Prometo recordarte

And I know he heart is beating

“Una muchacha joven de estatura promedio, cabello largo, completamente rizado y alborotado, de color anaranjado, labios rojos y delineado extravagante. Su voz es andina.”

Fueron las características que el padre de Petra ofreció como descripción a Hansen. El huérfano estuvo pensando por un largo rato en ello. Irritado, se sobaba la cabeza con sus dos puños de vez en cuando. Si ahora lo pensaba bien, nunca en su vida se había metido en un problema ajeno en el que estuviera obligado a resolver y eso empeoraba su humor.

Una vez más, Nanashi apareció en la estación de policía y jaló con fuerza la silla de Hansen, estrellándolo contra la mesa de atrás y causando un alboroto por esto.

El compañero que tenía a un lado suyo, un chico un par de años más grande o quizá de la misma edad, con sobre peso, mejillas rosadas, piel blanca y ojos medianamente pequeños, que claramente vio la escena y quedó petrificado al repetir en su cabeza ese acontecimiento; nunca vio que Hansen moviera sus pies, además, si lo hubiera hecho, ¿cómo puede ser que alguien con una frágil apariencia haya podido empujar una sola vez su silla y bastante lejos? Por otro lado, Nanashi solo reía por la maldad. Antes de que Hansen le reclamara, se levantó de su lugar y levantó las cosas que tiró. En un momento, su mano chocó contra la de su compañero y ambos levantaron la cabeza, intercambiando miradas.

—De verdad, lo siento —dijo Hansen con vergüenza—. Creo que la silla tiene serios problemas.

—¿La silla? —su compañero vio la silla como tal y encogió los hombros— Yo creo que el que tiene serios problemas es el trasero que estaba ahí.

Hansen soltó una desganada risita, acompañada de una falsa sonrisa llena de enfado. El policía no comprendió con exactitud las emociones de Hansen, así que le regresó una sonrisa llena de inocencia.

—Soy Napoleón Singh, pero ahora que somos compañeros, solo llámame Napoleón. ¿Qué hay de ti?

—Soy Hansen; Hansen para los conocidos y me gustaría que me llamasen Hansen si tuviera amigos…

Napoleón esbozó una risa y palmeó el hombro del huérfano.

—Eres muy gracioso, Hansen. Te llamaré Hans. ¿Cómo te va con tu primer trabajo?

—Ni lo digas… —suspiró.

—¿Puedo darte un consejo? O bueno, supongo que sería una opinión. Saliste de la estación sin haber llevado contigo a un policía, ni siquiera llevabas una libreta. No me imagino el desastre que se hizo en casa del pariente de la víctima. Deberías llevar contigo a un policía para cuando hagas tu siguiente movimiento.

—¿Insinúas que debería llevarte?

Napoleón ocultó sus manos en su espalda y se balanceó hacia adelante y hacia atrás, algo avergonzado por su futuro “sí”. Mientras tanto, Nanashi se ocultó en las espaldas de Hansen y colocó sus manos sobre sus hombros, así observando al policía con recelo.

—No lo lleves contigo, Hansen… ese chico tiene otras intenciones… —murmuró Nanashi cerca de su oído.

—El único que conseguirá quedarse serás tú —murmuró Hansen.

Por otra parte, Napoleón, quien estaba esperando con algo de ansias una respuesta de Hansen que dijera “¿Por qué no vienes conmigo?”, escuchó con confusión aquel murmullo. Detuvo sus movimientos y ladeó la cabeza.

—¿De verdad no vas a querer mi ayuda?

—¿Qué? No, no… no quería decir eso. ¿Sabes? Solo espero sobrevivir la semana aquí. Sé que soy pésimo con mi trabajo y eso que apenas llevo unas horas, pero hacía algo parecido antes de venir y no lo sé, de cierta forma podía arreglar las cosas a mi manera, pero aquí es distinto, porque tengo que seguir las reglas del señor Myers. Tu ayuda no estaría de más. Quisiera que me acompañaras.

El patrullero lo escuchó con detenimiento, su corazón sintió un tanto (por no decir que demasiada) de lástima por el huerfanito y sus acciones lo delataron, pues colocó su mano derecha sobre el lado izquierdo de su pecho y también demostró una facción afligida, que prontamente fue cambiada por una comprensiva sonrisa. Napoleón rodeó los hombros de Hansen.

—No te preocupes. Napoleón está aquí para ayudarte. Solo dime que tienes pensado hacer y con tu ingenio y mi cooperación lograremos ayudarte.

Nanashi estuvo refunfuñando del coraje por la amabilidad de Napoleón; a pesar de que sus excusas eran tontas e infantiles, eso y su persistencia hicieron malhumorar a Hansen y dos horas antes de que pusieran manos a la obra, los dos salieron de la estación de policía para arreglar las cosas.

El ceño fruncido de Hansen y la intensidad con la que lo miraba directamente a los ojos, hicieron intimidar a Nanashi. Se sintió tan diminuto por cada segundo que pasaba y todas esas palabrerías e insultos hacia el patrullero, se volvieron repetitivas disculpas y reverencias.

—¿Qué parte de “trabajo” no estás entendiendo? Mira, Nanashi, está comenzando a cansarme que por cada persona con la que converse o me relacione, tú te pongas en ese estado. ¿A ti no te enfadaría que hable mal de toda persona que habla contigo? Claro que sí, pero no, no puedes saber lo que se siente porque apenas puedes conversar conmigo. Y te voy a decir una cosa: Es frustrante, tan frustrante que no tienes idea. Si estuvieras vivo tú…

—¿Si estuviera vivo, ¿qué?  —lo interrumpió —¿Si estuviera vivo no te enfadarías tanto conmigo? Vaya, parece que solo te importa el físico.



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En el texto hay: boyxboy, drama, lgbt

Editado: 02.05.2022

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