Salí al escenario, me presenté al jurado con mi solo de baile. Trate de juntar algunas piezas contemporáneas y ballet clásico. La luz del reflector me seguía y la música se escuchó en aquel pequeño teatro. Omití las miradas de mis compañeras y especialmente la de la profesora.
Mientras bailaba, regresaron a mi mente aquellos comentarios, las risas y las burlas. Mi mente luchaba con mi cuerpo. Si seguía prestando atención a mis pensamientos acabaría por dañar la presentación. Así que cerré mis ojos mientras realizaba el giro triple y me aferré al sentimiento que tenía, lo utilicé a mi favor para realizar seguidamente cuatro fouettés. Realicé luego dos pasó en puntillas y realicé mi posé final. Hice la reverencia como señal de que había finalizado y a los lejos escuché un silbido.
— ¡Wow! ¡Eso estuvo genial!
Elevé rápidamente la mirada hacia el público al igual que los jueces hacia atrás y vi a Thomas en los últimos asientos viendo mi presentación.
— ¿Joven qué hace?—preguntó uno de los jurados—Esto es una presentación privada no puede estar aquí.
— ¿En serio? disculpe… pasa que me he quedado encantado.
Respondió con una amplia sonrisa, lo cual me causo gracia y regresé rápidamente a mi postura seria. Él se retiró a regañadientes del teatro y yo no dejé de sonreír.
Tres horas después salí del teatro sin ningún cometario positivo sobre mi presentación, no más que aquel que Thomas gritó. Me coloqué mis zapatos y una sudadera, solté mi cabello por primera vez en todo el día y no había sentido nada tan liviano como aquello. Alguien me dio un leve toque en la espalda causando que me exaltara y al voltear, volví a enmudecer.
— ¿Qué ha pasado? ¿Has sido seleccionada? Seguro que sí. —solo me limité a responderle con una pequeña sonrisa.
— ¿Cómo has hecho para entrar al teatro?—indagué luego de unos segundos
—La gente normal primero saluda, luego pregunta cómo está y luego, si quiere, pregunta lo que realmente quiere saber—dijo con picardía
—No soy como la gente normal, siempre voy directo a lo que quiero.
—Eso parece gustarme.
Noté que me sonrojaba y saber que me sonrojaba hizo que me sonrojara aún más.
Fuimos al parqué, él llevaba consigo un morral, nos sentamos un rato en su banca habitual. Hablamos y reímos por algún chiste. Me mostró uno de sus libros, esa vez no odié sus libros, los amaba si ellos me acercaban a él.
Él era el único capaz de hacerme sonreír, de llenarme de su encanto. Cuando estaba con él parecía que mi amor por el ballet disminuía.
Nos veíamos pocas veces en el parque, hablamos una hora antes de irme a los ensayos. Me hacía sentir bien, hacía que confiara en mí e ignorara los comentarios de mis compañeras.
Para cuando le comenté a Denna que había conocido a un chico lindo en el parque, se disgustó, pues era el primer chico que me gustaba y había esperado dos meses para decírselo. A Denna le encantaba la idea de que al fin me gustara alguien, en la escuela siempre me preguntaba por él hasta el punto de que ya no sabía que decirle.
Esa era mi amiga, la primera en saber sobre mi amor por Thomas y tratar de enseñarme a coquetear. Ahí, justo ahí, en esos momentos me hubiese querido estrellar contra una pared y que me hiciera dar cuenta de lo que me perdía. Las pequeñas cosas que me perdía.