Capitulo 20
5 años antes...
Tres días habían pasados, días en los que no había visto a Dimitri, no le había enviado ni un mensaje, ni una llamada. Días en los que pasaba horas pensando en que podía hacer para que se solucionara su problema sin dañar a nadie, aunque la única perjudicada en ese momento era ella.
Amaba demasiado a Dimitri como para renunciar a él, lo amaba tanto que le dolía, pero pensar en no tenerlo le dolía mucho más.
Y sus padres estaban en toda la razón, no tenía edad, ni madurez, ni idea alguna de que hacer viviendo con su novio, pero, quería hacerlo. Era lo único que tenía claro.
Ese día fue definitivo, no sólo tenía con constancia en su memoria la amenaza de Dimitri, sino la conversacion con su padre. Estaba muy molesto, no sabía el por qué. Creía que se había olvidado un poco del tema con la conversacion que habían tenido días atrás, pero se había equivocado.
La miraba furioso y de manera acusadora, no terminaba de entender que era lo que ocurría.
—¿Sabes lo que se están paseando de boca en boca la gente del pueblo? —le preguntó.
Maya se encontraba sentada en el sofá sin comprender nada, pero muy nerviosa. Así como cuando internarme sabes que no has hecho nada malo, peor igual crees que sí. Aunque se podría decir que estaba pensando hacer cosas no debidas.
—No sé de qué estás hablando. —había dicho la joven con seguridad.
—¡Que eres una desvergonzada! —gritó éste haciendo que Maya saltara levemente por el susto. —Todos comentan que te iras de casa como una de esas niñas locas que no vuelven nunca. —sus ojos chispeaban de furia. —¿No habíamos hablado de eso? ¡Respondeme!
—Papá. —susurró mientras secaba el sudor de sus manos en su pantalón. —Creerme, no sé por qué razón dicen eso.
Gustavo negó con rapidez.
—Claro que sabes, yo sé, todos lo sabemos. —empezó a caminar de un lado a otro mirando al techo con constancia. —Se han encargado de darles de qué hablar. ¡Yo no te he ensañado eso!
—¡Papá por favor! —gritó a la vez que se ponía de pie. —Pronto cumpliré los dieciocho y no me podrás impedir nada. La gente siempre inventa, y es hora de que te aceptes que no se puede hacer nada con eso.
—¿Inventa? —dijo Gustavo ignorando lo demás. —¿Pero qué dices? Está más que claro que no es una mentira. Es lo que tenían en mente, tú misma me lo confesaste.
—¡No es lo mismo!
—¡Claro que sí! —gritó con ímpetu. —Pero ya no importa, he tomado una decisión.
A Maya de pronto se le había puesto la piel de gallina.
—¿De qué hablas? —susurró de forma lenta.
—Te mandaré a México con tu abuela ya está hablado. —había dicho su padre mirándola con furia, su madre sólo la observaba en silencio pero de acuerdo con lo que decía Gustavo al parecer. Todo ese tiempo estuvo ahí, observándo la escena sin opinar ni decir una sola palabra, como siempre pasaba.
—No puedes hacerme eso. —Maya comentó con un nudo en su garganta. —Yo lo amo papá, entiéndelo.
—Tú me obligaste. —apretó los puños. —Así que el domingo sale tu vuelo, y cuando vuelva quiero que estén listas tus maletas.
Su corazón se había paralizado ante sus palabras, no lo creía, no podía hacerlo. Era una clase de broma cruel que amenazaba con destruir todo dentro de ella, todo lo que alguna vez creyó perfecto.
Sintió mucho miedo, miedo de no volverá verlo nunca, de no sentirlo, de no poder abrazarlo ni besarlo más.
Todos sus momentos juntos transcurrieron en su mente con una lentitud dispuesta a torturarla y no lo aguantó. Con eso se dio cuenta que no podía vivir así, estar sin él sería como estar muerta.
Todo pasaba a otra línea. Si la mandaban fuera del país las posibilidades de que volviera a ver a Dimitri serían nulas, y ella moriría de tristeza, lo sabía.
Con ese último pensamiento había tomado una decisión. Tomando su chaqueta y antes de que sus padres volvieran salió con rumbo a ver a su novio. Le dejó un mensaje simple y preciso para encontrarse, ya su decisión estaba tomada.
Tenía miedo de que su enojo le ganara y no la fuera a ver. Pero no fue así.
Lo observó fijamente, él estaba ahí llevando una rosa muy hermosa y con un muy notable nerviosismo. Se mordía el labio con ansiedad y daba constantes golpes en el suelo con su zapato, era simplemente hermoso y era suyo.
—Hola. —sólo fue capaz de decir. Estaban en el mismo lugar, solo que ahora él sentado y ella de pie frente a él, dispuesta a todo.
—Antes que digas algo, te quiero pedir perdón. —su voz sonaba rota cuando se levantó y luego encorvó en un intento de quedar a la altura de su novia. —Te debo una disculpa. —dijo juntando sus frentes. —No debí hablarte así, pero... es sólo, que aveces me ciego y hago cosas que no debo. —dejó un beso suave sobre sus labios. —Pero te amo como no tienes una idea Maya.
La joven lo miró a los ojos fijamente queriendo decirle sin palabras que lo entendía y que lo amaba tanto como podía.
—Me dolió que no me buscaras estos días, que no me llamaras. —le dijo con las manos temblorosas. —Tenía mucho miedo.
Dimitri suspiro lentamente mientras asentía.
—No debí. —la miró a sus hermosos ojos cafe que lo volvían loco. —Te prometo que no volverá a pasar. —su novia se mordia el labio con insistencia y sus manos estaban sudorosas. Algo le ocurría. —¿Qué pasa, amor?
Maya le sonrió tristemente o eso fue lo que él creyó ver en esa sonrisa.
—Debemos, —suspiro hondo varias veces antes de hablar. —debo decirte algo. —Dimitri asintió escuchándola con atención. —He tomado una decisión.
Su novio negó de pronto con una sonrisa triste.
Dimitri sabía que eso pasaría, esos días le estuvo dando vueltas al asunto y la realidad lo había golpeado de forma cruel, debía de aceptarlo aunque le molestara. Eran diferentes, en clases, costumbres y sobre todo; en edad. Pero si de algo estaba seguro, era del amor que le tenía a esa mujer que lo volvía loco por completo. Así que debía buscar la manera de superar todo sin presión de su parte.