenándome de golpe. —Te llevo a la escuela.
—Papá, no te preocupes yo…
—Cariño, no era una pregunta. —Solté un suspiro, supongo que podría esperar a Madison en el instituto. —Vamos, tendrás tiempo de sobra. —Subí al auto con mi padre y volví a soltar un suspiro.
—Siempre te vas más temprano al trabajo para llegar a tiempo.
—Sí, hoy tenía una mañana más desocupada y desde hace un tiempo no te llevo a la escuela. —Solamente asentí cuando él puso el auto en marcha me ocupe de cambiar la radio para poner un poco de música, mi padre tenía gustos horribles de música, si iba a ir con él a la escuela no me pasaría todo el viaje escuchando a ABBA. Lo siento, pero no. —Mira ahí va tu novia. —Abrí mis ojos sorprendida, pues desde que se lo había dicho no habíamos vuelto a tocar el tema, a decir verdad, era como si nunca lo hubiésemos hablado, ni siquiera había tocado el tema con Madi. —Hey, Madison. Te llevamos. —Miré a Madison que me miró confundida y yo también lo hice, no esperaba eso. Algo le pasaba a mi padre hoy. —Vamos. —Madison subió mirándome a través del espejo. —¿Cómo vas con las heridas?
—Ya están por sacarme los puntos. —Mi padre asintió y noté como miraba continuamente por los espejos.
—Veo que te han puesto bastante seguridad, tanto mi padre como tu abuela, ¿No? —Miré por el espejo viendo un auto negro siguiéndonos, pude reconocer con dificultad a uno de los hombres de mi abuelo dentro. —Pero, ¿En verdad serviría para frenar a alguien que quiera hacerles daño? —Esto se estaba volviendo más raro, de pronto escuche como un auto frenaba en seco, ambas miramos atrás para ver como el auto negro se detuvo y mi padre había acelerado.
—Papá, ¿Qué haces? —Él no me respondió. —Papá. —Pero él solo aceleró metiéndose camino a la playa. —Okey, papá debes frenar ahora mismo o tendré que detenerte.
—Becca, no estoy entendiendo nada. —Miré a Madison quien al verme tan confundida como ella, sus ojos cambiaron y vi como sus colmillos crecían. —No estoy dispuesta a morir.
—Papá.
—Okay, frenaré. —Cuando miré adelante me fijé que estábamos a pasos de la playa. —Abajo las dos. —Ambas obedecimos, pero nos encontrábamos alerta de todo y me puse delante de Madison, si iba a tener que enfrentarme a mi padre para hacerle sobrevivir lo tendría que hacer. —Veamos qué tan preparadas están, creo que si son realmente fuertes podrán con un hombre ya algo oxidado.
—Papá, si esto es una prueba solo espera unos días hasta que Madison se pueda recuperar. —Él se quitó su saco y su corbata para arreglarse su camisa, él iba en serio.
—Niñas, si alguien quiera matar a Madison lo hará sobre todo si sabe que se encuentra débil tanto física y psicológicamente.
—Señor Sellers, yo… —Y antes de que Madison pudiera terminar de hablar, mi padre con un simple hechizo nos mandó a volar hasta la arena. Eso había dolido, pero me preocupe de ver a la chica de pelo blanco quien parecía haber tragado un poco de arena. —Bien, esto es demasiado. —Cuando nos levantamos ella tenía sus ojos brillantes y se quitó de un fuerte tirón sus vendas, sabía que se había enfadado cuando vi sus garras salir a la luz. —Si usted quiere jugar a esto, jugaremos.
—Créeme que yo no estoy jugando. —Mi padre sonrió antes de levantar su mano, sabía que nos atacaría cuando nos apuntó con sus dedos como si fuera una pistola. Aparte rápidamente a Madison de su objetivo y yo me alejé a tiempo antes de que el hechizo de mi padre pudiera hacerme algo.
Cuando volví mi vista a Madison, ella corría en dirección a mi padre a una gran velocidad que incluso había sorprendido a mi papá pues por suerte él se alejó, pero su camisa resultó dañada. Madison en serio se había molestado.