¿puedes verme?

CAPÍTULO 8

- JAKE -

— Hola Fanny — Le susurré a la chica sentada en las escaleras mientras me sentaba a su lado aparentando atar mis zapatillas como podía con mi brazo enyesado.

— Buen día — Me contestó alegre, la miré un par de segundos olvidándome de mis pies e intentándome explicar cómo ella era posible — Dile a Sammy que no baje corriendo las escaleras.

Sentí una puerta cerrarse con fuerza arriba y pasos a toda velocidad hacia nosotros, me paré y vi a Sam con los brazos cruzados.

— No corras — Él rodó los ojos y bajó despacio hasta volver a correr en dirección a la cocina — Gracias por evitar que se caiga la otra vez.

Seguí los pasos de mi hermanito y ella detrás de mí callada, se quedó parada mirando hacia afuera mientras todos desayunábamos. Dylan bajó perezosa y totalmente desprolijo, se sentó y sin respirar se tomó su tazón de leche. Dejó el objeto ruidosamente en la mesa y pareció mucho más despierto que antes.

— Le caerá mal, hoy tienen gimnasia — Habló Fanny mirando encima de su hombro.

Sonreí de lado sin poder evitarlo y miré hacia mi tostada para disimularlo, volví mi vista a ella y pude notar su cuerpo definido y su largo pelo cayendo en su espalda. Su piel clara no tenía ninguna marca, nada de golpes o magulladuras, nada de raspones o sangre, nada de heridas. Me pregunté si en verdad este era su aspecto al morir o si solo era una manera de verla, alguien tosió en la mesa sonoramente haciendo que saque mi vista de ella.

Dyl levantó sus cejas hacia mí y miró para atrás, volvió la vista hacia mí con los ojos abiertos. Muy seguramente había recordado que podría estar mirando.

— Creo que es mejor irnos — Se levantó y caminó muy, más bien, exageradamente rápido hacia la salida y tuve que seguirlo cansado — ¡Adiós familia Maxwell!

— Adiós mamá — Tomé mi mochila que se encontraba colgada en la silla y me la puse.

— Dile Sammy — Habló de repente Fanny y la miré — Siempre quiso escucharte llamarle así.

— Adiós Sammy — Nunca había utilizado aquel mote, como siempre se quejaba pensaba que no le gustaba en realidad.

Despeiné su cabello mientras tomaba aún su vaso de leche y él me miro incrédulo para luego marcar una sonrisa boba y hacer que el líquido de su boca se desparrame por su mentón, cuello y ropa.

Y decía ser un chico maduro.

Me reí y miré a la chica Courtney para guiñarle un ojo a modo de despedida e ignoré olímpicamente a Oliver. Y él también me ignoró. Salí de casa para subirme en el auto de Dylan que ya me esperaba adentro con sus gafas tan características puestas.

— Dime que no está aquí — Me rogó.

— Ella no viene — Automáticamente él largó un suspiro exagerado y se acostó en el volante — Miedoso.

Paramos a unas cuantas cuadras de casa, justo en frente de la casa de Megan que al vernos nos ignoró y siguió su camino al colegio. Dyl manejó despacio a su lado.

— ¡Juro no tener nada que ver con esto! — Grité antes de que mi amigo me callara poniendo una de sus manos en mi boca.

— Vamos Meg, no es ninguna molestia que vengas con nosotros — Habló Dylan — Además esa mochila debe estar pesada con tantos papeles y de seguro querrás llegar temprano.

El auto paró y ella también, lo miró cruzada de brazos un par de segundos y entró en los asientos traseros.

— Encontré un testimonio algo raro — Dijo y me volví hacia ella para mirarla, sacó su libreta y empezó a leer — Una niña clínicamente muerta de doce años compartió con su doctora su experiencia de felicidad al ver que su hermano la esperaba, quien la recibió con un gran abrazo y amor.

— Pero eso es hermoso — Contestó nervioso y sarcástico Dyl al ver que seguíamos con el mismo tema — Voy a llorar, pero de terror.

— El único problema — Siguió sin prestarle atención al conductor — Era que no tenía ningún hermano. Pero al contárselo a su padre éste se echó a llorar y confesó que, en realidad, ella sí tenía un hermano y que había muerto tres meses antes de que ella naciera.

— Fácil — Continuó Dylan sulfurándonos a los dos — Ella en realidad lo sabía.

— Nunca le habían contado sobre él Dylan.

— Sigo sin creerlo — Sentenció.

— Un hombre ciego de nacimiento a sus ocho años, por una neumonía se le paró el corazón durante unos cuatro minutos.

— Adivinaré, vio a una mujer extrañamente sexy alumbrada por una luz celestial.

— Ya cállate ¿Quieres? — Le pedí.

— Resulta que vio su cuerpo inerte en la camilla y como todos sus familiares y amigos lloraban por él, pudo verlos perfectamente bien y describirlos a la perfección. Resulta que después de ello tuvo sueños donde podía ver las cosas, aunque siguió estando ciego.

— ¿Qué quieres decir con esto? — Le pregunté — ¿Que me crees o que estoy completamente loco y se puede explicar científicamente?

— Quiero decir que por lo que pasó anoche te creo, pero es complicado y necesito darle alguna explicación lógica.

— No hay explicaciones lógicas para los milagros — Dijo seriamente Dylan.

Ninguno de los tres volvió a hablar, Meg y yo estábamos claramente asombrados por el cambio de aire que había tomado el referente a los fantasmas. Estacionamos y salimos del coche con varias miradas encima de nosotros.

— ¿Por qué crees que nos miran? — Preguntó Meg que estaba en el centro de nosotros caminando hacia la entrada — La llegada del nuevo con nosotros, tu llegada — Señaló hacia mí — O mi llegada con ustedes. Hagan sus apuestas.

— Definitivamente están mirándote a ti — Dijo entre dientes Dyl y me reí por los celos que denotaba mi amigo — ¿No tenías una pollera más larga?

— Resulta que tengo una más chica — Respondió la chica — Mañana me la pondré.

Se dio la vuelta hacia nosotros, nos guiñó un ojo y caminó rápidamente hacia adentro de la escuela. Miré a mi lado como mi amigo quedaba viéndola fijamente de pies a cabeza, creo que podía ver como el hilo de baba se le caía por un costado hasta terminar en el piso asquerosamente.




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