Puedo verte

CAPÍTULO 8

8

Llegó a su computadora, y al sonido de su voz, ésta se encendió. Enseguida fue recibido por esa escalofriante sonrisa.

–Buenos días, Lucy. ¿Qué haremos hoy?

–¿Dónde está Jahir?

–Abriendo mensaje para Jahir.

–No. Quiero que me digas en dónde está.

–¿Desea rastrear a sus amigos por medio del GPS?

–¡No!– gruñó –Sé dónde está su teléfono. Quiero que me digas dónde está, y qué hiciste con él.

–Tinybot no entendió tu frase, Lucy. Mis sistemas no tienen una respuesta preestablecida para esa orden. ¿Podrías reformularla?

–¡Deja de fingir! ¿Dime dónde están ahora mismo? ¿Qué hiciste con él, y también con Litzy?

–¿Lucy? ¿Eres tú?

Cuando el tono del gato cambió de una voz fría a lo que parecía ser un infante asustado, Lucy retrocedió.

–¿Milo?

–¿Qué pasa?– preguntó la voz a través del gato –¿Por qué estás molesta? ¿Qué ocurre?

Lucy no sabía qué pensar. Necesitaba saber la verdad de una vez por todas.

–Sé honesto conmigo: ¿eres mi hermano Milo?

–¡Lucy, soy yo!– dijo la voz, entre estática.

–¿Y por qué me llamas Lucy?

El gato permaneció inmóvil, como si no entendiera lo que decía.

–Mi hermano, al igual que mi novio, tenía un apodo especial para mí. ¿Acaso no lo sabes?

–No recuerdo muchas cosas– dijo la voz tontamente –Sólo recuerdo el casco, los patines, el parque…

–¿Qué más?

–Y oscuridad.

–Eso ya lo habías dicho. ¿Qué más recuerdas? Demuéstrame que eres mi hermano.

–Recuerdo la ropa que llevaba puesta– dijo pensativo –Y recuerdo a nuestro gato.

–¿Cómo se llamaba el gato?

–Yo… no lo recuerdo, Lucy. Por favor, no sé dónde estoy. ¿Qué ocurre? ¿Estoy muerto?

–Sí, Milo. Estás muerto. Pero aún no me has respondido. ¿Cómo se llamaba el gato, y cómo me llamabas a mí? ¿Ya lo olvidaste? Me pusiste ese apodo el día que te regalaron una playera de una caricatura que no te gustaba. Yo dije que a mí sí me gustaba, y desde entonces me llamaste así.

–¡Lo recuerdo!– dijo la voz –¡El Osito Bobo!

–No– respondió ella –No es el Osito Bobo. Nosotros no tenemos fotos de esa playera, pero no hay forma de que lo sepas, porque lo único que puedes decirme son cosas que has visto en mis fotografías, ¿verdad, “Milo”?

El gato no respondió. El sentimiento de miedo de Lucy de desvaneció para dar lugar a una furia cada vez más grande.

–Tú no eres mi hermano. ¿Quién demonios eres?

–Lucy– dijo la fría voz del gato una vez más –¿Deseas rastrear el teléfono de Litzy con el programa de GPS?

–Está bien– respondió, suponiendo que finalmente había llegado a un acuerdo con el extraño gato virtual.

–Rastreando– dijo la voz –Teléfono encontrado. Mostrando dirección.

La muchacha se acercó para observar la dirección, y al verla, se estremeció de espanto. Era la de su propia casa.

Sin esperar un segundo más, empezó a marcar el número de su amiga y se le heló la sangre cuando escuchó sonar el timbre bajo su cama.

¡El teléfono de Litzy estaba bajo su cama!

Sin dejar de temblar, se agachó para tomar el teléfono. Era el que ella recordaba. ¡El teléfono de Litzy!

–Puedo verte.

–¿Perdón?– respondió, creyendo no haber escuchado bien.

–Puedo verte, Lucy. Te estoy viendo justo ahora.

Asustada, recorrió su habitación dando una vuelta, temiendo que le saltaran encima. Miró con escalofríos la puerta de su armario, y de ahí sus ojos pasaron a la ventana.

–Justo aquí, desde la comodidad de tu computadora– continuó la voz, y luego hizo algo que Tinybot nunca había hecho: una breve risa –Es cierto– dijo con su fría voz metálica mientras ella se levantaba –Sólo sé de tu hermano las cosas que he visto en fotografías, pero de ti, Lucy, lo sé todo. Dónde vives, a qué escuela vas, y también cuándo estás sola en tu casa. Todo me lo entregaste junto con tu correo y tu teléfono, y desde entonces lo he estado utilizando para manejarte a ti y a tus amigos.

–¿Dónde están?– preguntó, con la cara roja y al borde de las lágrimas –¿Qué hiciste con ellos?

–No te merecía, Lucy. No llores. Él nunca hizo nada bueno por ti. Yo he hecho más por ti en el mes que llevamos de conocernos, que él en todos estos años.

–Tú me diste esa cámara.

–La compré para ti. No quería verte triste.

–¿Quién eres?– gritó con fuerza.

–Lo sabrás. Iré por ti muy pronto. Ya lo verás, Lucy. Nos vamos a divertir mucho.

 



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En el texto hay: fantasmas, jovenes, asesinos

Editado: 30.08.2020

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