Los días sin Will se estaban volviendo terriblemente grises, incluso parecía que el clima acompañaba el humor deprimente de los tres amigos. Aquel día estaban hundidos en tareas acumuladas. La lluvia golpeaba suave los ventanales de la sala común de Astroemeria.
—No entiendo realmente por qué me tengo que saber todos los usos de la Aloysia
Exclamó Driss mientras dejaba su cabeza caer encima de su pergamino. Herbología era en definitiva el dolor de cabeza de ellos. Incluso Skoll, quien podía jactarse de sus buenas notas en otras materias, tenía a herbología como su talón de Aquiles.
—Y eso que aun te falta de la retama — complementó Skoll, haciendo que su amigo se dejara caer dramáticamente al suelo, desde el sillón individual donde estaba.
—En definitiva, no sirvo para esta materia — concluyó el chico.
— ¡Listo acabé! — anunció casi saltando Hassan
—Perfecto ahora ayúdanos — murmuró Driss
La maestra de herbología les había dejado una lista de cinco platas de las cuales debían investigar sus usos e importancias. Skoll ya iba por el quito pergamino, le dolía la mano y el suave ruido de la lluvia lo estaba arrullando. De no haber sido por las quejas de Driss, probablemente se hubiera dormido sobre su tarea.
— Puedes copiarlo, pero trata de poner un orden distinto y también palabras para que no se note que lo copiaste — indicó Hassan pasándole sus pergaminos a Driss.
Skoll dejó su pluma a un lado y estiro los brazos en un intento de alejar el sueño. Afuera se podía oír algunos truenos. El invierno definitivamente había llegado a Aurantis.
— ¿No quieres copiar tú también? — ofreció Driss a Skoll
—No, descuida ya casi termino
Skoll siempre había sido aplicado en la escuela, algo que sus maestros habían resaltado siempre. El chico solía tener altas calificaciones incluso sin mucho esfuerzo. Tenía una gran capacidad para almacenar datos o conocimientos que despertaran su interés, pero para temas que no eran de su interés, ponía cierto empeño.
—Bueno, creo que iré a ver a Will ¿Vienen? — Hassan, libre de responsabilidades, caminaba de un lado a otro mientras vigilaba que Driss no copiara su tarea al pie de la letra.
—Si, solo dame un rato ya casi acabo
Skoll no respondió, realmente no andaba de humor para ir a la enfermería. Ya de por sí, se sentía mal de no poder ayudar y ver la crisálida con aquel brillo, solo aumentaba su ansiedad.
Una vez que Driss terminó de copiar la tarea, ambos chicos guardaron sus cosas. Skoll ya había dicho que no los acompañaría, así que ambos subieron a la habitación en busca de sus capas para la lluvia y minutos más tarde, salían del ayllu rumbo a la enfermería.
Skoll los vio marchar por la ventana, se estaba tomando el tiempo en acabar su tarea, así su mente se ocupaba en algo más que no fueran sus padres o Will. Aun así, no le tomó mucho tiempo terminarla.
Resignado y sin mucho que hacer, se dispuso a escribir una carta a sus padres. Sabia ya que no tendría respuesta, pero aun así lo hizo. Iba ya por la mitad de la carta, cuando el sonido de las garritas contra el cristal lo obligaron a voltear a la ventana.
Ahí, detrás del húmedo cristal, estaba la pequeña lanichilla. Vaya que el animal era insistente, pensó el chico. ¿Por qué quería tanto que el la siga? Pensó un momento en la opción de seguirla, pero el recuerdo del profesor y el alumno tirados, regresaba a su mente con un creciente escalofrío.
La iba ignorar, eventualmente se cansaría, o eso quería creer. Pero no fue así, media hora después, Skoll salía del ayllu puesto su capa para la lluvia y buscando a la pequeña lanichilla. El chico puso todo su empeño en ignorarla, pero era demasiado aguantar media hora con el sonido de sus garritas. Algo enojado con aquel animal, finalmente cedió antes su insistencia.
— Mas te vale no meterme en problemas — murmuró como si la lanichilla pudiera escucharlo
La vio a lo lejos, cruzando el puente. Así, inicio una nueva persecución. Mientras la seguía a través de pasillos y jardines, Skoll notó que lo estaba llevando de nuevo hacia el jardín de la primera noche, ahí donde encontró al profesor.
Skoll esperaba no encontrar de nuevo a alguien atacado por el toro. Mientras doblaba una esquina siguiendo al pequeño roedor, se encontró con Fausto. El chico frenó a tiempo antes de chocar con la enorme figura del hombre.
— Oh Skoll hola chico ¿Qué haces caminando solo en esta lluvia?
Fausto lo saludaba con su habitual sonrisa, traía su habitual sombrero negro desde donde pequeñas gotas caían.
—Hola Fausto, yo… — el muchacho pensó un momento en si contarle o no la verdad al hombre – solo daba un paseo.
Al final, decidió guardarse esa información, temía en parte que lo creyera un loco por andar siguiente roedores fantasmales.
—Solo un paseo — el ojo del hombre lo observo como si pudiera leer su mente – Bueno, no estamos en momentos como para dar paseos a solas, lo sabes bien
—Si lo sé, solo…quería despejarme de las tareas
La carcajada del hombre hizo estremecer su sombrero donde las gotas cayeron hasta mojar el rostro de Skoll, no entendía que era tan divertido.
—Vaya jóvenes ustedes ya no aguantan nada. – comentó palmeando con su gran mano el hombro del chico — Bueno ya que te encontré, mira esto.
El viejo hombre le mostro una especie de rama con lo que parecían semillas gigantes colgando de ellas. Skoll no recordaba haber visto algo así nunca.
— ¿Qué es eso?
—Esto muchacho es chocolate — anunció alegremente el hombre.
Skoll no entendí como esa cosa gigante era chocolate, ni siquiera olía a uno.
—No huele a chocolate eso — afirmó el menor.
—No, eso es cierto, pero es porque le falta el proceso — explicó sin demora — vamos a mi cabaña, te mostraré.
Skoll quien aún no olvidaba a la lanichilla, trató de ver por el costado del hombre, si es que el roedor lo esperaba. Para su sorpresa, el pasillo atrás de Fausto estaba vacío. Sabiendo lo insistente que era aquel roedor, seguro pronto volvería a verla
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Editado: 09.09.2024