LEO:
Los medios de comunicación estaban corrompidos, primero se pensaba que el responsable de los asesinatos era un grupo de terroristas, un grupo de gente que no quería que nadie tomase el control, una mafia.
Mi padre era socio de un empresario del primer mundo, tenía la mitad de las acciones, pero no estaba en riesgo o por lo menos eso decía él. Su empresa no había perdido a nadie y se aseguraba que ya estaban libres de todo. Una semana antes del asesinato de mi padre, murió el socio mayor, dicen que fueron seis balas en el pecho, la verdad es que solo quedó en un rumor: nadie logró esclarecer nada. A mi padre no le fue tan diferente, una noche al salir de su empresa fue sorprendido por un grupo de hombres armados y simplemente desapareció, no hayamos su cuerpo y mi madre no quiso decir más.
Mi banda dejo de tener ensayos, decidí que no volvería a tocar y que lo más seguro para lo que quedaba de mi familia era que me dedicará a otra cosa que no tenga que ver con empresas: medicina, eso tendría que estudiar. Todos mis compañeros de preparatoria estaban muy entusiasmados con la noticia de que el baile de graduación estaba más cerca de lo planeado, todos menos yo.
Cuando las cosas estaban tomando tranquilidad, una nueva ola de asesinatos llegó, la ciudad estaba peor que Sodoma en medio del fuego. Mi madre por su lado, no permitió que yo participará de ese baile, aseguraba que sin duda sería una masacre. Sin embargo no ocurrió nada. Diana que en ese entonces era mi novia, prefirió olvidarse de mí y no era gran cosa, nunca la llegué a querer tanto como a nadie.
Las sirenas de policía me levantaron, la madrugada fría me recordó una vez más que estaba más lejos de lo que alguna vez fue mi hogar. Mi madre compró una lujosa casa cerca de las playas de Carolina del Sur, llevábamos casi cinco años allí, lejos de los asesinatos y del recuerdo de mi padre. Separe mis pesados párpados e intenté por una sola vez olvidar todo lo que había pasado.
Caminé al espejo por una bata de baño. Cuando bajé al comedor mi madre estaba sentada casi como siempre: con la mirada perdida, sumergida en los recuerdos. No la molesté, abrí la nevera y desayuné; la vida estaba empezando a tomar algún orden. Mi madre golpeó la mesa con su leve palma, como su habitual forma de llamarme la atención. Le di un beso en la mejilla y luego salí de casa; confundido por la singular vida de mi madre.
A parte de la extraña vida de mi madre: silencio y golpes en la mesa; mi vida tomaba una aparente normalidad. Mis amigos, no, mis verdaderos amigos (solo Michael y Paul) se comunicaban seguido conmigo, Michel era el baterista y Paul el vocalista, obviamente yo era el guitarrista; a pesar de que las guitarras siempre fueron mis buenas compañeras, las tuve que dejar al venir a Carolina del Sur. Mi madre se encargó de rehacerme la vida en su totalidad, no fama, no fiestas, no dinero extra. A cambio, una vida tranquila de cualquier estudiante.
Mis aspiraciones para llegar a ser médico comenzaron a surgir efecto, tenía ya cinco años de carrera y una linda pero secreta novia. ía era apenas una chica de primer año, sus padres no eran tan famosos, salían en pocas ocasiones en la portada de los diarios. Sophie y yo teníamos claro que lo nuestro no podía ser público, por una parte era el miedo a la reacción de mi madre: Sophie tenía una fama algo llamativa; por otro lado, los padres de mi querida Sophie eran muy extremistas, ella no podía andar con alguien mayor.
La conocí en una de esas fiestas donde solo un chico rebelde como yo puede asistir. Tanto ella como sus amigas se dieron cuenta de las miradas que compartíamos. Le sostuve el cabello mientras vomitaba todas las copas de más que había bebido, caminamos de la mano descalzos para volver a casa y cuando llegamos a la suya ella se atrevió a robarme un beso. Creo que de la forma más absurda aprendí a quererla a amarla y desearla con todo mi ser.
Sophie se aferraba a la idea de que sus padres entenderían y cada vez que hablaba del tema yo solo sonreía y aguardaba a que ella hiciera lo mismo. Cuando llegué a la universidad bajé del auto que mamá había comprado con el pretexto de que sería más seguro y para mí eso era grandioso; no cualquiera maneja un auto Maserati con lunas polarizadas en medio de la ciudad. Fui sorprendido por una radiante sonrisa de Sophie, ella rebuscó en mi cuello aquella fragancia que tanto anhelaba.
— Suéltame Sophie, pareces un sabueso en busca de un criminal —comenté.
— Leo, hueles tan bien —separó su cuerpo del mío y me tomó de las manos. Sus ojitos brillaron y esa felicidad invadió mi ser nuevamente.
— No hagas eso —apreté los ojos y pude escuchar como sus labios dibujaban una bella sonrisa —sabes que no fui vacunado contra eso —finalicé.
— Bien, bien. Pero tienes que mirarme, tengo que decirte algo importante —como a cualquiera esa palabra me causó un escalofrío, se volvió más seria y me soltó las manos.
— Dime.
— Tenemos que salir hoy, habrá un invitado especial en el bar “Soul” y mis padres saben que iré, claro no contigo; pero si voy sola estaré aburrida —habló tan rápido como quien recita un trabalenguas.
— Lo único que sé, es que hoy, tú y yo saldremos por algunas horas —me despedí de ella con un leve beso en los labios. No debíamos llamar la atención.
Así que hoy nos divertiríamos, Sophie no confiaba en muchas personas, sin embargo trataba de mostrarse confiable y directa. Por otro lado yo no era el típico chico protector, la cuidaba siempre que ella lo necesitase. Caminé un poco desorientado, los pasadizos siempre fueron mi punto débil a pesar del tiempo que tenía estudiando en esta universidad. Cuando llegó por fin la hora para salir de aquella vida universitaria, tenía que buscar a Sophie y retomar la vida de un novio orgulloso y animado. Chloe, la mejor amiga de mi novia, estaba a metros de la puerta en donde mi querida Sophie estudiaba. La saludé por compromiso mas no por amistad, ella se creía mucho más superior a mí hablando de dinero; «si supiera la cantidad de dinero que mi padre me heredó» pensé.