Keira
El maquillaje que me están colocando me provoca ganas de estornudar, pero soporto lo más que puedo para no causarle problemas a la maquillista, que me toca como si fuese de vidrio. Tal vez quiera evitarse demandas, he escuchado que gran parte del elenco es muy prepotente y buscan cualquier excusa para hacer un escándalo y humillar al personal.
Me encantaría decirle a la chica que conmigo trabaje como si fuésemos amigas, pero en mi experiencia sé que eso no es lo mejor. Algunas veces se han aprovechado de que soy buena onda para tomarse libertades, afectando mi trabajo, ya que, o no llegaban a tiempo o flojeaban. Muchas veces fui regañada por ser tan amistosa con el personal y desde la vez en que me acusaron de que permití que un productor y una maquillista tuvieran relaciones en mi camerino, decidí poner mi distancia. No obstante, eso no quiere decir que me comporte déspota, por el contrario, soy muy accesible, respondo bien, trato a todos como mi igual, porque eso somos. Yo soy solo un ser humano, un tanto popular y con una carrera prometedora, pero sigo siendo solo una chica, una madre soltera y una nieta.
—Listo, puede verse —me indica Sophia. Al llegar le pregunté su nombre, y ella me sonríe con simpatía desde entonces.
—Oh, Dios, parezco villana —digo riéndome al ver mis labios rojos y mis cejas perfectamente depiladas y maquilladas. Realmente luzco sensual y atractiva, aunque este no es mi estilo.
—Ese es el punto. —La chica me guiña el ojo a través del espejo—. Usted es amante del protagonista y amiga de la antagonista.
—Muchas gracias, Sophia. Haces un excelente trabajo.
Ella me mira extrañada. Supongo que no está acostumbrada a que se le agradezca.
—Eh… No hay de qué, señorita Martínez.
— ¿Sabes a qué horas vamos a empezar? —le pregunto mientras toco mi cabello, el cual está perfectamente peinado y planchado. Miro con algo de nerviosismo mi albornoz, ya que debajo de él solo tengo puesto un bikini diminuto.
Tengo un mejor cuerpo que antes, por mi carrera he tenido que mantener la línea y hacer ejercicio. Admito que también estoy así porque recoger juguetes y perseguir a dos pequeños terremotos te hace quemar muchas calorías.
Y ejercitar muchas partes del cuerpo. Cuidando a mis hijos, hago estiramientos, corro, salto, me agacho, subo escaleras, las bajo, cargo cosas, hago sentadillas y bailo; en fin, mis mellizos son más efectivos que un gimnasio.
—Ya no deben de tardar en llamarla. La escena de la piscina está por realizarse. Recuerde que solo se puede hacer una vez por este día, tiene que hacerlo perfecto.
—Este tipo de escenas las odio —admito—. No soy una experta actuando.
— ¿Quiere que le diga algo? No a cualquiera lo eligen para este tipo de producciones, así que si está aquí es porque algo notaron. No se menosprecie, he visto algo de su trabajo, también su audición y es excelente.
—Muchas gracias, Sophia, eres muy linda —respondo.
Y ahí voy de nuevo, a hacer buenas migas con la gente. Es que no lo puedo evitar, me encantan las personas amistosas.
Diez minutos después estoy en el set: una hermosa casa lujosa con una piscina enorme. Solo se usan los exteriores y el piso de abajo para las grabaciones, el piso de arriba es en los estudios, pero mi primera escena ha tocado en exterior.
Aun así, soy profesional y actúo mi escena con naturalidad, pensando que tengo a ese hombre que me engañó enfrente. Incluso al actor me mira un poco desconcertado mientras no filman su cara, ya que mi aversión hacia él luce real.
La escena culmina cuando me sujeta por las caderas y me acerca a él para susurrarme que a la que realmente quiere es a mí, que Verona, la protagonista con la que terminará quedándose, es solo un juego. Es vomitivo interpretar un papel que poco a poco se va calmando y cae en las garras del sujeto—también en la piscina—, pero me pagan por esto y debo hacerlo.
Después de todo, es ficción.
La escena siguiente es un encuentro íntimo entre nuestros personajes, justo afuera de la piscina. Algunas personas se han retirado para que la realicemos con total comodidad y yo me concentro mucho en fingir que disfruto. Peter, mi compañero, es bastante respetuoso conmigo y me dice entre toma y toma en donde me tocará para que no me incomode. Yo le digo lo mismo y creo que al final queda algo muy bien hecho y que hará que salten chispas en la pantalla.
—Guau, eres buena —me elogia una vez que terminamos.
—Gracias, igual tú. Bueno, tienes más trayectoria que yo, ¿de qué estoy hablando? —Me río.
—En verdad tienes talento, Keira, nunca trabajé tan cómodo con nadie. Es una lástima que no vamos a compartir tantas escenas. Tal vez el público lamente que no seas protagonista.
Por el rabillo del ojo veo que el director de cámaras está murmurando algo a otra persona, cosa que me tiene nerviosa. Tal vez debamos repetir las escenas para que no opaquemos a las de la pareja principal.
Por suerte, la toma ha quedado tan estupenda que no es necesario repetirla, se han quedado muy conformes, mucho más con el pequeño mordisco que le di en los labios a mi compañero y por lo que me he disculpado. Puedo notar que le atraigo a Peter, por lo que no me extraña que no se moleste.