Keira
— ¿Acaso me buscabas?, ¿para qué? —le pregunto extrañada y entornando los ojos. Ignoro que el corazón se me quiere salir del pecho, me recuerdo también que no tengo nada que temer. No poseo tantas riquezas como él, pero sí tengo recursos para defenderme en caso de que este hombre quiera joderme con mis niños.
No lo voy a permitir. Ellos son mi vida entera y si tengo que irme a juicio por ellos lo haré, además, soy una buena madre, no les falta nada y es difícil que me los quiten. Lo primero que hice al enterarme de mi embarazo y ser rechazada por él, fue asesorarme.
—Creo que es obvio, Keira, te lo dije la última vez que nos vimos: te amo —responde muy seguro—. Te busqué como un maldito loco y parece que la tierra te tragó, pero ahora te encontré y…
— ¿Qué quieres?, ¿qué regrese contigo? —pregunto sin rodeos. Él sonríe de forma petulante y alza las dos cejas de manera muy rápida.
Su expresión de niño rico. Siempre me burlé de eso cuando estábamos juntos y a él le molestaba un poco, me hacía cosquillas y… terminábamos en cosas no aptas para menores.
Qué tiempos… tan horribles. Horribles en el sentido de que yo era una ingenua y ciega, que no hizo la gran cosa cuando se dio cuenta del jueguito de miradas y sonrisas que se daba entre esa mujer, esposa de uno de sus socios, y él.
Derek siempre fue muy coqueto, incluso estando conmigo, pero como a mí me bajaba la luna, el sol y las estrellas, no le reprochaba mucho.
En definitiva, me gustaría darle un golpe en la cabeza a mi yo del pasado, aunque después recuerdo que eso me sirvió para aprender.
—Honestamente, a eso vine, mi amor, a recuperarte.
—Pierdes el tiempo, cariño, hace ya varios ayeres que te dejé —contesto mirándome las uñas de una mano.
—No me has podido superar, estoy muy seguro. Te apuesto a que si ahora te besara… —Se acerca a mí y su olor se impregna en mí otra vez, causándome un cosquilleo en el bajo vientre. Es obvio que Derek todavía me atrae y no hay nada de malo en ello, no soy de piedra. Sin embargo, mi tiempo y experiencia como actriz me hace mantenerme estoica, sin dar muestras de estar afectada—. Disfrutarías y te desharías en mis brazos.
—Sí, igual que con todos mis compañeros actores. —Sonrío y la expresión que hace al dar dos pasos hacia atrás, hace que valga cada maldita hora de ensayo—. Nunca sabrás si estoy fingiendo o te beso de verdad.
—Hay maneras de comprobarlo… —Mira hacia abajo y yo trueno los dedos para que se concentre en mis ojos.
—Llegas a tocarme en lugares en donde no permita y te juro que te denuncio. Me importa poco lo poderoso que seas, Bristol —amenazo y sus ojos brillan perversos—. Todavía seré una actriz de poca monta, pero estoy en la mira pública, no te conviene un escándalo.
—Qué bravucona, esa es una señal de que me sigues amando…
—No soy bravucona, solo soy una mujer que quiere su espacio personal y que no le ve sentido a seguir la conversación con su ex. Sienta o no sienta cosas por ti, eso no cambia el hecho de que seas una basura que no pienso recoger. Adiós, buenas noches y cuídate…
Lo esquivo y me voy con paso seguro. Me estoy asfixiando, no sé cómo rayos no filmaron esto, mi actuación ha sido magistral.
—Sé que tienes a mis hijos. —Sus palabras me paralizan y me hacen apretar los dientes—. No lo niegues, si lo haces, haremos el ADN.
Me giro en su dirección y le lanzo la peor mirada que tengo, lo que lo hace sonreír triunfal. Mis bebés son mi talón de Aquiles y aquí no puedo disimular mi enojo.
—Mis hijos no tienen nada que ver en esto, imbécil —espeto furiosa.
—Claro que sí, son míos, no te atrevas a negármelo, sabes que lo podría comprobar con facilidad.
Suspiro de forma cansina. Este hombre es un grano en el trasero, uno muy grande y lleno de pus.
—No, no lo voy a negar. Tú eres el padre —respondo resignada y él abre mucho los ojos tras mi confesión—. Pero ¿y qué?
—Me los ocultaste…
—No, señor, a pesar de que cometiste aquella bajeza, al enterarme de mi embarazo intenté localizarte, fuiste tú el que no quiso saber de mí, así que te dejé en paz y seguí con mi vida. No me vengas ahora con qué nos quieres recuperar. No sé si te sea beneficioso salir con una actriz en ascenso y tener hijos, pero conmigo no te va a salir la jugada, buenas noches.
No espero a su respuesta y me meto al edificio. El corazón me late desbocado y tengo un poco de ganas de llorar. Me siento enojada conmigo por temblar como lo hago y por arder ante la mirada de ese hombre.
Es un idiota, ¿cómo puede mi cuerpo reaccionar ante él todavía?, ¿por qué de pronto tengo tanto miedo de que me quite a mis tesoros?
Me tranquilizo un poco cuando entro a mi departamento y me reciben dos niños preciosos y que son mi mundo entero.
— ¡Mami! —exclama Liam cuando me rodea con sus pequeños brazos—. Te esperé para cenar, Isa también.
—Sí, mami —confirma ella.
—Ay, mis amores —digo conmovida y me agacho para quedar a su altura—. Los extrañé muchísimo.