Entro en silencio a la oficina de mi jefa. Eva levanta la vista de su laptop y me sonríe de manera maternal al verme. Eva Lewis tiene que ser la mujer más amorosa del mundo. Es una bendición que esta maravillosa mujer sea mi jefa. Me llevo increíblemente bien con ella y, además de ser mi jefa, la considero una amiga. Es de esas personas que impulsa a otras a conseguir lo que quieren cuando están en el suelo, cuando sienten que no tienen un propósito.
—Allen —me hace señas para que me acerque a ella— siento que algo les falta a estos vestidos, ¿me das tu opinión?
Asiento y camino hasta ella. Ella aparta sus lentes y hace rodar un poco su silla para que yo pueda agacharme y observar los vestidos con detenimiento. El primero de ellos es hermoso, pero lo encuentro demasiado escotado para mi gusto. La tela se pega al cuerpo de manera que no favorece a la figura femenina de una manera elegante. La observo en silencio, notando que ella también parece pensar que falta algo.
—Creo que el color es muy llamativo, pero tal vez si colocaran un poco más de este tono de abajo hacia arriba y lo traspasaran en líneas, sería perfecto. El ángulo de los colores no favorece al escote —le sugiero.
Ella lo observa en silencio durante unos segundos, y luego se acerca a su computadora portátil. Hace lo que le acabo de recomendar y, cuando el diseño aparece en la pantalla, sonríe satisfecha.
—¡Quedó perfecto! No me equivoqué contigo cuando te contraté —dice, sonriendo con orgullo. Yo sonrío despacio y me pongo de pie, sintiendo que una pequeña satisfacción se apodera de mí.
—Habrá una reunión en breve —me dice después de una pausa—. Tú entrarás conmigo. Te seré sincera, trata de ser amable con ella, porque yo no la soporto. No le cierres las puertas, porque la inversión que propone es bastante jugosa, si no, la saco a patadas —me sorprende escucharla hablar así, ella es una persona tan amable y comprensiva. Ella ve mi confusión y sonríe disculpándose—. Dejó a mi hijo menor plantado en el altar —respiro hondo, asintiendo en comprensión. Nadie, absolutamente nadie, le haría eso a un ser querido.
—Lo haré —murmuro, a pesar de que los nervios ya empiezan a apoderarse de mí. Siempre me pasa cuando se acerca el momento de una reunión importante.
—Puedes retirarte —dice, indicándome que puedo salir. Camino hacia la puerta, pero antes de salir, ella me llama.
—La reunión será en la tarde, ¿qué tal si te invitamos a comer después? —pregunta, mirándome con una sonrisa amable.
—Excelente —respondo, intentando ocultar mi ansiedad.
Ella sonríe y me hace señas de que puedo salir.
Respiro hondo al salir de su oficina y ver la cara preocupada de Diana. Mi cuerpo se tensa de inmediato, y no hace falta que diga nada para saber que Benjamín está en mi oficina.
Me siento como si me ahogara. Respiro nervioso y Diana entra conmigo. Ahí está él, mirando distraído unos cuadros que tengo colgados en la pared, los de "Mejor empleada del mes". Al sentirme entrar, se gira hacia mí, y me recibe con una sonrisa que no me gusta para nada. Diana me observa con una mezcla de preocupación y duda, pero mis ojos están fijos en el hombre que es mi peor pesadilla. El hombre que se supone debería ser mi apoyo, pero que, en realidad, me hunde más y más cada día sin querer ayudarme.
Doy pasos vacilantes hacia delante hasta colocarme frente a él. Él observa a Diana, y hago señas para que salga del lugar. Ella me mira preocupada, pero al ver mi insistencia, me lanza una última mirada antes de salir de la oficina, cerrando la puerta detrás de ella. Me siento más nerviosa ahora. Estamos solos, y sé que sería capaz de pegarme en un lugar en el que las marcas en mi cuerpo no serán visibles para los demás.
—Benjamín —murmuro con fingida tranquilidad— ¿qué haces aquí? —pregunto suavemente, aunque mi cuerpo tiembla de miedo.
Él me observa con calma, sonriendo como siempre.
—Necesito dinero —dice, su voz cargada de indiferencia.
Siento un nudo en el estómago.
—¿Cuánto? —pregunto, tratando de mantener la compostura.
Él pone una de sus manos en su barbilla y la acaricia, como si estuviera pensándolo. Sonríe de manera maliciosa y señala la cantidad que quiere en uno de mis cheques.
Mis ojos se abren de par en par al ver la cifra. Es una cantidad excesiva, pero lo peor es que él sabe que tengo el dinero.
—Ahora firma y me largo —dice con una sonrisa arrogante. Esa cantidad de dinero pensaba enviarla a mi madre, pero ahora todo está fuera de control.
—No puedo, Benjamín, la cantidad es demasiado alta —murmuro, mirando el cheque en mis manos, incapaz de creer lo que está pasando.
En un abrir y cerrar de ojos, sus manos me agarran con fuerza del cabello y me acercan hacia él. Un gemido de dolor escapa de mis labios mientras una lágrima baja por mi mejilla. Lo siento sonreír contra mi piel. Mi cuerpo entero se estremece de asco y odio.
—Firma el maldito cheque o te tocará dejar que juegue con tu precioso cuerpo —sus palabras son veneno, y mi respiración se corta.
Quiero mandarlo al infierno, pero sé lo que vendría después, y eso... eso no es algo que quiero enfrentar.
—Benjamín —le digo con voz temblorosa. Él aprieta su agarre en mi cabello, causando un dolor insoportable.
—Lo haré, suéltame, por favor —le suplico, sin poder evitar que mi voz tiemble.
Él sonríe y me suelta, dejándome respirar con dificultad. Tosí un poco antes de mirar el cheque y firmarlo rápidamente. Mi mano tiembla, pero logro hacerlo. Él sonríe con satisfacción al ver que lo he firmado. Mi alma grita de rabia. Lo maldigo en mi mente, en el único lugar donde puedo desahogarme sin miedo.
—Por eso te amo, eres tan complaciente —susurra, y me besa en los labios. Trato de responder, pero lo único que siento es una náusea profunda, como si todo en mí se quisiera desmoronar.
Benjamín es el ser más repugnante que existe. Sus manos se apoderan de las mías con fuerza, impidiendo que pueda hacer nada. A pesar de que intento mantener la calma, sé que no puedo escapar de su control. Lo beso, pero mi mente está en otro lugar, tratando de bloquear todo lo que está pasando.
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Editado: 09.12.2024