Pronto te veré

2

Daniel.

No pude dormir en toda la noche pensando en Dayana, ¡tuvo una cita! En mis planes ella nunca tendría una cita y yo tendría vía libre, así podría decirle todo lo que siento con tranquilidad, pero no, la muy terca tuvo que salir con alguien. El desespero me ganó y recurrí a la estrategia más sucia de todos los tiempos «le pagué a alguien para que los espiara» y gracias a Dios no pasó nada, eso me dejó un poco más tranquilo, pero no sé qué haré si a Dayana le gusta el chico.

No sé quién es, pero sea quien sea lo odio ¿cómo se atreve a salir con Dayana? ¿no ve lo perfecta que es? Ella no merece a ninguno de esos idiotas, ella merece más. Y no es que yo sea el mejor, pero más que ellos sí. Conozco a Dayana más que a mí mismo, es muy fácil de lastimar y eso es lo que no quiero.

Ahora voy caminando a su casa, sé que estoy molesto, pero una de las promesas que no hicimos cuando estábamos pequeños fue que siempre, no importaba cuan molesto estuviéramos, iríamos juntos al instituto.

Al llegar no digo nada, ni siquiera la miro, solo espero a que se levante y empezamos a caminar en silencio. Aunque tenga muchas cosas que contarle no quiero hablar con ella.

—¿Sigues molesto? —pregunta, después de varios minutos en silencio.

Se nota que está incómoda, nunca me había enfadado con ella y no quiero estarlo, pero por alguna razón es inevitable, no soporto que esté saliendo con alguien más ¿estoy celoso? Si, y mucho, pero no puedo hacer nada.

—No quiero que estés molesto conmigo —vuelve a hablar sin obtener respuesta—. ¡Daniel!

Se detiene cruzándose de brazos.

—Daniel, no quiero que estés molesto conmigo —no le contesto y sigo caminando.

Nos montamos en el autobús, me siento en mi lugar sin mirar a los lados, siento como el asiento que está a mi lado se hunde indicando que Dayana se sentó. ¿Debería molestarme con ella por eso? No sé si tengo el derecho de enfadarme, ella no sabe lo que siento por ella. Me giro para hablar pero...

La chica que tango a un lado no es Dayana ¿dónde está ahora? Me alzo un poco en mi asiento, pasando la vista por todos los puestos y la veo dos hileras más adelante que yo, por suerte no tiene a nadie sentado junto a ella, me levanto y me acerco a su lugar y me siento junto a ella.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, pero no responde—, Dayana, mírame.

—Lo siento, ¿si? —dice sin mirarme.

—No te disculpes —le aseguro—, solo fueron cel... activé mi modo sobreprotector.

Si supiera como esto me está comiendo por dentro me entendería.

—¿Abrazo? —se gira hacia mí.

Acepto el abrazo con gusto. Los abrazos de Dayana siempre me quitan el mal humor, son como si estuvieras caminando sobre púas y de un momento a otro te llevarán a las nubes, el simple hecho de tenerla cerca me hace el hombre más feliz del mundo.

—Debí hacerte caso ¿sabes? —se separa un poco—. La cita fue horrible, el muy idiota solo quería un poco de "sexo" —dibuja unas comillas con sus dedos—, y papá casi se da cuenta.

Sonrió para disimular el enojo.

«Imbécil»

¿No ve que Dayana es más que solo sexo?. Bajamos del autobús y nos dirigimos a nuestra primera clase del día cuando...

—¡Hola, Dayana! —gritan.

Me giro con ella clavando la vista en el rubio castaño que se para frente de nosotros, «Adrian Davis» ¿desde cuándo le habla a Dayana?

—Hola, Ad —saluda mi amiga.

¿Ad? ¿desde cuándo es Ad? ¿por qué él tiene un apodo y yo no? ¿Es que no le importo tanto como él, que no me da un apodo? O mejor dicho, ¿Desde cuándo se conocen? No recuerdo ver a Dayana hablando con él en ningún momento.

—¿Te importa? —habla el rubio—. Me gustaría hablar con Yana a solas.

—Es Dayana —le corrijo y le dedicó una mirada de pocos amigos—, y si me importa, de hecho, vamos tarde a clase.

Tomó a Dayana del brazo pero ella se zafa de mi agarre de manera discreta.

—Guarda mi puesto, nos vemos en el salón.

Y sin más se da la vuelta y se va con "Ad", mi mal humor vuelve pero esta vez de una manera más fuerte, lo prefirió a él antes que a mí; yo, que soy su mejor amigo, me dejó a un lado como la basura. Lo sé, estoy siendo un dramático, pero tengo razón al decir que eso no fue justo, soy su mejor amigo, debió venir conmigo en vez de irse con él.

Entra la profesora y Dayana no llega, ¿a dónde se habrán ido?, empiezo a impacientarme cuando...

—Buenos días y disculpe la tardanza —entra Dayana de repente—, ¿puedo pasar?

La profesora asiente y ella se sienta en su lugar «que está junto a mí» y saca su libreta de apuntes. Las horas pasan como siempre, lentas y aburridas, y yo no me volteo a ver a la chica que me tiene de mal humor. Ahora sí tengo la razón al molestarme ¿cierto?. Termina la clase y salgo lo más rápido que puedo.

—Daniel, espérame —dice mi amiga, pero la ignoro dirigiéndome a afuera.

Camino por los pasillos a paso rápido, no quiero hablar con Dayana, estoy tan molesto que no quiero decirle algo ofensivo. No pasa mucho tiempo cuando escucho los pasos del pequeño Oompla-loompa.

—Daniel, espera —me sujeta de la muñeca—. ¿Qué... te... pasa? —dice con la respiración acelerada.

—¿A mí?, nada —espeto.

—¿Ahora qué hice? —pregunta.

—Nada —contesto.

—¿Si no hice nada por qué estás molesto?

—No lo sé, pregúntale a Ad —respondo tajante.

—¿Es en serio? —sonríe de medio lado—, ¿estás así por Adrian?

Me doy la vuelta y sigo caminando dejándola atrás y mi al humor aumenta cuando veo que se acerca Adrian. Me devuelvo a donde está Dayana la tomo del brazo llevándola a la cafetería del instituto y nos sentamos en una de las primeras mesas vacías que encuentro.

—Me estás dando miedo —pone una cara rara.




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