Punto Débil

Capitulo 2

Capitulo 2  

 

 




5 Años antes... 

 

 



El hombre frente a ella la miraba con dulzura, una dulzura infinita. No lo creyó, no sabía como alguien era capaz de quererla de esa manera, era tan puro, tan noble, tan bueno. Y lo mejor de todo, es que era así con ella. Sólo con ella.  

Dimitri era un hombre malhumorado, odioso con la vida y con las personas que lo rodeaban, era un hombre lleno de secretos y misterios. Tan grandes como murallas gruesas que no te permitían ver nada sobre él. Sin embargo ella era su excepción.  
Maya, tan pequeña y con esa personalidad tan alegre, lo había enamorado sin siquiera proponérselo y ahora, no podía hacer más que admirarla y consentirla. Era una locura total.  

Pero ya estaba decidido y completamente convencido de que era lo mejor que le pudo haber pasado, y no sabía que había hecho para merecerla, pero la tenía, y era simplemente asombroso.  

—Así es como debo estar siempre. —dijo con dureza abrazandola fuertemente.  

Maya lo miró con pereza.  

—Me tengo que ir. —Éste gruñó, como frecuentemente lo hacía. Maya sentía risa cada que lo hacía.  Era como un perrito rabioso o un bebé enojado, y eso si que era gracioso de ver en alguien como Dimitri.  

Las manos de su novio la tomaron con fuerza pegándola a su cuerpo. Su pecho era duro y amplio, por lo que incómodo no era y eso, precisamente era un inconveniente para la muchacha, la cual tenía permiso hasta las ocho de la noche. 

Aún era una niña, tenía hora de llegada, tareas que hacer, órdenes que acatar, pero eso no era inconveniente para Dimitri, o por lo menos, no ahora. En un principio si que lo fue, pero nada fue fácil al principio, así que ahora estaba feliz por ello. Igual no sería por mucho tiempo que acabará eso.  

—¿Debes arruinar el momento así? —La castaña soltó una risita traviesa. —Lo único que pienso es en cuando esto acabe y seas completamente mía.  —La risa de Maya se detuvo. Eso no le gustó. —¿Qué pasa? — dijo más duro de lo habitual.  

Maya río nerviosa, era tan transparente con él que en ocasiones llegaba a molestarle el como la conocía tan bien.  

—Falta mucho todavía. —dijo bajando la mirada a su pecho, la noche ya se asomaba por la ventana y ninguno de los dos quería moverse de su sitio a pesar que debía hacerlo. 

—Te falta un mes para que salgas de la secundaria. No es mucho. —dijo más fuerte de lo que pretendía ser.  

—Tengo diecisiete, Dimitri. Y para que eso cambie, falta mucho. 

Dimitri soltó un suspiro de cansancio.  

—Ya hemos hablado de eso, no quiero discutir más. Te vienes conmigo cuando salgas, y ya. Ya lo decidimos.  

Maya se soltó molesta de él. Se puso sus zapatos deportivos bajo la mirada de él y cuando estaba lista lo miró con enojo. 

—Llévame a mi casa. —Dimitri asistió sin buena cara, aunque por dentro sonreía por el hecho de que Maya no hubiese puesto quejas. Ella misma se lo había dicho.  

Es decir él le propuso vivir juntos, lo deseaba más que nada, sus padres eran de clase baja, muy estrictos con ella, eso era cierto. Pero no podrían quejas estaba seguro. Además ella fue la que le dijo que cuando acabará la secundaria, y el más que emocionado aceptó, no podía ahora arrepentirse.  

Estaban en su departamento, a unos veinte minutos de la casa de sus padres, y aún no pasaban las siete de la noche, aún así sabía como era Maya con el horario, por lo que no esperaba más que ello.  
Ella estaba de pie mirándole con urgencia y eso hizo que se tardará más, cuando por fin, terminó de colocarse la camisa. La miró y una sonrisa amplia se formó en sus labios. 

—Mejor dame un beso. —dijo con simpleza atrayendo su pequeño cuerpo hacia él. Sus labios se juntaron con rapidez, al principio ella se quedó quieta, sorprendida supongo pero la respuesta de su cuerpo fue inmediata. Sus manos le cogieron por la 
nuca atrayéndole hacía ella y pronto su boca y su lengua tuvieron el control. Maya sentía como miles de mariposas en su estómago incluso era doloroso por la intensidad de las cosas que sentía en aquel momento. Sus manos en su cuerpo simplemente la hacían olvidar cualquier cosa que le preocupase. 

Al separar sus labios de los de ella Dimitri se quedó mirando con atención todo de ella, sus labios entreabiertos, su pecho, que subía y bajaba cada vez que respiraba. Era muy bonita, muy dulce y era suya. 
No recordaba la última vez que había pasado una noche al lado de una mujer que no fuese a recordar a la mañana siguiente, antes que ella, estaba seguro. Desde que la conocía todo había cambiado, en sus noches ahora lo acompañaban un deseo abrumador hacia esa castaña que lo tenía loco, una necesidad abrumadora… ¡Dios, cómo la deseaba! 
Pero el conflicto de siempre se cernía amenazador en su mente. No quería corromperla, aún no, y estaba seguro que más que a él a ella le ocasionaba un problema. 

—Odio que te detengas. —dijo la muchacha juntando sus frentes. —Te he dicho que he estado lista desde hace mucho.  

—Ya te tienes que ir Maya. Ya es tu hora. —La joven soltó una risa sarcástica, y él por su parte sólo pegó sus labios una vez más. —Mejor nos vamos ahora. 
 

La miraba a los ojos con una infinita dulzura, como si quisiera tapar algo más, algo que ella conocía perfectamente. Y estaba mal decir que no le encantaba.  

Desde que supo que tenía ese poder en ella, ese poder sobre él, no paraba de usarlo. Se sentía poderosa, era algo tan bueno ver como se ponía con una caricia, con un beso, con una mirada.  
No le mentía, estaba lista, confiaba en él más que nada en el mundo. Pero Dimitri sentía que aún no era el momento y cada que la cosa se subía de tono, él corría lo más lejos posible del lugar.  

Aún así no hicieron nada, él muy educadamente la llevo a su casa, se despidió de ella con un beso delicado y de sus padres como siempre lo hacía. Y ella quedó sana y salva en su casa.  

Él por su parte intentó dirigirse a su cuarto una vez haber llegado a la casa se su padre a eso de las diez de la noche.  No podía ir a su departamento, quedaba demasiado lejos para el cuidado que él se había propuesto hacerle a su novia. No sólo eso, también él, su padre era un hombre complicado, por no decir más. Debía estar ahí, al pendiente antes que nada, y tenía la ilusión de que todo terminaría cuando se mudara con Maya, eso esperaba impacientemente.


Gente, ruido, humo, prostitutas, armas sobre la mesa. Quiso apresurar el paso, llegar a su habitación y alejarse de todo, su padre no se lo permitió, como lo había previsto. 

—¡Hijo mío! —dijo soltando el humo del cigarro en su rostro. —Únete. —ordenó con una sonrisa. Su voz era ronca, debido a los cigarrillos sin filtro que fumaba desde la infancia. Su forma de hablar, como la del mismo Dimitri era propia de una persona poco culta.  

—No, padre. Tengo cosas que hacer. — dijo con voz dura queriendo librarse del brazo que ahora le apretaba el hombro.  

Su padre lo miró con dureza. Con una dureza que conocía muy bien, malhumorado, con cara de superioridad. Lo detestaba con odas sus fuerzas. Sentía ganas de gritarle que lo dejará en paz, que no le hablase, que olvidará que era su hijo. Aunque tenía muchas ganas de gritarle, no expresó sus pensamientos en voz alta. En lugar de eso, espero lo que su padre le diría. 

—No te estoy preguntando. —cada palabra la dijo entre dientes, repletas de odio. —Sientante en la maldita mesa y comparte con tu familia. 
 




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