Melissa Drew
El transcurrir de los meses me llenan de miedos, pero a su misma vez de aprendizaje.
Dejo el ordenador de lado cuando escucho el llanto de Adara, me levanto y camino hacia la sala, que es donde se encontraba durmiendo su siesta.
Llora simplemente cuando se encuentra sola, lejos de eso no es una niña berrinchuda ni hace de una tormenta un vaso de agua.
Tiene sus momentos de capricho pero nada que un padre mimador no solucione.
Y por supuesto que estoy hablando de Thomas, quien no para de cumplirle los caprichos, aún no sabe hablar pero la conocemos lo suficiente para entenderla cuando quiere algo.
El ser madre es algo nuevo para mi, de estar trabajando día y noche, ser una mujer sin horarios ni ataduras, pase a ser una madre y esposa ejemplar, por supuesto que sin dejar de lado el trabajo también.
Soy muy obsesiva y quiero tener siempre todo listo, a las 19 la cena servida, Adara bañada antes de las 22 y todos durmiendo antes de las 00.
Y eso solamente es la rutina de noche. Creo que mi signo zodiacal se está reluciendo ahora más que nada que soy madre.
— ¿Que pasa cielo? ¿Ya es hora de la merienda?
Tomo a mi hija de su cuna y sus ojos azules, iguales a los míos, me miran con adoración.
Estoy orgullosa de ella y también de mi porque no me salió ni una cana por el estrés de estos meses.
Recuerdo que mi madre siempre me dice "Tu me hacías sacar canas verdes de lo inquieta que eras."
Y Adara no se queda atrás con respecto a eso.
Cuando se cayó por primera vez creí que el corazón se me iba a salir del pecho, Thomas creyó lo mismo ya que la tomo en brazos y nos hizo ir al hospital más cercano.
El pediatra que nos atendió en urgencias nos dijo...
— ¿Son padres primerizos no es así? Su hija solo tiene un pequeño raspón en la rodilla, de seguro quiere empezar a caminar, no se preocupen tanto.
Pero eso no nos tranquilizó en absoluto.
Llegó a la cocina con ella en brazos y comienzo a buscar todo para prepararle una mamadera, hay dos veces en el día que la amamanto nomás, cuando se despierta y para que se duerma.
Según la pediatra eso que estoy haciendo está bien, así se acostumbra mejor cuando tenga que dejar de amamantarla. Me felicitó por hacer aquello y yo sonreí orgullosa, cuando se lo debía de agradecer a los diez libros de maternidad que leí.
— ¿Dónde están mis reinas?
Miro a Adara que da vuelta la cabeza como la de la exorcista buscando a su padre.
— ¡En la cocina preparando el biberón!
No esperamos mucho cuando Thomas hace acto de presencia frente a nosotras, me da un beso en los labios y le estira los brazos a nuestra hija quien no duda en corresponderle.
Mientras mi marido la tiene aprovecho a terminar de prepararle el biberón más rápido.
— ¿Que hicieron hoy?
Se sienta en la silla poniendo a Adara sobre sus piernas, ella juega con el reloj que adorna la muñeca derecha de Thomas.
— Vimos dibujos animados, pero los buenos, no esas porquerías de ahora, como Peppa pig.
Se ríe y le entrego el biberón para que le dé a Adara mientras me volteo nuevamente a la cocina a prepararle un café y a mi un té verde.
— ¿Solo eso?
Asiento.
— Luego almorzamos y se durmió su siesta, ahí aproveche a trabajar, porque viste que es fanática de dormir ahora y me dió dos horas de trabajar tranquila.
— Es una pequeña morza.
Me volteo y lo golpeó suavemente en el hombro.
— No hables así de mi hija.
Se ríe.
— Alexa va a venir a quedarse con ella está noche porque nosotros iremos a cenar.
Frunzo el ceño.
— ¿Por qué? ¿Cuando me pediste permiso para que Alexa se quede con nuestra hija?
Rueda los ojos.
— La palabra aniversario ¿No te suena de algo?
Abro los ojos como plato y miro a mi costado, dónde se encuentra el almanaque, y efectivamente mañana cumplimos un año de casados.
Había olvidado por completo eso, he estado demasiado enfocada en Adara y sus necesidades que en lo último que pensé fue en mi marido.
Hago un puchero y beso sus mejillas.
— Lo siento lo había olvidado.
— No te culpo, a mí me lo recordó Andrew, también lo había olvidado.
Me río y me alejo de él a terminar de servir el café y el té.
— Somos unos pesimos esposos.
— Pero unos excelentes padres y mira, nuestra morzita volvió a dormirse.
Coloco la taza de café humeante frente a él y también mi taza de té mientras miro a mi hija con la cabeza para el costado, aún con la tetina del biberón en la boca pero ya no está tomando.
— Acomodala bien que está torcida.
(...)
— Si tengo que dar un discurso diría que nunca creí llegar a este momento, porque los primeros meses de casados estabas insoportable, ya pensaba que cuando naciera Adara te dejaría.
Editado: 15.08.2021