Tres días en cautiverio, o por lo menos esos son los días que creo llevo aquí ya que no entiendo realmente cuanto es, todo lo que tengo es una bombilla encendida y ya. Tengo que agradecer a todo lo sagrado que Benjamín por lo menos tenga la decencia de dejarme ir al baño. Aunque lo que más agradezco es que no me haya tocado. Sabrina lo ha estado impidiendo hacer uno que otro alboroto, esa niña me ha caído como un ángel y al parecer es cierto lo que dice. Parece invisible. Ella me visita cuando Benjamín y Raisa salen para hacer cualquier cosa, me da de comer y me ayuda.
Justo ahora no hay cuerdas en mis muñecas y Raisa me mira con aires de grandeza y asco al verme orinar. Me duelen las manos y sé que esas marcas en mis muñecas procreadas por las cuerdas tardarán muchísimo tiempo en desaparecer. Eso si no me matan antes.
—No entiendo que te vio Jasper y Benjamín. Eres fea, tienes mal cuerpo, vistes horrible—término y camino hasta el lavamanos, me lavo las manos callada—eres como una mojigata, todo el tiempo llorando. No comprendo porque andan ambos enloquecidos contigo. Debes ser muy buena en la cama como para tenerlos de esa manera. Eres una zorra. Ellos eran amigos y te metiste con quien era prohibido para ti. Benjamín está así por tu culpa, tú eres quien lo hace ser una mala persona—la miro a través del espejo.
—Él es el único culpable de sus acciones. Yo no lo he obligado a hacer nada—ella me reta con la mirada, pero la mantengo en alto. No la dejaré intimidarme—yo no soy culpable. No decidí que esto pasara y si fuese por mí, yo no estaría ahora aquí—ella me sonríe como si sus siguientes palabras me fuesen a molestar o hacer sentir mal.
—Ese es el caso, estarías con Jasper. Mi hombre—un malestar se me forma en el estómago.
—Jasper no es tuyo—ambas parecemos sorprendidas de mis palabras. Ella enarca una ceja.
—¿Y de quién es? ¿Tuyo?—la veo sonreír—mírate bien en el espejo, eres horrible, Jasper es mío—trago seco.
Me siento extraña ante su posesividad con Jasper. Esa mujer me odia, pero es porque Jasper no la ama a ella... Jasper me ama a mí. Mis ojos se abren, él me lo ha dicho, pero hasta ahora me doy cuenta de cuan intensas son sus emociones y sentimientos por mí.
—Eso deberías saberlo tú—sus manos halan las hebras de mi cabello y gimo de dolor al ver su cara contraída en la furia, furia que va dirigida hacia mí. Aprieta su agarre con fuerza y me trago un grito de dolor que quiere escaparse, sus ojos parecen dos pozos de odio infinito, trago en seco.
—¿Te crees muy lista?—muerdo mis labios para guardar mis gemidos de dolor, no le quiero dar la satisfacción de verme sufrir.
—Suéltame—ella se ríe y siento mi cabeza comenzando a doler. La veo sacar una navaja y tiemblo un poco, pero no retrocedo porque decidí que a ellos no les daría el placer de verme mal o que ellos se sientan más grande que yo.
Sin que lo espere siento mi sangre hacer un recorrido, me ha cortado en línea recta el brazo. Miro con horror como la sangre baja y ella sonríe como si fuese lo más divertido del mundo, un pequeño gemido de dolor se escapa de mis labios y contengo las ganas de llorar.
—Quizás de esta manera te veas mejor—habla mirándome a través del espejo—creo que ahora si pueden pelear por ti—sonríe con burla—aunque una cicatriz en ese horroroso rostro que tienes quería perfecta, te haré perfecta—susurra y mi piel se hiela porque está sonando como una loca.
—Suéltame, todavía tienes oportunidad de salir de esto, Benjamín está loco, no termina como él—susurro y ella niega con una sonrisa.
—No lo entiendes, Jasper es mío. Desde joven dio todo por mí, me amó con locura y verlo parecer querer complacer todos mis caprichos comenzó a aburrirme, encontré placer con uno de sus amigos cercanos. Jasper no sabe que mientras yo lo planté en el altar me revolcaba con Benjamín. ¿Sabes por qué lo planté? Porque sabía que lo marcaria, porque de esa manera yo lo cambiaría por completo. Jasper solo amaría una mujer en la vida y esa sería yo—pega mi cuerpo al lavamanos.
—Por eso me odias—hablo con una seguridad que no sé de donde estoy sacando—porque yo logré lo que tú pensaste ninguna mujer podría, yo logré que él ame de la manera más pura y buena, por eso me detestas—la sonrisa de Ella cae por completo.
—Eres una maldita zorra—veo como levanta la navaja dejando de ejercer presión en mi cabello, actuó rápido, me impulso hacia atrás con fuerza y mi cabeza hace crujir su nariz. La veo desorientada y tomo el jarrón que permanece en una esquina del baño y este termina en su cabeza. Respiro con fuerza al verla inconsciente y siento miedo de haberla matado.
Lentamente me acerco y le tomo el pulso. Respiro aliviada al darme cuenta de que respira. Tomo su blusa y el rompo haciendo una cuerda con ella y atándola, la otra parte se la amarro en la boca. Dios, la desesperación te hace cometer tan peligrosas acciones.
Sé que Benjamín está en un estudio, el cual desconozco. Respiro con fuerza y tomo la navaja que usé para cortarme. Cuando salgo utilizo una de las blusas que ella deja cuando mantiene relaciones sexuales con Benjamín frente a mí, al parecer eso les acusa morbo a ambos. Sucios cerdos.
La enredo en mi brazo haciéndome un nudo improvisado. Luego de tantos años siendo maltratada el ocultar golpes yo sola se volvió un don del cual no agradezco. Los latidos de mi corazón se sienten pesados y salgo afuera. Camino tentativamente y llegar a una cocina. No hay nadie. Cuando creo que no puedo tener mejor suerte veo un teléfono desbloqueado encima de un taburete.
Antes de llamar activo al GPS en caso de que algo pase y marco el único número que se me de memoria. El de Jasper.
—Lewis—responde y siento que el alma vuelve a mi cuerpo.
—Jasper—mi voz sale temblorosa—soy Allen, ven por mí—digo cerrando los ojos.
— ¿Dónde estás?—muerdo mis labios.
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Editado: 09.12.2024