¡qué familia de mierda!

Capítulo 4: Cuestión de jabones (2)

...

Para cuando llegó el primer recreo, Mariana ya tenía pensado lo que iba a hacer y para eso le había pedido ayuda a dos de sus compañeras y amigas. Las tres cruzaron al patio de Brenda y una vez que la localizaron, Mariana se sentó cerca mientras sus dos amigas se quedaron de pie frente a ella, cubriéndola. Cuando Brenda la vio se quiso acercar a hablar con ella, pero mostrando los dientes en señal de enojo, Mariana le hizo entender que se tenía que quedar lejos.

Así pasaron algunos minutos en los que las tres hablaban de sus cosas mientras esperaban. Poco después llegó Karina. Mariana la siguió con la mirada a través de los espacios entre sus amigas, sin dejarse ver. Y Karina, tal y como había sucedido desde el miércoles de la semana anterior, fue derecho a buscar a Brenda para comenzar a decirle cosas hirientes. Sin que la abusadora se diera cuenta, Mariana se puso de pie y después se paró detrás de ella. Escuchando todo con mucha atención hasta que algo fue el detonante de su violencia.

—Yo no sé de dónde sacaste esa cara tan fea con lo preciosas que son la Mariana y tu mamá, ¿estás segura que sos hija del mismo padre?

Para cuando Karina se dio cuenta que Mariana estaba a su espalda, ella ya la había agarrado de los pelos y tirado hacia atrás, justo para que quedara junto a su cabeza y pudieran mirarse mutuamente. El miedo en los ojos de Karina fue evidente. Algo que fue compartido por Brenda cuando ella se cubrió la boca con las manos. La menor de las dos sintió deseos de llorar, más que preocupada por esos pensamientos hablándole de las posibles consecuencias.

—¿Qué, no sos tan brava con alguien de tu edad? —cuestionó Mariana.

Karina se llevó las manos detrás de la cabeza, encima de la mano de Mariana. Intentando, pero sin conseguir soltarse de su agarre.

»Pedile perdón a mi hermana —exigió.

—Pero... —Karina se quejó de dolor.

—Que le pidas perdón te dije, ¿no entendés, estúpida? —Mariana endureció su agarre, tirándole más de los cabellos.

Karina soltó un grito de dolor, pero nadie iba a venir a rescatarla. Las profesoras que se suponía estarían cuidando ese patio, estaban en una de las esquinas, a unos quince metros de donde eso estaba sucediendo mientras daban el buen ejemplo fumando un cigarrillo y abstraídas en su propios temas.  A su vez, ellas habían sido rodeadas por alumnos curiosos. Las reacciones de esos eran variadas, desde la risa, la preocupación e incluso la agitación alentando la escalada de violencia en dicha pelea.

»¿Le vas a pedir perdón o no?

—¡Bueno, está bien, pero pará! ¡Soltame! —suplicó Karina.

—Cuando le pidas perdón se termina, dale, rápido.

Con gran dificultad, las rodillas dobladas y las manos todavía sobre la mano de Mariana tratando de reducir la presión, Karina miró a Brenda. Ella le devolvió una mirada cargada de tristeza, su hermana estaba siendo demasiado cruel.

—Pe, perdóname, Brenda —Tartamudeó.

Ella asintió y miró a su hermana, de alguna forma esperaba que su mirada le dijera que ya había sido suficiente, pero Karina había ido demasiado lejos y aquello ya no podía terminar así no más.

—Muy bien, así me gusta, pero, ¿sabés qué pasa?

—Ya le pedí perdón. ¡Soltame, Mariana!

—Sí, pero todavía hay un problema. A mi hermana le pediste perdón, pero también te metiste con nuestros padres. Tenés que pedirle perdón a ellos dos también para que quedemos en paz y resulta que de nuestra mamá no sabemos nada y mi papá... él se murió el sábado pasado, ¿sabías?

Mariana agitó su mano haciendo tambalear a Karina que volvió a gritar de dolor.

—Te juro que no sabía, perdóname.

—Sí... Puedo hacer eso, pero, ¿sabés? Me quedé pensando en que Brenda no te parece bonita y vos lo sos bastante. Toda una princesita.

—¡No pará, no me hagas nada, por favor! —suplicó Karina.

Mariana no le hizo el menor caso. Miró a algunos de lo que formaban la rueda que las rodeaba, esos que cubrían la pared y con un gesto de su mano les ordenó hacerse a un lado. Todos obedecieron.

—Lo bueno es que tus padres tienen mucha plata, seguro te arreglan.

Karina que ya estaba llorando sintió que el dolor le hacía temblar las piernas, Mariana, sin siquiera pensarlo la había tirado del pelo y, con todas sus fuerzas, hecho que ella se golpeara la cara con la pared. Karina se sujetó la nariz sangrante y cayó al piso para continuar llorando, aunque ahora lo haría a los gritos. Entonces, el frenesí de los espectadores con la variedad del terror a la más absoluta algarabía que incluía silbidos y hasta aplausos, finalmente llamó la atención de las profesoras en la esquina del patio, mismas que al ver el tumulto dedujeron que algo grave había sucedido y corrieron llegando bastante rápido al lugar.

Minutos después tanto Brenda como su hermana estaban en dirección, frente a la directora. La mujer, con justa razón, estaba furiosa. Por otro lado, Karina estaba en la enfermería improvisada más conocida como el baño de mujeres, en medio de dos profesoras que trataban de detener su sangrado en lo que llegaba la ambulancia.

—¿Qué pasó, por qué le pegaste así a esa alumna? —empezó la directora, intentando por todos los medios mantener su calma.

Mariana, cruzada de brazos, se mantuvo callada. Brenda, después de un vistazo a su hermana, miró a la mujer y de la manera más educada de la que fue capaz trató de solucionar aquello.

—Mi hermana se enojó porque Karina hace días que me estaba molestando.

—¿Y eso es excusa?

—¿Y a usted le parece bien que una boluda de dieciséis años este molestando a una de doce? —Mariana miró a la directora con marcado desdén.

La mujer no podía dar crédito a lo que escuchaba.

—¿Qué es ese lenguaje, Mariana? No estamos en la cancha.

La mayor levantó las cejas, dando a entender lo poco que le importaba eso.

—¿Tenés una idea del problema en el que metiste a este colegio?

—Ella no va a decir nada.



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En el texto hay: pobreza nobleza familia

Editado: 31.05.2023

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