Punto Débil

Capítulo 30

 Capítulo 30  


Esa mañana se había despertado muy inquieta, con un extraño presentimiento. Habían pasado muchos días sin tener noticias de él. Lo último había sido esa nota y aún le costaba trabajo descifrar su verdadero significado. Recordaba sus palabras inevitablemente, recordaba sus ojos, su olor. No quería sentirse así, no quería sentir en ella esos sentimientos que tanto se había esforzado por  desaparecer. Sin embargo, ella si lo había amado, Maya había dado todo de ella por ese hombre, por verlo feliz, por hacerlo feliz. La joven si lo había querido, tanto que el pecho le dolía sólo de pensarlo y ahora por una simple nota, sentía que volvían a ella esos sentimientos con mucha más fuerza que antes. Y claro que estaba aterrada, se negaba a pasar por lo mismo, por el mismo dolor, el mismo sufrimiento. Sin embargo, no estaba en ella y debía aceptarlo para poder ayudarse. 


Steve le había enviado unas hermosas margaritas a su escritorio. Los hermosos pétalos blancos iluminaban el lugar, mostraban vida y demandaban atención. A pesar de ello, no les había dado demasiada importancia ya que su vista viajó a él en el momento que las puertas del ascensor se abrieron, Dimitri. El hombre permanecía de pie en la entrada de su oficina, muy impaciente y al verla la había hecho pasar sin esperar nada de tiempo. Mucho menos se había aguantado las ganas de envolverla en un abrazo que duró lo que le pareció un suspiro.  
Eso no había sido lo que la había dejado desencajada. En su interior, sabía que eso era lo que ocurriría al verlo ahí a la espera. Sin embargo, lo que no sé esperaba fue lo que observó en su rostro, su porte,  y que todo de él estuviera tan diferente a la última vez que lo había visto. Dimitri Petrova estaba frente a ella molido a golpes y hundido en la desesperación.  

—Lo siento. —dijo separándose de ella y tomando asiento en su escritorio.  

Maya soltó un pequeño suspiro al sentirlo lejos.  

—Estaba un poco preocupada. —dijo sincera mientras se  negaba a tomar asiento cuando él se lo propuso. Tenía mucho trabajo acumulado y poco tiempo para terminarlo. —Pero últimamente lo haces muy seguido, tus negocios me imaginé. —dijo bajando la voz al decir lo último.  

Tenía la cara hinchada y uno que otro corte en las mejillas, pero sus ojos era lo que más la habían atormentando al verlo. Se veían muy abandonados, muy tristes. El azul se perdía para dejarle el paso a un gris frío y carente de cariño, era demasiado deprimente verlo fijamente, no podía.  

—Los negocios de mi padre. —dijo mientras se masajeaba un lado de la cabeza sin dejar de verla. —Mis negocios están aquí, en la empresa. Recuerda que yo sí me gradué. —Se negó a malinterpretar sus palabras, así que prefirió no pensar demasiado lo que decía.—El caso es que casi muero. Carmelo me traicionó. —sonó muy normal al decirlo, con el entrecejo fruncido y su mirada llena de obscuridad. —Lo hizo porque lo eché, y ahora está escondido.  

—¿Por miedo? —preguntó ella dudosa.  

Él no comprendió sus palabras, así que sólo esperó paciente a que dijera algo más. Al ver qué no decía nada, preguntó: 

—¿De que tendría miedo?  —la mirada de ella se oscureció levemente al escuchar lo que decía. Para Maya la respuesta era muy obvio, claramente para él no.  
Sólo un segundo había pasado para que Dimitri entendiera lo que quería decirle. Observándola con mucha atención lo notó; era cuestión de lógica, algo muy claro. —De mí. —no fue una pregunta.  

—Estás al mando. —dijo ella bajando la mirada al suelo sin pretender miedo. La vista de Dimitri se desvió al labio de ella cuando se lo mordió sin darse cuenta. —Tienes el puesto de tu padre ahora.  

—Yo no soy mi padre. —dijo con rapidez apretando los puños. Odiaba mucho escucharla decir eso. Lo ponía enfermo. —Y tú más que nadie lo sabes.  

Ella negó rápidamente, pero no dijo nada. 

—Casi mueres y lo dices tan normal. —Maya dijo a la vez que él enderezaba su cuerpo.  

—Créeme, no he tenido ninguna normalidad estos días. —cerró los ojos un segundo para luego verla con total decisión. —Casi muero. Sentí como caía en la oscuridad. —sonrió por un segundo de manera nerviosa. —Pero en medio de toda esa confusión, hubo una luz en mi camino. —se levantó con un poco de timidez hasta quedar frente a ella. Su mirada había viajado de sus labios a sus ojos en un segundo. —Y tú estabas ahí, esperándome. —sus ojos se cristalizaron luego de decirlo. —Y cómo, tantas veces lo hemos escuchado vi mi vida frente a mis ojos. —Maya no supo que decir. Sólo tenía en claro que pensarlo muerto la destrozaría, la marcaría de por vida. —Y lo único bueno en ella eras tú. Lo único valioso, lo único importante. Todo después de ti fue oscuridad total, fue soledad, nada más que eso.  

Él la tomó de sus mejillas al tiempo que su rostro se llenaba de lágrimas.  

—Siento que hayas tenido que pasar por eso. —dijo sin saber muy bien si eran las palabras adecuadas. 

Él sólo la miraba detalladamente. Parecía querer grabar cada detalle de su rostro para siempre en su memoria.  

—Tengo miedo volver.  

—Para eso debes salirte de esa vida. —dijo tratando de no echarse a llorar por verlo de tal manera. —Empezar de nuevo lejos de todos los negocios de tu padre.  

—Tengo miedo de volver a perderte. —su voz fue clara ante ello, muy demandante. 

—No te entiendo. —lo miró a los ojos antes de decir. —Aunque sinceramente no creo que haya algo que podamos hacer ante eso. Ya nos perdimos, ya no hay vuelta atrás. 

—Si hay algo. Solamente debes aceptar las cosas. —dijo entrando en la desesperación mientras la  tomaba por los brazos. —¡Sólo te pido eso! Que me digas la verdad. 

El ambiente había cambiado para pasar a uno mucho más tenso, más doloroso. 

—¡¿Pero de que verdad me hablas?! —respondió a la vez que trataba de alejarse de él. En esa ocasión Dimitri tenía su rostro repleto de lágrimas. —¡Me vas a volver loca de tanta confusión! 

—¡Tú me convertiste en un loco desde que te conocí! Por ti.—Dimitri pegó su rostro cerca de ella hasta tal punto de sentir su agitada respiración. —Entiéndelo, entiéndeme.  

Maya suspiro pesadamente. Lo veía, escuchaba, pero no lograba entenderlo. Él le reclamaba algo que en su totalidad desconocía y estaba claro que Maya no entendía.  

—Esto no puede seguir así. —dijo ella tratando de controlar su voz. —Me haces daño.  

Dimitri juntó su nariz quedando a escasos centímetros de su boca.  

—Tú igual. —su voz sonó completamente rota. —Pero a pesar de todo no he dejado de necesitarte. De soñarte cada noche de mi vida. 

Sus palabras calaron dentro de su pecho a tal punto que le costó respirar bien. 

—Estás siendo muy cruel al decirme eso, Dimitri. —tragó saliva nerviosa. —No después de tanto tiempo.  

—Podemos arreglar todo. —su voz sonó decidida. —Podemos volver a lo que teníamos.  

Maya se alejó de él ante sus palabras.  

—¿Volver con algo que no fue real? —preguntó en un intento de hacer escuchar lo que decía.  

—¡Claro que fue real! —se apresuró a decirle con desesperación. —Sabes que lo fue. Fue lo más real que he tenido en mi vida.  

—No Dimitri. No después de haberme dejado sola… —su voz se quebró y sus ojos se cristalizaron inmediatamente al recordarlo, esa noche la tenía muy presente, y la odiaba de gran manera por eso. Sin embargo, a pesar de tantos recuerdos, se negó a soltar una lagrima.  —No pudo ser real, de ninguna manera.  

Dimitri hizo lo que le pareció una mueca de dolor. 
Era mas como si acabara de recibir un fuerte golpe. Cerró los ojos débilmente, mientras se apoyaba en los talones y apretaba mucho los puños. Claro que lo imaginaba, claro que se culpaba. En ese momento estaba cegado por el dolor y no tenía el mismo poder que ahora poseía. Por qué era cierto que en muchas ocasiones el odio empujaba a las personas a cometer estupideces para luego dejarlos envueltos en la culpa y el remordimiento. El imaginarse no era lo mismo que vivirlo, así que no podía entenderla, por no haber actuado de otra manera ante su engaño.  

—Sé que hemos cometido errores, pero he visto las cosas de otra forma. —limpió una lagrima antes de decir.  —Antes no podía aceptarlo, pero hoy sí. De verdad, Maya. Debes creerme. —tomó una de sus manos con urgencia. —Estoy dispuesto a perdonar lo que me hiciste, y a pedirte perdón... 

Los nervios  de Maya se activaron con rapidez al oírlo decir eso.  

—¿Qué te hice? —preguntó ella incrédula tirando de su mano lejos de él. —¡Dime de una maldita vez! —la muchacha le gritó con rabia. —¡¿Que se supone que te hice?!  

—¡Acéptalo de una vez! —gritó con desespero. —Ya no aguanto más. —rogó, como quien ruega por comida, o como quien sufre un dolor interminable. —Te lo pido, por favor. 

—¡Es que no sé de qué me estás hablando! —le devolvió el grito con el mismo nivel de desespero. —No te entiendo.  

—¡De las malditas fotos! —lloró rompiéndose en mil pedazos frente a ella. —De ti y de Erick. —bajó la voz al decir lo último, le dolía decirlo. Eso estaba muy claro. Sólo recordarlo le partía el alma. —Las vi Maya. Te vi a ti con él, juntos. Mientras yo moría por hacerte feliz. Mientras yo no dejaba de pensarte cada segundo de mi vida. Los vi. 

Pasó un minuto o quizás dos. No lo contó, no pudo. No cuando por su mente pasaron tantas ideas confusas ante sus palabras. No lo entendió, pero en absoluto; no le gustó lo que decía.  

—¿Fotos? —preguntó mirándolo a la cara con una clara muestra de confusión. —¿Cuales fotos? —la forma en la que lo dijo hizo que Dimitri negara la cabeza en medio de las lágrimas. —¿Qué tiene que ver Erick en esto?  

—¡Ya basta! —gritó alejándose de ella y tirando todo lo que había en el escritorio con furia. Maya saltó en su lugar por el susto repentino. —¡Sólo acepta lo que me hiciste!  

—¡No te hecho nada! —gritó buscando que se calmara, era imposible. —Fuiste tú el que me dejó sola. Cuando más te necesitaba conmigo. —dijo ella envuelta en los dolorosos recuerdos de total soledad.  

—Nunca me hubiese ido si tú no me hubieras roto el corazón. —dijo entre dientes con la mirada oscureciera de dolor. Estaba recordando, algo que ella no entendía. —Pero nunca he dejado de amarte, nunca dejé de pensarte.  

—Dimitri. —pronunció su nombre como nunca antes lo había dicho, algo que heló por completo la sangre del hombre. —No sé de qué me hablas. Yo era muy pequeña para ese entonces, ambos éramos muy jóvenes, pero sé que nunca hice algo que rompiera tu corazón. —dijo al borde de echarse a llorar. —Hice todo por ti. —su voz sonó decidida y firme a diferencia de sus expresiones que se notaban inestables. —Cosas que no debí de haber hecho, cosas que me tomaron factura luego. Sin embargo, ninguna de esas cosas tuvo la intención de dañarte. A diferencia de ti.  

—¡Yo te amaba más que mi vida! —lloró en la desesperación. 

—¡Y me abandonaste! —gritó dejando que las lágrimas corrieran por sus mejillas sin poder aguantar más. —¡Me dejaste sola! —su voz se apagó. —Por una mentira que te inventas.  

Los ojos rojos de hombre se abrieron con mucha sorpresa al oírla decir eso. Le parecía el colmo. 

—¡No es ninguna mentira! —lloró al igual que ella tomándola por los brazos nuevamente. —Yo vi las fotos. ¡Te vi con él! —cerró los ojos recordando el momento exacto en qué había ocurrido todo. —¡Los vi haciendo el amor!  

Los ojos de ella se abrieron con mucha sorpresa para luego soltarle una gran bofetada que sonó en toda la oficina. 

—¿Cómo te atreves a acusarme de algo así? —él no dijo nada, sólo la miraba impaciente. —Solamente te voy a repetir esto una vez. —dijo mientras limpiaba con rabia sus mejillas. —Nunca estuve con nadie más que tú, y no tengo ni idea de que fotos estás hablando.  

—Maya, por favor. —rogó. —Te necesito, sólo te pido que me digas la verdad.  

Ella se alejó con una clara muestra de claridad. Algo que jamás creyó ver en ella.  

—Te estoy diciendo la verdad.  

Dimitri suspiró hondo limpió sus lágrimas en el proceso y la miró fijamente, decidido.  

—Puedo olvidarme de todo, Maya. Te lo juro. —Dimitri tragó saliva antes de apretar los puños. —Me olvido de todo y empezamos nuevamente lo que teníamos. Pero, ¿Por qué negar todo lo que es tan evidente? —dijo envuelto en los recuerdos que ella desconocía. —No lo entiendo. De verdad trato, pero no puedo. Olvidare todo Maya, olvidare a Erick olvidare tu engaño.  

—¡Yo no te engañé! —gritó desesperada. —¡Entiende de una maldita vez! —su voz sonó cansada, pero ahora se mostraba decidida.  

Y es que en ese instante tuvo lugar un gran hecho. Después de tantas cosas, después de tanto tiempo, algo —¡por fin!— se liberó en lo más profundo de Maya. La herida de su maltratado corazón seguía expandiéndose dolorosamente sí, pero sentía que sería por muy poco.  
No del todo satisfecha con lo último dicho, le sostuvo la mirada retándolo decididamente. 
Y es que lo estaba. Se sentía decidida. Ella no entendía que era lo que él hablaba, pero sé defendería, sería fuerte y no se dejaría humillar, no cómo Dimitri lo había hecho en su momentos. Sin pensar en nada ni en nadie. Él hablaba de un engaño imaginario, una mentira que le carcomía su interior, y sobre todo; una mentira que había demostrado la confianza que le tenía. Porque si creyó en alguien más antes que en el amor de su vida, fue porque en verdad nunca la llegó a conocer, y si nunca la conoció, nunca, la amó.  
 




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