Dos meses después, los venecianos, además de ricos mercaderes orgullosos que patrocinaban la empresa de la conquista de Constantinopla y el dominio de las rutas comerciales náuticas del Mediterráneo, dado que el comercio con Oriente, pasaba directamente por Constantinopla y la ciudad italiana tenía muchas empresas e intereses comerciales veían con recelo a la ciudad enemiga que querían conquistar para así ellos monopolizar el comercio con el lejano oriente y dejar atrás a sus rivales directos de comercio como Génova y Pisa. invirtiendo grandes sumas de liras de oro para hacerse aún con mas riqueza y poder, comandados por el Condotiero Francesco, lograron convencer a las autoridades de la Serenísima Republica de Venecia, la ciudad de los eternos y pintorescos canales llenos de gente que se trasnportaba en pequeñas embarcaciones, desde góndolas, barcos mercantes, pequeños botes, mientras que en los puertos destacaban las enormes goletas y embarcaciones con velas altas, Venecia era una ciudad vibrante, característica por sus edificios de tejado naranja, era la perla del mar Adriático, mientras tanto el Condotiero solicitó una audiencia de vital importancia con las autoridades de la ciudad República, las autoridades eclesiásticas y al Consejo para que prepararan un ataque contra la mismísima perla del Mar Negro, contra la mítica Constantinopla, el último remanente viviente de la civilización clásica grecorromana, la cuna de la civilización occidental, desde filósofos, ingenieros. escritories, matemáticos, guerreros, y la cuna de la democracia.
En un edificio de Madera decorado con grandes pinturas al óleo, de tres pisos de alto y con ventanales decorados con escenas como la resurrección de Jesucristo, en una sala con grandes muebles de madera artesanales decorados finamente, se encontraba en una gran mesa por una parte, Francesco, quien recientemente había conseguido escapar del desastre de Malta, como le llamó a la estrepitosa derrota contra la armada romana oriental, estaba sumamente resentido contra la labor del ejercito bizantino que consiguió frenar su complot para poder apoderarse del secreto del fuego griego, se encontraban tres senadores del consejo de la Republica, discutiendo los hechos acaecidos en la batalla, el Condotiero le explicó los detalles de la operación y que había sido un fracaso por poco, el ejército bizantino se habría comportado de manera inusualmente valerosa en la batalla.
-Solo me parecen pretextos de un mercenario que nos ha costado la vergüenza y humillación a la República de Venecia, me parece una falta de respeto que tengas el descaro, Francesco, de querer convencernos de una nueva campaña, solo nos ha demostrado tu incompetencia- Dijo el senador Fabrizio.
-Yo entiendo que fue una pequeña mala pasada, y yo asumo la responsabilidad de mis errores al frente, pero esta es una oportunidad única, podremos conquistar Constantinopla de una vez por todas y acabar con nuestros rivales comerciales. -dijo Francesco, reprimiendo su enojo contra el senador Fabrizio, tratando de hablar amablemente.
-Déjalo que exponga su estrategia, tal vez tenga algo bueno que aportar ese mercenario. -Dijo Domingo, un anciano de 78 años que tenía ya un asiento de antigüedad en el consejo republicano,
-Gracias, señor senador, verán, hemos estudiado a fondo las debilidades de la Armada Romana y hemos concluido que son incapaces de repeler un ejército comandado por una coalición, tengo planeado aprovechar que el estúpido papa ha convocado a la Cuarta Cruzada, para poder ofrecer las naves de la República para servir de transporte a los caballeros de la coalición de los reyes que quieran mandar a Tierra santa, y cuando estos estén embarcados, convencerlos para sumarse a nuestro plan de invasión de la ciudad.
-Lo que dices es enfermizo y traicionero, la honorable república no puede pensar en hacer algo que podría crearnos nuevos enemigos por todas partes, los cerdos del vaticano de seguro que no les agrada nada la idea, nos las cobraran de alguna manera, ya conoces a sus perros los jesuitas, son una bola de cerdos que no piensan por su mismos-Dijo Fabrizio visiblemente con una mueca de desdén.
-Me parece que no está viendo las enormes posibilidades de riqueza, señor senador, podríamos controlar las rutas de entrada de las mercancías del Lejano Oriente a nuestro placer, eso significa una cosa, ORO, más oro del que pudiésemos imaginar. - contestó el condotiero.
-Aún así no creo que los cruzados con su honor tan religioso quieran acceder a la propuesta, es simplemente demencial- dijo el señor Domingo mientras veía en un viejo mapa desplegado en la mesa el inmenso mar Mediterráneo.
-Todo hombre tiene su precio senador. - Dijo Francesco
En ese momento un barco al parecer un dromon bizantino con las velas quemadas y desgarradas, echando humo y con gran parte de la cubierta quemada llegó a puerto, los soldados de Venecia y el condotiero mi8smo salieron a presentar batalla lo que creían que era un barco bizantino cargado de explosivos, pero cuando sus agentes secretos bizantinos y algunos venecianos salieron a saludar desde la cubierta supo que lo había conseguido, había conseguido el fuego griego. El último barco que quedaba a flote, de los que habían sido robados, estaba en sus manos.
Sonrió por dentro.
Miles de kilómetros de distancia. En el cuartel general del Ejercito de Santa Sofía.
Después de haber sido rescatados del naufragio por sus compañeros de la costa, quienes al término de la batalla por las baterías de artillería de la costa se embarcaron a rescatar a los marineros que habían estado flotando en el mar, el capitán de flota, había muerto, así como muchos amigos de Arcadius y decenas de soldados que perecieron ahogados, antes de que pudiesen rescatar al resto de los tripulantes, entre los cuáles se encontraba Arcadius, estaba a punto de ahogarse, pero fue rescatado a tiempo por nadadores que subieron a los sobrevivientes de los barcos que se fueron a pique a cubierta.