Provócame

DYLAN

—¿Pero en qué putas estabas pensando? —le grité histérico.

Cuando vi a Jenkins teniendo sus ataques de enojo, corrí para calmarlo. Me imaginaba que estaría contra alguno de los geeks, o quizá estaría asustando a un inocente chico de primer ingreso. Él aún no entendía que habíamos dejado la secundaria atrás, que esto era la universidad.

Jenkins era experto en hacer que las personas se orinaran en los calzoncillos, algún día alguien le daría su merecido y sería una sorpresa enorme. Esperaba estar allí para verlo. Por más que ese bastardo fuera mi amigo, sabía que alguien tenía que darle una lección.

Yo estaba a punto de hacerlo, quería pegarle hasta dejarlo inconsciente. Vi los malditos brazos, por Dios, vi ese maldito agarre en ella. Vi como la vergüenza se apoderó de Emma y estuvo a segundos de llorar. Sé que ganó la Emma fuerte, con la cabeza en alto e ignorándome, me dejó como un estúpido, rogando para que me viera unos segundos.

—Mira Dy, no tenía ni idea que la conocías, de todos modos, hermano, ella no es nadie. Es una…

—Ni se te ocurra llamarla así de nuevo —le advertí en un tono más fuerte.

Seguramente si provocaba una pelea entre Jenkins y yo, pararíamos los dos sangrando y con más de algo roto. Teníamos juego en cuatro días, no podía dejar a Jenks fuera de línea, era el quarterback principal. Yo estaba en entrenamiento y ya había logrado empezar a hacer un par de jugadas, unas que valían mi carrera completa.

—Además, imbécil —dijo Mike aún cerca por cualquier mala reacción—. Siempre te metes en problemas, el entrenador no va a tolerar dar la cara por ti una vez más y lo sabes muy bien.

—No le estoy pidiendo al coach que dé la cara por mí. Él sabe que no es mi culpa que la gente me provoque —ya habíamos pasado por este problema una y otra y otra vez. No podíamos hacer esto una vez más. No ahora.

—Solo… mantente alejado de ella, es… ¡Mierda, Jenks! Solo déjala a ella en paz ¿Está claro?

—Parece como si te importara. Eres Dylan McGuire, eres igual a mí. Nada te importa, menos una rata.

Mi sangre empezó a hervir como si estuviera expuesta al fuego, eso no, eso sí que no. Emma no me importaba en ese sentido ¿Qué acaso no se da cuenta de que solo quiero acostarme con ella? Ella no es nada más que una más. Una más, nada más…

—¡Vete a la mierda! —grité señalando—. Solo me estás cagando una futura constante antes de que logre tenerla en mi cama.

—¿Mi cama? —la voz de Mike sonó como un susurro, pero lo había escuchado. Seguía cagándola como todo un campeón.

Sin esperar respuesta, me di media vuelta, largándome de la vista de todos estos imbéciles. Pero cómo… cómo diablos se le ocurre decir tantas cosas tan estúpidas. No me interesaba, ni lo haría de ese modo, solo quería perderme dentro de ella nada más.

«Sí, como tú digas».

Me dijo mi subconsciente con sarcasmo. Negué con la cabeza llegando al estacionamiento, saqué mis llaves, abrí el deportivo y me subí, sin pensar que aún me faltaban tres clases, sin mencionar el entrenamiento.

Tomé el teléfono, marqué el número del coach y esperé un buen trozo de tiempo. Cuando finalmente contestó, le expliqué que no me sentía bien. Era una gran mentira, pero nunca faltaba, por lo que esto no sería ningún problema.

Al llegar al apartamento, me cambié, colocando mi traje de baño, necesitaba esto. El agua ayudaba a tranquilizar la mente, siempre fue de ese modo. Pensando en todas las cosas que estaba pensando de Emma, dejé que mi mente fantaseara un poco. Esta necesidad de ella estaba volviéndose más que algo de una noche.

 

 

 

 




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