Provócame

DYLAN

¿Pero qué me está pasando? Normalmente, me hubiera importado poco que quisiera ir despacio, la calentaría más y la tomaría justo ahí, pero sentirla de ese modo tan… vulnerable, como se acomodó en mis brazos y me hizo suspirar como un maldito necesitado. Esto era una bandera roja, tenía que ponerme atento y no dejarme engañar. ¡Dios! tenía que ser fuerte para no caer en cosas del amor. Eso no va conmigo.

Me acomodé en la butaca de Sangría, normalmente no vendría aquí un domingo por la noche. Estos lugares estaban abarrotados de gente tomándose una copa y cenando las famosas alitas de pollo, no era como un viernes o sábado, que el lugar estaría para estallar. Gente bailando como loca, el aroma a cerveza, cigarro y sobre todo sudor por todo el lugar. No, hoy era una noche de domingo común y corriente.

—Tienes que quitar esa cara, McGuire —dijo Dan, tomando su cerveza—. Solo le besaste el pie.

Me di media vuelta para verlo fijamente a los ojos. Si Mike no lo mataba por su boca de mierda lo haría yo. Dan se ha pasado toda la noche molestando a Mike de estar dominado por una chica que realmente tenía carácter, la tal Cam, o Camila, como prefería llamarla yo, tenía la atención de mi primo como nunca antes alguien lo había logrado y eso en un solo día. Sí, todo esto era demasiado rápido para todos, pero ¡Dios! Tenían ese algo especial.

Las bromas acabaron cuando le besé el maldito pie a Emma. ¡Maldición! Llevé las burlas directo a mí, no dejé que durara ni un día la sacadera de mierda a Mike ¡NI UN DÍA! ¿Cómo diablos hice eso? Esto era imposible.

Mike soltó una carcajada.

—El pie con sangre —recalcó Mike —, es como besar a una virgen después de…

—¡Ya basta! —grité antes de que completara la frase. No podía escucharla—. Ni se te ocurra decir eso.

—Tranquilo, campeón —dijo Mike dándole un sorbo a su botella—. Si en verdad te gusta Emma O´Brien, te va a costar un poco llegar a ella. Según dicen por ahí, está mal de la cabeza.

—¿Por qué lo dices?

La curiosidad creció en mí. De pensar en Emma con la reacción del libro, la manera en que se había molestado y la necesidad de decir que no estaba loca, sin mencionar la cara de miedo que hizo cuando mencioné que había que cuidar que no se tirara ¿De verdad estaba loca? No lo parecía en absoluto.

—No lo sé, hermano, solo eso es lo que contó Cam.

—Quiero las palabras exactas —dije molesto. Necesitaba saber en qué diablos me estaba metiendo.

—Relájate, McGuire, tienes que respirar. Lo que ella dijo fue que Emma tenía un pasado bastante difícil, que no era tan abierta como las chicas a las que estás acostumbrado, eso es todo.

—Pues, para mí, no se ve nada inocente —dijo Dan, con la boca llena por una alita de barbacoa que se había metido antes de hablar. Mala costumbre esa de enseñar la boca llena de comida.

La verdad era que para mí tampoco se veía tan inocente, ni cerrada. Se abrió completamente a mí con esa descripción de su trago. Aún no puedo creer que adivinara cada uno de los ingredientes, incluso supo que el ingrediente secreto era la Cherry Coke. ¿Cómo diablos? Al parecer las entradas a ese bar en Virginia eran más de lo que realmente decían.

Recordé sus labios sobre los míos, eran dominantes, como si quisiera absorber cada centímetro de mí. Recordé cómo sus caderas me provocaban y cómo mi maldito mundo se iba a la mierda. Un beso bastó para dejarme idiotizado por ella.

Su piel era suave, pero no perfecta y eso me gustaba aún más, sus pecas pequeñas en la cara y esos ojos café claro eran increíbles. Había algo en ella que me gustaba mucho, no entendía muy bien qué era. Estaba acostumbrado a las rubias, altas y bien tonificadas. Mejor llamadas porristas y del equipo de atletismo.

Me sobé con desesperación el cabello, la cabeza me estaba doliendo como el infierno y la cerveza no tranquilizaba mi ser. Esto era un caos horrible, uno muy grande, para ser verdad. No me podía estar pasando esto, sentirse atraído por una mujer era… no, no puedo caer. Mi libertad va primero.

—Hec —grité al bartender en Sangría—. Tráeme seis shots.

Mike y Dan comenzaron a reír, esta actitud de shots solo venía después de algún maldito problema familiar o tras un estrés muy grande, nunca por una mujer; pero los dos me conocían a la perfección. Necesitaba emborracharme y perder el maldito conocimiento para no sentir nada.

 

 

 

 




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