—Allen debes conocerlo—asegura Diana y me río de ella. Esta muy emocionada con su nuevo novio con el cual lleva ya tres semanas.
—Diana, creo que tú deberías ir sola—ella niega con una sonrisa.
—Le he hablado de ti y quiere conocerte—me dice jaloneándome fuera del despacho luego de nuestro turno.
—Diana—imploro y ella bufa.
—Además, él es el abogado del cual te comenta—la miro con los ojos abiertos—es quien nos ayudará con tu caso, me siento más tranquila así porque sé que nunca nos fallaría, él es un buen hombre—dice con una enorme sonrisa en los labios.
¿Por qué sigue aquí?—pregunto inquieta, también un poco emocionada provocando que la sonrisa de Diana incremente, lo cual no lo creo posible, pero ya ves, lo es.
—Por cierto, esa mujer no deja de mirarte mal, creo que debes tener cuidado con ella—miro disimuladamente y se trata de Raisa. La misma mujer que se fue de viaje de manera imprevista y volvió lanzando veneno a todos los empleados del lugar, pero últimamente la siento mirarme de una manera que me inquieta bastante, y no de una buena forma.
—No sé qué quiere esa mujer conmigo—ella se encoje de hombros.
—Solo cuídate, parece peligroso—caminamos hasta su coche. Ya es el final de un largo día laboral ya pesar de que muero de cansancio, debo conocer al hombre que me ayudará a divorciarme de Benjamín.
Si, Benjamín y yo estamos legalmente casados y eso es algo que detesto, ni llevo el anillo. Diana estuvo tratando mi caso con él, ella es quien le ha estado hablando, sobre todo, exceptuando las violaciones porque aún me da miedo admitirlo en voz alta. Ese terror a que me juzguen y no me crean está en mi mente y aunque visita a mi psiquiatra, sigue latente dentro. Creo que eso es uno de los miedos más grandes que debo superar.
Llegamos a un bonito restaurante y nos quedamos en silencio.
—Nunca me comentaste que mi abogado es tu novio—digo con el ceño fruncido lo que hace que ella me mire con una sonrisa bonita en los labios pretendiendo ser angelical, ruedo los ojos porque ella tiene de todo, menos lo angelical.
—Supongo que se me olvidó, vamos, él es un encanto de hombre—hay veces en las que me siento mala amiga con Diana, ella merece más amistad de lo que yo le ofrezco.
Mirar la felicidad de Diana me hace sentir envidia. Sí, porque jamás podré comportarme de ese modo nuevamente. Puede que cuerdo, pero las cicatrices no me dejarán confiar plenamente en otro hombre jamás. Siempre estará esa pequeña duda de si él es igual a Benjamín. Siempre estará esa pregunta, aunque sea de manera inconsciente.
Desde pequeña tuve un sueño de conocer el amor de mi vida, pero del único que pensé enamorarme fue de Benjamín y resultó ser un enfermo mental que abusa de las mujeres y les pega. No comprendo su obsesión conmigo. Hay muchas mujeres. ¿Por qué yo? ¿Por qué golpearme y abusar de mí? Son preguntas que siempre he deseado hacerle, pero que tengo miedo de cual forma él podría responderme.
Diana y yo ingresamos en el bonito lugar y ella mira en busca de lo que supongo es su novio. Al verlo sonríe complacida y caminamos. Al estar frente a la mesa y el chico levantar la mirada mis ojos se abren y siento que palidezco. Me mareo y todo ese miedo sale a flote.
—Allen—dice el amigo de Benjamín mirándome con los ojos abiertos. Siento náuseas, tengo miedo, mis manos sudan.
Benjamín lo sabe todo.
Todo lo que he hecho ha sido en vano.
Benjamín me va a matar.
Matará a mi familia.
Oh, Dios mío.
Tengo miedo.
—Dios mío Allen, estás blanca como un papel—ella me ayuda a sentarme y trato de recordar lo que me dijo Antonella que haga en estos casos, pero estoy bloqueada.
En todo lo que puedo pensar es en Benjamín, es como si ya sintiera todos los golpes que voy a recibir. Como si mi cuerpo ya supiera la rutina de maltrato.
—Él me matará—murmuro con los ojos como platos. Todavía no me puedo enfrentar a Benjamín. No estoy bien de mi estado mental aún. Pero siguiendo los consejos de Antonella me voy tranquilizando de un poco.
— ¿Quieres agua, cariño?—me pregunta Diana con afecto y suavidad. No la miro porque solo estoy teniendo un posible ataque ahora mismo.
—Si—susurro y ella lo hace rápidamente.
Ellos se quedan en silencio dándome la oportunidad de tranquilizarme, algo muy difícil cuando siento que todo se reduce a que recibiré golpes por parte de Benjamín. Cuando estoy más tranquila me encuentro la mirada sorprendida de Santiago. Recuerdo que él fue a mi casa. Lo recuerdo perfectamente.
Amigo de Benjamín, estuvo en la cena que ese bastardo me hizo preparar. Justo el día donde Jasper me ayudó alejando a Benjamín de mí.
—¿Estás mejor, Allen?—me pregunta suavemente.
—Sí, yo estoy mejor—digo tratando de tragar el nudo que amenaza con asfixiarme.
—Bien, Diana me comentó la situación entre tu esposo y tú—me dice Santiago mirándome como si se sintiera culpable.
—¿Ustedes se conocen?—pregunta Diana confundida.
—Él es amigo de Benjamín—Diana se levanta de la silla mirándolo horrorizada. Santiago se levanta mirándola con temor y pesar. Mis labios tiemblan un poco ante la mirada de odio en los ojos de Diana.
—Te juro que no tenía idea de lo que le hacía, Diana—él me mira y parece que dice la verdad—nunca me habría pasado por la cabeza que él te maltratara Allen, lo siento mucho. Benjamín es mi amigo, pero siempre habla maravillas de ti ¿Cómo me iba a imaginar todo esto?—pregunta con horror en su tono de voz.
—No te disculpes, se cuan buen actor es—le contesto—además, solo me viste algunas veces de manera superficial—él asiente—pero no le digas nada de esto. Él me mataría si descubre que quiero dejarlo—me mira a los ojos.
—Cuenta conmigo Allen, haré todo para que no tengas que lidiar con él. Si tenemos pruebas podemos—él se queda en silencio cerrando los ojos—podemos enviarlo a la cárcel—termina de decir con un toque de pesar.
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Editado: 09.12.2024