MIA
—Cálmate, Mia. Todo va a estar bien.
—Estoy tranquila.
—No es cierto. Has estado moviéndote en el asiento todo el tiempo.
Miro de reojo a Hillary quien sonríe como si tuviera razón. Bueno, si la tiene.
—Bien, tú ganas —dejo caer mis manos en mis piernas. Mi cuerpo se desliza un poco por el asiento copiloto. —Estoy nerviosa. —admito— Es la primera vez que buscaré trabajo. Tengo miedo de que no me acepten.
—Lo harán.
—¿Por qué estás tan segura? No sé hacer nada.
Disminuye la velocidad del auto para lanzarme una mirada optimista. La envidio por tener esa confianza que a mí me falta, y también la adoro por creer en mí y darme ánimos.
—Tus ganas de salir adelante es una buena impresión. Dice mucho de ti ¿sabes? No todos están dispuestos a asumir estos retos, eso requiere de mucho valor. Te contaré mi experiencia. —comienza. La miro atentamente esperando que empiece— Cuando llegué aquí era igual que tú. En mi casa, mamá solía hacerlo todo. Mi hermano y yo nunca movimos un dedo. Venir aquí fue un golpe de realidad, estaba sola y debía aprender básicamente todo porque nadie estaría ahí para ayudarme, al menos no gratis. Fue muy difícil, hubo varios momentos en los que quería rendirme, mandar todo al demonio y volver a casa.
—¿Pero…? —divago.
—Tenía a Anna. —sonríe— Y ella nunca dejó de animarme.
Yo también sonrió. Estoy muy segura que Anna es ese tipo de amigas que nunca dejaría que te caigas, pero si lo haces sería la primera en levantarte y empujarte a seguir.
—Después de tanto busca, conseguí trabajo en este restaurante. —prosigue— Te juro que era muy torpe al principio. Cielos, tomaba mal las órdenes, las confundía… era un desastre total. —suelta una risita. Probablemente ahora lo recuerde con humor. —Me tuvieron mucha paciencia y me propuse a mejorar con cada error. Y lo logré.
—Pero no soy como tú, Hillary —suspiro pesadamente.
—No necesitas ser como yo para seguir adelante. Es cuestión de voluntad y esfuerzo. La única que se pone los límites eres tú, y eres la única que puedes superarlos. La elección es tuya.
Sus palabras alteran mi corazón y mi mente.
Tiene razón. Revisando algunos sucesos de mi vida puedo darme cuenta que yo tuve el poder para dirigir esas decisiones a donde quería. Es decisión mía lograrlo. Me niego a permitir que mi pasado me derrumbe. Tengo que creer en mí y que puedo superar cualquier y obtener lo que quiero.
Y conseguiré ese trabajo a como dé lugar.
—Gracias, Hillary. —le sonrío.
El resto del camino se dedica a hacerme una pequeña guía de las calles y las líneas de autobuses y del metro. Me entrega sus antiguas tarjetas de pase para que las use a partir de mañana. Posiblemente trabajemos juntas, pero a veces llevan a Hillary con un grupo de meseros a un evento para que atiendan, así que a veces tendré que volverme sola.
Estaciona el auto en un parqueadero público y caminamos una cuadra. En el camino reviso mi atuendo que ella eligió para mí. Cualquiera pensaría que por mi blusa celeste y pantalón negro con zapatos negros con tacón estaría yendo a una entrevista súper importante en una gran empresa. Pero no, esto era para postular al puesto de mesera en un restaurante.
—Estás perfecta. Son algo estrictos para las entrevistas. —habla Hillary, como si hubiera leído mi mente. Se detiene y ladea la cabeza. —¿Y ese collar?
Agacho mi mirada.
—Oh, lo siento. Creí que lo había guardado. —tomo el dije para guardarlo debajo de mi blusa. —¿Se nota?
—¿De dónde lo sacaste?
Miro a Hillary. Observa fijamente la zona donde se encontraba hasta hace poco visible mi collar. Su rostro ya no está relajado, luce tenso y es más evidente con sus labios apretados en una línea.
—Me… lo regaló mi madre.
—Dijiste que estaba muerta —apunta.
—Mi nana lo empacó entre mis cosas. Acabo de descubrirlo esta mañana. —frunzo el ceño, confundida. —¿Qué ocurre?
Retrocedo un paso cuando su mirada se dispara hacia mí. Luce agitada, su pecho sube y baja mientras me escrudiña sin importar que estamos haciendo una escena en medio de la calle. La tensión se podría cortar con un cuchillo.
—¿Sabes lo que ese collar significa?
—Um… sí, era de los druidas. Investigué un poco.
—¿Tu madre era escocesa?
—Sí.
—¿Tienes más familia?
—Tengo un hermano.
—¿Cómo se llama?
¿En qué momento esto se convirtió en un interrogatorio?
—Aiden Walker.
Es su turno de retroceder, lo hace rápidamente, como si frente a ella se hubiera aparecido un fantasma. Sus ojos se abren por la sorpresa y noto como traga saliva. Sus labios se cierran y abren, tratando de articular alguna palabra.
—Hillary, ¿qué pasa? —pregunto, acercándome a ella.
—Eres… —balbucea. Sé que ha dicho más, pero las palabras se enredan en su boca que no logro entenderlo. El sonido de la puerta abriéndose detrás de ella le hace reaccionar. —Tenemos que entrar. Tu entrevista ya va a empezar. Hablaremos después.
—Pero…
No me deja terminar. Pone su mano en mi espalda y me guía al interior del restaurante. Pasamos rápidamente, sin detenernos a mirar el lugar.
Veinte minutos después, el dueño del restaurante me da la bienvenida llamándome por mi nombre falso. Fui sincera al admitir que no tenía experiencia y esta era mi primer trabajo, lo entendió y dijo que estaría a prueba la primera semana. Firmaría el contrato después de que mi supervisor le diera su opinión de mi desempeño. La paga era buena, lo suficiente como aportar en la casa y ahorrar para la universidad. Era oficial. Tenía empleo.
El señor Carter, el dueño del restaurante, manda a llamar a una chica quien aparece a los pocos minutos y me sonríe.
—Ella es Marcie. Será tu supervisora.
Ambas nos presentamos y salimos de la oficina. Me guía por la zona del personal para llevarme a una habitación de tamaño promedio donde había unos lockers y del cual saca una camiseta con el logo del restaurante para entregármela.
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Editado: 29.11.2024