Prohibido Enamorarse

Capitulo 12

—Estas a unos cuantos kilos de llegar a tu peso ideal—me dice Agnes cuando me bajo de la balanza. Me coloco mis zapatos mientras ella se va a sentar a una silla y anota en un computador mi nuevo peso.

—¿De verdad?—pregunto, ocultando la felicidad que la noticia me da.

—¿Entonces puede comprarse ropa?—pregunta Joy, está sentada junto a una camilla, esperándome.

—Sí, no hay problemas con las tallas, esos kilos no te afectaran—me dice Agnes. Le sonrío levemente y ella me responde con una gran sonrisa.

—¡Por fin! Ahora no te salvaras, le diré a Val para que te otorgue más puntos—dice Joy, y del bolsillo de su pantalón saca el comunicador. Agnes se ríe.

—Te espero en dos semanas más—me dice Agnes, asiento con la cabeza.— ¿así te quedo la cicatriz?—me pregunta, fijándose en mi antebrazo.

—Si—le digo, no entiendo cuál es el problema. Recuerdo que Joy también puso la misma expresión cuando vio la de mi cadera.

—La de la cadera es peor—dice Joy, levantándose de la silla, pero con sus ojos fijos en el comunicador.

—Hay una crema que puedes ponerte, pero no la eliminara por completo—me dice Agnes, y hace una mueca.

—No es necesario, enserio. No me importa—le digo.

—¿Y cómo vas a usar traje de baño en el verano?—pregunta Joy. La miro y frunzo levemente el ceño.

—Simplemente se verá… ¿eso es malo?—pregunto. Joy me mira y niega con la cabeza.

—Lo que Joy intenta decir, es que si te molesta, podemos hacer lo posible para que no se noten tanto—me dice Agnes, amablemente.

—No me molesta—digo encogiéndome de hombros. Ambas me sonríen.

—Bien, entonces anda a comprarte ropa, te lo mereces—me dice Agnes.

—Gracias—le digo.

Joy me toma del brazo y se despide rápidamente de Agnes. Salimos de la pequeña sala de enfermería que tiene en el vestíbulo y Joy me conduce a los ascensores. Saco mi comunicador y miro la hora. Son casi las cinco de la tarde. Respiro profundamente y guardo el comunicador. Aiden volverá, pronto. O quizás no.

—Val ha dicho que te ha colocado puntos suficientes para que compres toda tu ropa nueva. Creo que no iremos a entrenar hoy, esto se va a demorar—me dice Joy. Nos detenemos frente al ascensor, esperando que se abran las puertas.

—¿No es raro que tú te entusiasmes más que yo por comprarme ropa nueva?—pregunto. Suelta una carcajada.

—Sí, un poco. Pero es que por fin vas a poder elegir lo que de verdad te gusta—me dice. Me mira y sonríe. Suspiro.

—En P-Storm, tenía ropa de contrabando—le digo avergonzada. Se queda boquiabierta. La puerta del ascensor se abre y entramos.

—No lo hubiese imaginado. ¿Tu? Pero si te ves tan… no sé, he visto como ves la ropa mía o la de los demás, cuando tienen muchos colores—me dice.

—Una cosa era tener ropa de contrabando, y otra muy distinta era usarla y mostrarla a todos—le aclaro. Ladea la cabeza y me mira.

—Tienes razón—dice. Hace una pausa.— Pero sabes que acá puedes usar lo que te plazca ¿no?

—Me estoy acostumbrando—le digo sin mirarla.

Nos bajamos en el mismo piso al que fuimos ayer, y esta vez pasamos a más tiendas. Joy me obliga a probarme cada una de las cosas. Me obliga primero a comprar ropa interior, aunque algunas me era difícil creer que podían llamarse ropa interior. Luego, pantalones. Joy me explica como de a poco han estado trabajando en copiar modelos antiguos, y ahora están realizando diseños nuevos. Pronto tengo una bolsa llena de camisetas, blusas, incluso un vestido (algo que conocí acá). Me comenta que cuando pase el invierno, hay cambio en la ropa y aparecen prendas más ligeras. Cuando me dice eso, me imagino la época en que podíamos usar los pantaloncillos (pantalones que llegaban solo hasta la rodilla), y recuerdo que la madre de Olive le hizo a ella unos más cortos, que por supuesto usaba solo cuando íbamos al bosque, porque si no, la habrían matado. Bueno, al final igual la mataron. Alejo esos pensamientos de mi cabeza.

—Hoy en la noche llegaran los de la misión, y siempre se hace una celebración. ¿Quieres ir?—me pregunta. Estoy observando una camiseta color naranja. Me volteo a verla.

—¿Qué pasa si no sale bien la misión? ¿Qué pasa si no llegan? ¿Igual celebran?—pregunto. Joy me sonríe.

—Vienen de vuelta, Val me ha dicho que te ayude a escoger algo, si es que quieres ir—me dice.

Una sensación de relajo absoluto me hace sonreír. Creo que se llama alivio. Joy me mira expectante. Rápidamente recompongo mi expresión y suspiro.

—Creo que no—le digo desviando la mirada.

—¿Por qué?—pregunta. La miro y me encojo de hombros.

—No sé si estar rodeada de mucha gente sea mi ambiente—le digo. Joy suelta una risita.

—Es la misma cantidad de gente que ves en el casino.

—No lo sé Joy, creo que aun… aun no puedo—le digo y aprieto mis labios. Joy me sonríe, como Thomas lo hace a veces, y asiente con la cabeza.

—¿Quieres que me quede contigo?—pregunta, niego con la cabeza.— En serio, no es problema para mí y Reed.




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