Capitulo 3
—La señorita Fernández trabaja para mí desde hace un tiempo ya. Pero le buscaré una secretaria para mañana mismo a primera hora.
Una presión escandalosa sentía en ese momento. Como si de repente todo eso que creías haber dejado atrás la alcanzará y superará cerrándole el paso. Era imposible de creer, tanto así que creyó que de un sueño se trataba.
—No lo hará. —dijo de pronto el hombre sin expresión alguna, sólo mirando fijamente a a joven. —Ya lleva un tiempo trabajando en la empresa, me mantendrá al día de la mejor manera.
Hablaba con amargura y seguridad.
—Cualquiera...
—Padre. -Henry lo interrumpió levemente. —Por favor. ¿Tienes algún problema, Maya?
La joven abrió la boca para contestar, pero cambió de opinión en seguida y la cerró, sin apartar la vista en ningún momento de aquellos ojos azules. Los de ella estaban tan abiertos que le daban aspecto de animalito asustado.
—Le hicieron una pregunta, señorita. -le fui imposible hablar, había dicho cada palabra con tanto odio que simplemente no pudo decir nada.—¿Habla nuestro idioma, señorita? —se burló el hombre sin apartar los ojos de ella.
Eso hizo que algo dentro de ella reaccionará de pronto.
—No hay problema. —dijo luego de respirar profundo.
—Bien, entonces podemos cenar. ¿Debes de estar cansado del vuelo? —Marielena saltó luego de tan incómodo momento.
Millones de sentimientos eso recorrían los cuerpo de todos en esa mesa. Marcelo Capalli intentaba llamar la atención del enigmático hombre que sólo asentía con postura firme sin dejar de mirar a la joven. Bueno si es que mirar era la palabra adecuada, mejor dicho, la taladraba sin ninguna clase de vergüenza.
El hombre era todo un laberinto y estaba repleto de sorpresa. La cena debía de ser un punto exacto para conversar de negocios, de sociedad, pero en cambio, el ahora, Aarón Millán no le quitaba la vista a la joven asistente de las empresas Capalli, ésta por su parte quería correr del lugar, llegar a su apartamento y meterse bajo las sábanas con rapidez. Era un panorama único de admirar. El poderoso hombre mirando a la chica, y la chica mirando su plato totalmente lleno, de golpe había perdido el apetito.
—Como decía, señor Millán. —dijo Marcelo por quinta vez tratando de llamar la atención. —Sacaremos una nueva cole...
Un fuerte golpe de un cubierto sobre un plato hizo que Marcelo dejará su frase en el olvido.
—Ha impresionado a William. Está encantado con usted, no le ha quitado la mirada ni una sola vez desde que llegamos. —las palabras fueron directas a la muchacha y todos al rededor miraban confundido la escena.Ella lo miró sin comprender nada de lo que decía. —Uno de mis hombres en la puerta.
Dijo sin verlo. Maya se atragantó con la saliva, ¿Cómo era capaz de saberlo? Ni ella lo había notado.
—No lo había notado...., que amable. —dijo mirando esos posos azules, en realidad no sabía que debía responder. Cada palabra dicha se sintió como una espinita clavada en una profunda herida que se negaba a curar, pero la persona que lo sintió ignoró toda sensación.
—Parece que florece usted con la amabilidad, ¿no es cierto? Tal como una flor.
Las palabras salieron de sus labios antes de poder reflexionar sobre lo que estaba diciendo. Una vez dichas, con Maya mirándolo de una manera alarmante, ya no pudo retirarlas, aunque el hombre parecía no querer hacerlo.
—Creo que no ha dado una respuesta. —Marcelo se introdujo en la conversación ya muy irritado.
—¿Sobre qué?
El hombre agradeció que por primera vez estuviera teniendo la atención del hombre aunque sólo duro unos minutos ya que éste rápidamente volteó su mirada a la joven. Parecía no querer perderla de vista, era simplemente escalofriante.
—¿Si acepta? —soltó una irritante carcajada.
—Ya tengo secretaria, ¿Qué le hace pensar que no? Quiero comer. —miró directamente a la muchacha. —Maya me pondrá al tanto, es lo que hacen las asistentes.
Una corriente recorrió el cuerpo de la castaña al escuchar el nombre entre esos labios, con su voz tan ronca como si se acabará de levantar. Debía salir de ahí, lo más pronto posible, antes de que algo saliera mal y todo su autocontrol se viera recaído a nada. No entendía nada, y le tomaría entenderlo, sólo quería salir de ahí y la noche parecía interminable.
—Sí señor. —dijo ella en silencio.
Sin mirar a nadie el hombre se levantó y dejó prácticamente el plato completo sobre la mesa. Pasando por delante de ella sin decirle una palabra, ella sintió el caro perfume, todos lo sintieron en realidad. Salió por la puerta seguido de los hombres, uno de ellos la miró más de la cuenta y se fijó ahora que era con burla su mirada, más confundida había quedado.
—Que hombre más extraño. —Kailey dijo lo que todos pensaban. —Tanto dinero y no le alcanza para comprar modales al parecer.
—Lo bueno es que aceptó. —Marielena sonrió a su padre. —Sea como sea, era lo que queríamos.
Marcelo no dejaba de mirar como su ex asistente miraba el plato sin levantar la cabeza. Una conexión era lo que le pareció ver entre ellos dos. Algo más allá del poder y la vulnerabilidad, no era un hombre de equivocarse y notaba con transparencia como las almas de ellos dos gritaban en su momento. Si había sido doloroso verlo, no quiso pensar lo que fue sentirlo.
—¿Lo conoces, Maya? —dijo luego de un momento, cuando todos volvían a comer más tranquilamente.
La joven lo miró con miedo, no entendió, y estuvo a punto de decirle que no pasaba nada, pero ella habló antes de que él dijera otra palabra.
—No, señor. —se apresuró a decir. —Es un hombre muy importante al parecer, yo... —tragó saliva. —seré lo más responsable y profesional, no se preocupe.
Marcelo no dijo nada, sólo asintió. Cada quien después de comer partió a su hogar y ahí fue cuando Maya por fin ordenó sus sentimientos, o por lo menos logró ponerle nombre a todo eso que la atormentaba. Eso que había llegado de pronto a su vida, no lograba asimilarlo.