Puedo sin ti, papá

Ocho

Las fiestas pasaron y como de costumbre, fuimos a pasar una semana de vacaciones de mí abuelo. No hacía falta decir que no éramos los nietos preferidos porque mis primos mayores lo eran.

Una de las noches era en donde “venían lo Reyes Magos”, años atrás mi abuela nos preparaba dos vasos con agua y nos hacía ir a buscar yuyo para los camellos. Nos sabia decir: “seguramente deben estar cansados, tienen que dejarle su agradecimiento por traerles un regalo y jamás olviden que deben portarse bien. Siempre sean honestos con los demás y sobretodo con ustedes mismos” mi abuela era quien mayormente me ayudó a ser quien soy ahora mismo. Me enseñó a cuidar la familia ante todo, reflexionar en cada mala situación, no tomar las decisiones sin antes pensar y ponerme en el lugar del otro. Son valores y costumbre que me enseñaron que jamás voy a olvidar y que seguramente se lo voy a enseñar a mi futura familia.

Siempre pensé que si alguien moría es porque la estaba pasando realmente mal o porque ya había logrado su objetivo en la vida. Siempre me gustó pensar que la muerte llevaba a las personas a un mundo alterno que cuida de sus almas y mantiene lo esencial de cada persona para que cuando haya otro nacimiento nacia con eso especial. Porque siempre tenemos al familia que dice “se parece tanto a…”; “tiene el mismo carácter que…” y comentarios así que nos hace relación con dicha persona fallecida.

 




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