⌞La esencia del dolor⌝
Pensé en ello, viendo como mi hermano y amigo seguían caminando ignorando mi presencia, solo sería un momento, si soy rápida tal vez tenga suerte y pueda alcanzarlo, las piedras ígneas son muy costosas de hacer, si él ha podido hacer una, debe ser alguien increíblemente tenaz y poderoso, tal vez... tal vez alguien de un rango elevado. Alguien con mucho poder.
Caminé en sentido contrario a los chicos, tratando de seguir al poseedor de la piedra, ésta seguía fluctúando energía calorífica entre mis manos, las calles estaban muy llenas, porque estaba en el centro de la ciudad, así que era difícil caminar dos pasos sin tener que evitar el cuerpo de alguien de frente.
Y entonces la alarma sonó, ruidosa, estridente, avisándonos a todos del peligro inminente.
—Atención, código rojo, repito, código rojo, por favor, que todos los ciudadanos procedan a evacuar la zona, se ha localizado una Mariposa de nivel dos. Repito, código rojo, que todos los ciudadanos procedan a evacuar la zona, se ha localizado una Mariposa de nivel dos. Que todos los ciudadanos se refugien cuanto antes, la ayuda llegará enseguida.
Las luces de las tiendas, de los edificios, aparcamientos y paradas empezaron a parpadear en color naranja, y las personas empezaron a empujarse unos a otros para poder llegar a dichos lugares, que nos sumergirían bajo tierra para poder resguardarnos hasta que la Mariposa haya sido eliminada.
Me paré de golpe, respirando a jadeos, ¿Una mariposa? ¿Ahora? ¿Justo que me había separado de mi hermano? ¡Estará que enloquece de haberme ido de su lado! Traté de localizar un lugar en el que yo también pudiera esconderme, pero estaba mareada de tanto correr, la gente empujándome no ayudaba, y mucho menos el hecho de saber que si no me ponía a cubierto ya, la Mariposa iba a devorarme sin que me diera ni cuenta.
Parpadeé, cruzando la acera, hiendo a otra calle, ¿dónde?, ¿dónde puedo ir? La gente empujaba, gritaba, chillaba, algunos sollozaban, otros temblaban de miedo como si tuvieran los pies pegados al suelo, pero lo que no faltaban eran las caras de horror, de desesperación por vivir.
Me sentía como si hubiera tragado humo y ahora mismo no respirara oxígeno, sino un humo que intoxicaba mis pulmones asfixiando mi cuerpo entero.
Tenía que ponerme a salvo.
A salvo.
Colapsé contra el suelo, ¿qué? Inhalé, exhalé, jadeé notando que no sentía el oxígeno llegar a mí, como si estuviera bloqueada y tragando vacío. Me agarré el cuello aterrada, ¿por qué no puedo respirar? Parpadeé tratando de ajustar mi vista, no podía concentrarme, ¿cual es mi problema? Las luces se hicieron mas borrosas y luminosas, tragándose mis ojos, a la par que la sirena de alerta acuchillaba mis oídos, haciéndome vibrar el mismísimo cerebro.
De todos los momentos posibles, en este tenía que darme un bajón de tensión. Tenia tanto miedo que me enfermaba.
Y seguí sentada en el suelo, con el cuerpo temblandome tal que hoja destrozada por el viento, bajé la vista, inclinando la cabeza hacia mis rodillas apoyando ambas manos en el suelo, tal vez si me concentraba viendo en un solo sitio... respiré tratando de recuperar el aliento, una, dos, inhalar, exhalar, como me habían enseñado desde pequeña. Pero por mucho que me esforzase, mi corazón seguía golpeando tan duro que mi pecho vibraba como un demonio enjaulado.
Alcé la cabeza, de repente, notando que nadie me golpeaba corriendo.
Nadie.
No había absolutamente nadie.
¿Dónde estaba toda esa manada de personas? ¡Los locales! Giré la cabeza buscando algún aparcamiento vacío o con la luz naranja parpadeando, no, todos estaban rojos, ocupados, llenos.
Un chillido ensordecedor me atravesó de pies a cabeza, el horror llenó todos y cada uno de los poros de mi piel, tenía tanto miedo que no podía ni moverme, podía oir los chillidos de la Mariposa acercándose.
Nunca había visto una en la vida real, pero sabía que eran algo completamente ajeno a este mundo gracias a las fotos y la información que proporcionaban las noticias e Internet.
La tierra temblaba bajo mi cuerpo, sintiendo cada paso que ésta daba más cerca de mi, quería moverme, de verdad que quería, pero no podía moverme, estaba encadenada en mi propio sitio.
El cielo se abrió bajo mis ojos, y la luna, marcando un fin ante mi presencia, como si estuviera absorbiendo cada partícula de luz, parecía un agujero negro en el cielo, rompiendo el caótico carmesí que hacía sangrar el cielo sobre mi cabeza.
El cielo ardía en anarquía por una presencia demoníaca que venía a devorar mi vida.
Quería llorar, acurrucarme en un amasijo de brazos y piernas lejos de todo este horror, pero seguía sin siquiera poder respirar.
Seguro que la Mariposa ya debe haber sentido mi presencia, hiendo hacia mi. Sabiendo que de lo único de lo que se alimentan es de nosotros, los seres de Cristal, y yo era, probablemente, la única estúpida sentada en el suelo esperando a ser devorada como si fuera las galletitas de la hora del té.
El suelo retumbó con mucha más fuerza, giré la cabeza hacia una esquina, sintiendo la abrumadora presencia de alguien, era una extraña sensación en la que su presencia me causaba dolor físico, la fuerza de gravedad amenazaba con aplastarme contra el suelo inminentemente. Alcé los ojos, cohibida, sin aliento y atónita, porque frente a mi estaba la Mariposa, especialmente conocida como el ente de la muerte de los Cristal.
No era como nada que mis ojos hayan visto nunca. Carecía de ropa, pero tampoco la necesitaba, su cuerpo era blanco como una hoja de papel, humanoide como el de un humano en edad adulta, ¿tal vez medía un metro setenta y cinco? La luz de la luna refulgía sobre su piel, ensalzando su peligrosa presencia, la energía que emanaba hacia crepitar el aire, su piel relucía como un diamante en bruto, surcada de ranuras rojas como el mismísimo color rubí, ríos de lava que recorrían su piel irradiando calor desde su alejada posición.