Siete

Cuando sos chica y te falta uno de tus padres lo único que piensas es el las miles de excusas del porqué no está ahí cuidándote como lo haría un padre responsable. Nos ponemos a pensar en sí no fuimos suficientes para que se aleje de nosotros… pensaba en pedirle perdón por no ser su mayor orgullo; por no ser lo que el necesitaba, lo que él quería. Le quería pedir perdón por ser así.

En épocas festivas como son Navidad y Año Nuevo te llevan a reflexionar sobre todo. Sobre lo que hiciste, lo que no y lo que dejaste de hacer. Te lleva a miles de pensamientos sobre qué hubiera pasado sí pero son solamente eso: pensamientos. Nos quedamos con la duda.

En semanas importantes así es donde me pongo a replantear si hice las cosas bien y cuando llego a pensar en vos lo único que puedo pensar es que puedo hacer un millón de cosas bien pero que jamás te van a interesar, papá. Como siempre pasó.

Estás fiestas para mí daba igual, era un día más. No había nada de especial en ellos. Pero las personas lo consideran como “especial” porque sabemos que no siempre tenemos la oportunidad de reunir a toda la familia. Es poder disfrutar a nuestros abuelos al máximo porque no sabemos cuándo ya no van a estar.

Desde que falleció la abuela, estos días no eran lo mismo. Todo desorganizado y todo a último momento. Antes no era así. Antes me gustaba Navidad. Antes me gustaba poder brindar por tener un nuevo año, por mis logros pero, aunque lo intentemos no va a ser lo mismo.

Este año no tuve mi diario, tuve una plancha para el cabello. Ya no tenía los famosos diarios que la abuela me regalaba para que pueda contar lo que me iba sucediendo. Ella ya no estaba.

Solamente me quedaba hacer una sola cosa: en donde sea que esté, la quería sentir orgullosa de mis logros, de mí.

Todo lo que estaba por hacer era por y solamente por ella.

Y por primera vez en la noche levanto la copa para brindar con mi familia y sonreír de una manera sincera ante ellos.