Despierto por el constante ruido del timbre, que parece no cesar. Me levanto con pesadez, preguntándome quién será a esta hora. Al llegar a la puerta y abrirla, me encuentro con Benjamín. Su sonrisa molesta me recibe, y mi cuerpo reacciona al instante, palideciendo.
Siempre es así cuando él está cerca: un sentimiento de miedo y terror me invade. Esa es la marca que deja este maniático en mi vida, atormentándome con su mera presencia.
—Hola, amor —murmura con voz arrastrada por el alcohol. El olor a licor me golpea la nariz con fuerza, y unas ganas irrefrenables de vomitar me invaden.
—Pasa —respondo de manera automática. Lo he aprendido con los años: la sumisión es lo que me permite evitar más golpes. Es lo que más me duele hacer, pero es lo que me mantiene viva.
—¿Qué hacías? —pregunta, mientras me besa el cuello con su aliento alcohólico impregnando mi piel. Cierro los ojos, tratando de bloquear la sensación. El miedo me envuelve, más fuerte que nunca.
—Dormía —susurro, temerosa de su reacción. Él me observa con detenimiento, como si quisiera devorarme con la mirada. Sus ojos recorren mi cuerpo sin piedad, deteniéndose en cada detalle, cada curva.
—No sabes lo mucho que me encantas —murmura, su tono cargado de deseo. Me estremece.
—¿Ne-necesitas algo? —ruego en silencio que hoy no quiera tocarme. No quiero que me toque, no quiero que su piel repulsiva se acerque a la mía.
—Sí... Tráeme una cerveza. Te quiero en la habitación. Unos amigos vendrán y traerán chicas con ellos. No salgas de ahí. —El tono de su voz no deja espacio para dudas, pero al menos hoy parece que no me va a tocar. Un leve alivio se asoma en mi pecho, aunque no puedo relajarme del todo. Siempre hay algo más.
—Claro —respondo rápidamente, con la esperanza de que, al hacer lo que me pide, pueda quedarme a salvo. Salgo disparada hacia el refrigerador, saco la cerveza, y me dirijo a la habitación. Paso el seguro con rapidez, cerrando una puerta más entre él y yo.
Unos minutos más tarde, el ruido en la casa se vuelve insoportable. Los gritos, las risas y la música están a todo volumen, pero son mejor que la presencia de Benjamín. Cierro los ojos y dejo que los recuerdos invadan mi mente. La mirada de aquel chico, tan inesperada, se proyecta en mi mente. Sonrío sin razón, y por primera vez en mucho tiempo siento algo de gratitud. No sabe lo que hizo, no sabe que, en ese momento, evitó que me dejara arrastrar por la oscuridad. Quizás me haya salvado sin quererlo, o tal vez solo fue un impulso. De cualquier forma, agradezco que haya estado allí. Aunque no lo sé bien, me siento menos sola en mi dolor.
**********
Cuando salgo de la habitación, ya cambiada y lista para ir a trabajar, me encuentro con la peor de las vistas: el cuerpo de Benjamín desnudo, una chica desnuda sobre él. La mueca de asco en mi rostro se forma sin poder evitarlo, y mi estómago se revuelca. Me apresuro a salir de allí, con el temor de que Benjamín despierte y me golpee. No quiero darle la oportunidad de seguir con su juego.
Suspirando, miro el cielo de esta mañana, buscando alguna señal de consuelo, pero lo único que veo es la misma ciudad, la misma rutina que nunca cambia. Camino hacia la parada del bus, ya que Benjamín se ha llevado el coche. Mientras miro las calles y el caos urbano, me pregunto cómo sería mi vida sin él, cómo todo sería mejor. Lo sé, pero hay algo en mí que aún teme dar ese paso. El miedo siempre estará ahí, acechando como una sombra que no se puede quitar.
—Señorita —una voz interrumpe mis pensamientos. Levanto la vista y veo a un joven observándome, con una mirada que me resulta incómoda. Me detengo, preguntándome si me está juzgando.
—¿Necesita algo? —pregunto, intentando mantener la calma, aunque no puedo evitar que mi voz suene tensa. Él sigue mirándome, sus ojos no parecen querer soltarse de mi cuerpo.
—¿Puedo sentarme a su lado? —pregunta, y por un momento dudo. Quiero decirle que no, que se aleje, pero estoy en un transporte público. No tengo otra opción más que asentir.
—Claro —murmuro, intentando controlar mi incomodidad. Al menos tuvo la decencia de pedir permiso. Respiro profundamente y sigo mirando hacia afuera, mientras el ruido y las voces me rodean. El peso de la incomodidad se acumula, pero sigo callada, deseando estar en otro lugar, en cualquier otro lugar.
Al llegar a la empresa, me bajo del autobús y ajusto el vestido que me queda grande. No me gusta usar ropa apretada, no quiero que los hombres fijen su mirada en mi cuerpo. Acomodo mi cabello, tratando de evitar que alguien se fije demasiado en mí. Entro al edificio con paso apresurado. El trato de mis compañeros es siempre el mismo: miradas de asco, de desdén. Ya no me sorprende, pero aún me duele.
Subo al ascensor, aliviada de que no haya nadie más. Agradezco este momento de soledad, aunque el peso de mi cuerpo se siente más pesado de lo habitual. Me duele cada músculo, el resultado de un salto del que no quiero hablar. Todo duele, todo se siente mal. Pero es lo que me queda.
Al llegar a mi piso, veo a todos corriendo de un lado a otro. Hay algo en el ambiente, una tensión que me incomoda. Camino hasta mi despacho y encuentro a Diana haciendo unos chequeos.
—¿Qué pasa aquí, Diana? —pregunto, mientras dejo mis cosas sobre el escritorio. Ella me mira con una sonrisa tensa, el cansancio evidente en su rostro.
—Solo una mala noche con un idiota —responde, restándole importancia a lo que sea que haya sucedido. A pesar de su actitud, noto que no está bien. Diana nunca se deja ver tan vulnerable. —Nada grave, solo un mal día. Eva me dijo que en cuanto llegaras te avisara que debías ir a verla. Parece que es algo importante, porque la vi un poco agitada. La empresa está patas para arriba por su actitud. Ve, o creo que le dará un infarto —añade, y me dedica una pequeña sonrisa.
—Te veo al rato —respondo sin mucha convicción. No me interesa demasiado lo que esté sucediendo en la empresa, pero si Eva me necesita, no puedo dejar de ir. Salgo del despacho, esperando que el día no traiga más problemas de los que ya tengo.
#442 en Novela romántica
#140 en Novela contemporánea
poder femenino amor y apoyo, amor romance dudas odio misterio, amor abuso traición dolor
Editado: 09.12.2024