- MEGAN Y DYLAN -
Dylan había estado todo el tiempo con el corazón en la boca. Cuando habían tenido el accidente y observó cómo la vida se le escapaba a la chica que amaba, sintió su mundo retorcerse.
Por primera vez, tal vez, tenía una mínima idea de cómo se sentía su mejor amigo y hermano, Jake Maxwell.
Ahora, sentado en el pasillo, sobre esos asientos de plástico que habían visto a cientos de personas igual de desahuciadas que él, solo podía retorcer sus manos e inclinar su cabeza para hacer algo que jamás pensó que haría en su vida: rezar.
Le rezaría al dios o dioses que sean necesarios. Cualquier energía o entidad que esté al alcance de sus palabras y pudiera ayudarle, pediría con fervor por la vida de aquella muchacha que tenía un gran y extenso futuro por delante. Tanto así que a Dylan le daban ganas de ser alguien mejor, de lograr conseguir un título universitario para poder estar a la altura de esa rubia que le traía loco.
La madre de Megan había estado tan pegada a los asientos como lo estuvo él y no se movieron ni un segundo, ninguno de los dos, por más que les rogaran. Dylan no escuchaba a sus padres, no le interesaba, y Danna no aceptaba ni siquiera los consuelos de Tina.
Pero ocurrió, las esperanzas se renovaron de su cuerpo cuando los doctores salieron y le dijeron que el estado de Megan iría a mejorar después de la pequeña intervención. Como hubo gran pérdida de sangre debieron suministrarle de un donante.
Dylan pudo ver que Jake se llevaba a Fanny y a sus padres lejos de allí, en la habitación tampoco podrían entrar muchas personas. Así que Danna y Dylan se convirtieron en estatuas, pálidas y estoicas estatuas, que vigilaban la camilla de la chica.
Megan estaba sedada, su cabello parecía haber perdido unos tonos de su brillo allí extendido en las sábanas de hospital y habían dos grandes aureolas debajo de sus ojos.
— Dylan, cariño — Susurró Danna tomando la mano del chico — Tengo que ir a completar unos papeles para el hospital, cuídala ¿sí?
Con mi vida, tuvo ganas de decirle a la mujer. Pero tal vez era demasiado exagerado para el momento.
— La cuidaré — Se limitó a contestar.
Entonces, la mujer salió cerrando la puerta blanca tras de sí y la habitación quedó en silencio nuevamente. Dylan se paró y se sentó en el antiguo asiento de Danna, justo al lado de la camilla. Se recostó y cerró los ojos intentando calmar sus latidos indomables de su corazón desbocado.
Unos minutos más tarde, los cuales Dylan sintió como horas, el pequeño murmullo y quejido de Megan le despertó sobresaltándolo. Se paró del lugar cuando ella movió su cabeza y con sumo cuidado corrió los cabellos de su frente en una suave caricia.
Megan pestañeó tratando de enfocarse a su nueva realidad. Lo único que recordaba era sentir el frío del agua y como picó en su cuerpo cuando la ventana estalló. Después todo había sido negro. Ahora, todo lo que podía ver era el rostro del que le parecía un muy apuesto joven, mirándola con anhelo y cariño.
— Tranquila — Le susurró Dylan — Ya todo está bien. Tu mamá vendrá en unos minutos.
Dyl sostuvo la mano de Megan y ella se sintió confortada. El sonido de las máquinas mandó al frente a Megan cuando se le aceleró el pulso y el muchacho sonrió orgulloso de lo que provocaba en la rubia. Besó su mano y acercó su rostro al de ella, sus narices se acariciaron levemente antes de que él emitiera palabra.
— ¿Cuántas veces debo pedirte que no me des estos sustos? — Susurró.
Megan estiró sus labios en una suave sonrisa y sintió la caricia, el leve roce, que Dyl le dio al besarla por solo unos segundos.
— No te desharás de mí, te lo prometo — Susurró ella con la voz algo ronca.
La puerta se abrió, el muchacho se irguió pensando que la persona que entraba era la madre o algún médico. Pero no se esperaba esto.
John Stevenson estaba vestido como un doctor de hospital, su rostro estaba tapado por un barbijo blanco y los miró brevemente mientras dejaba a un lado la silla de ruedas que había traído consigo.
Dylan caminó despacio, pensando que tendría una ventaja porque nadie más que Oliver sabía sobre sus sospechas con respecto a John. No fue así.
El hombre sacó un arma cuando Dyl intentó abalanzarse sobre él para golpearlo. Tuvo que dar unos pasos hacia atrás, cubriendo a Megan con su cuerpo, y levantar los brazos.
— Si haces alguna locura, lo lamentarás — Le advirtió Stevenson — Ahora, escribirás algo para mí y pondrás a la chica en la silla.
Dylan sopesó sus opciones. Sus instintos le pedían que lo mandara al carajo, que gritara que antes muerto antes de sacar a Meg de allí en ese estado. Pero eso no sería nada inteligente, se dijo a sí mismo, la mejor forma de protegerla en estos momentos era obedecerle.
Entonces, paso a paso y con calma, escribió la nota para sus amigos en un papel. Desconectó a Megan del cablerío mientras ella solo fijaba su vista en él tratando de calmar sus nervios.
— No te preocupes, estaremos bien — Le dijo Dylan cuando ella derramó una lágrima.
La levantó en sus brazos con cuidado, ella se quejó por el dolor en su abdomen, y la sentó en la silla de ruedas. John lo apartó bruscamente y tomó la silla, apuntando el arma de una forma disimulada hacia la rubia.
— Un movimiento y ella está muerta ¿entendido? — Dylan asintió — Sígueme. A mi lado.
Caminaron lejos de la habitación, no vio a nadie al que pudiera hacerle alguna seña o se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo. Poco a poco, llegaron al ascensor y cuando las puertas se abrieron al sonido de la campana él supo que ya no había nada para hacer.
Salieron sin ser vistos y John obligó a Dyl a meter a la rubia en el auto, en el asiento trasero.
— Tú irás atrás, en el maletero — Le señaló John, Dylan lo miró como si estuviera loco porque ni muerto dejaría a Megan sola, herida y con alguien como él — Ella no puede hacer nada, pero tú si y necesito manejar ¡Anda, métete!
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Editado: 05.08.2020