Seguimos sin saber qué decisión tomar, si vamos por la derecha corremos el riesgo de que Virgo asesine en la izquierda, lo mismo con la contraria.
Y separarse no es una opción.
El perder el tiempo quedándonos parados sin saber nada también es un error.
—Separémonos —dice Ale.
—Ya dije que no —zanja Stefan.
—A tu cargo murió una persona, ¿también nos quieres matar a nosotros?
Retrocedo pegando un grito cuando Stefan saca su arma, apuntándolo.
—A ti más que todo, ¡me tienes hasta los cojones!
Ale da un paso al frente.
¡Está loco!
¡Ambos lo están!
—No tienes las bolas para disparar —Ale sonríe, desafiándolo.
Le escucho quitar el seguro de la pistola.
Mierda.
Ni siquiera le tiembla el pulso con el arma en alto, no tengo la menor idea como llegamos hasta este punto pero tal parece que Dios escucha mis plegarias pues Stefan se enfoca en el intercomunicador del cual lo llaman.
—Jefe, necesitamos apoyo en el laboratorio.
— ¿Para? —gruñe, sin bajar el artefacto.
—Encontramos algo en la escotilla de escape, necesitamos refuerzo y una orden para proceder —Stefan me miro a mí, pidiendo permiso.
Asiento, ignorando la fulminante mirada de Ale.
—Procedan, voy para allá.
— ¡¿Que!? —me sale y Stefan corta la comunicación.
—Si envío más agentes creerán que la situación se salió de control y se esparcirá el caos, tu signo del zodiaco sigue encerrado en este piso, se cerraron todas las vías de escape, no hay forma alguna de que salga con vida de esta.
—Pero…
—Entren allí —señala uno de los laboratorios de análisis—. Vendré rápido, no te preocupes.
Pero antes de irse, Ale volvió a hablar:
— ¿Y si Virgo nos encuentra?
—Espero que tu bocota lo controle.
—Oye, ¿Qué te pasa? —Lo arrastro a la habitación—. Sé que no te agrada pero esta situación no está para que se porten como niños chiquitos ¡¿me estas escuchan…!?
Me besa, mordiendo el labio de una forma tan dolorosa que siento el sabor metálico de la sangre.
— ¡¿TE VOLVISTE LOCO!? —lo empujo lo más fuerte que puedo.
—Tengo mucho tiempo preguntándome que se siente ¿y sabes qué? Tienes un sabor dulce.
— ¡Aléjate de mí o… o te pateos las bolas!
—Adelante —se mofa—. Me hiciste ¿Cómo lo llaman ustedes? ¿Agénero?
— ¿Agénero?
—Mi plan era quedarnos en el laboratorio, hacerte lo que tú nos has hecho, hasta que vino la bolsa de carne sin cerebro.
Sigo retrocediendo en tanto Ale me acorrala.
— ¿Stefan?
— ¡Si!
—Ale, me estas asustando.
—Créeme que quiero hacerte muchas cosas peores que solo asustarte.
— ¿Que… que? —el corazón me martilleo.
—Es gracioso, todo el mundo tiene un animal predilecto y piensan que su favorito es el mejor de todos, ¿quieres saber para mí cual es el más peligroso?
—Déjame ir —pido intercambiando la mirada entre él y la puerta, pensando en alguna forma de salir.
—Tengo dos. El camaleón que puede adaptarse a cualquier entorno y el pulpo, que tiene la capacidad de amoldarse a cualquier espacio, así mismo como estirar sus tentáculos y provocar que una bolsa de hueso quede debajo de una lámpara.
¿Qué dijo?
No puede ser cierto…
—Tu... tu…
— ¡Igual que una cucaracha aplastada!
La carcajada enfermiza que suelta desgarra la piel de sus mejillas en una mueca demoniaca y asquerosa, sus ojos se Iluminan de un verdes neón moviéndome a lanzarle todo lo que tengo a la mano.
La silla que le lanzo me da el tiempo de esquivarlo y correr a la puerta.
— ¡Maldita!
Me tiran al piso del impacto de su cuerpo con el mío.
—Pregunta, doctora —entierra sus garras en mi cuello dejándome casi sin respirar—. ¿Qué afán tienen los humanos en crear a sus propios verdugos, de creerse dioses y no controlar a sus monstruos?
—Ustedes no son… monstruos —digo lo más que puedo.
— ¡Nos trataron como tal! —Aprieta más mano en mi cuello nublándome la visión—. Y lo juro, doctora, que les haremos pagar a todos nuestra mísera existen…
Su cabeza explota con el disparo que hace que vuelva a respirar.
—Ahí tienes mis bolas.
Stefan de una patada me quita el cuerpo de encima y no espero nada a escupir la sangre que salpico mi cara.
— ¿Estas bien? —se arrodilla tomándome en sus brazos.
Observo el cadáver muerto de miedo, sus palabras… la sensación de que hemos hecho algo mal al iniciar el Proyecto Zodiaco.