¿quÉ PasÓ En Navidad?

CAPITULO 17

—Papá, ¿cuántas casas tienes? —la curiosidad de Gael Arturo siempre me hacía sonreír.

 

—Varias —respondí, sentándolo en mi regazo—. Aquí es donde siempre estoy, pues la empresa está cerca. Está la casa donde estuvimos y una cerca de la playa. Allí voy en verano para descansar y olvidarme un poco de todo.

 

—Entonces no quiero que vuelves allí —sus manos sostuvieron las mías, haciendo presión en ellas.

 

—¿Por qué? —pregunté para comprender a qué le temía.

 

—Si vas a esa casa para olvidarte de todo, te olvidarás de nosotros y de nuevo te perderemos —las lágrimas asomaban en sus ojos.

 

—No, Gael. Es imposible que los olvide. Ningún lugar al que vaya me hará olvidarme de ustedes. Al contrario, iremos a la playa juntos y disfrutaremos tanto que no vas a querer regresar. Te lo prometo.

 

—¿Qué hacen allí sentados? ¡Vamos, hay mucho por hacer! —Anais nos obligó a dejar nuestra conversación. Desempacar nunca fue de mi agrado; sin embargo, ahora lo hacía con gusto. Hacerlo, significaba que ellos se quedarían a  mi lado; sólo con eso, ya me sentía el más feliz de los hombres.

 

La habitación de Gael Arturo estaba lista desde hacía varios días. Había contratado a las personas correctas para adaptarla a él. Las paredes estaban pintadas de azul; el piso fue cubierto por una alfombra en la que el niño podía andar sin calzado sin temor a resfriarse en los días fríos. Anais me había comentado que su cama tenía forma de auto; así que pedí colocar una similar. Las estanterías estaban llenas de juguetes y una buena parte fue ocupada por cuentos que pensaba leerle cada noche.

 

La sonrisa de Gael al entrar en su habitación nos dejó saber que le agradaba. Corrió hacia su cama y se recostó con los brazos abiertos, tratando de abrazarla. Después corrió hacia nosotros, abrazando nuestras piernas.

 

—¿Estás contento, hijo? ¿Te gusta la habitación?—Anais lo levantó en brazos y besó su mejilla.

 

—¡Mucho! ¡Extrañaba dormir en el auto! —gritó emocionado—. El único problema es que aquí no caben ustedes. Van a tener que dormir sin mí desde esta noche —de nuevo nos hacía reír con sus inocentes ocurrencias.

 

—Pues será duro acostumbrarnos, pero es lo mejor, hijo. Debes dormir en tu propia habitación —le respondí sin dejar de sonreír.

 

El resto del día lo pasamos sentados en la alfombra jugando a todo lo que se le ocurría. Anais se notaba cansada, así que pedí comida a domicilio para evitarle el trabajo de preparar la cena. Gael se durmió pronto; lo llevé a su cama y lo abrigué con su manta. Lo observé dormir sin darme cuenta que llevaba mucho rato de pie en el mismo lugar.

 

—Vamos a la cama, Arturo —Anais rodeó mi cintura y descansó su mejilla sobre mi espalda—. Te quedas viéndolo como si fuera a desaparecer de repente.

 

—Lo miro tratando de reponer todos los años que no lo he hecho —ella trató de alejarse de mí.

 

—No lo tomes a mal, Anais —tomé sus manos y giré para verle a los ojos—. Sé que no me privaste de él porque quisieras. Comprendo que tuvo que ser así; sin embargo, no puedo dejar de pensar en todo lo que me he perdido de él.

 

—Lo lamento, Arturo —besé sus ojos antes que comenzara a llorar; la tomé en brazos y la llevé a nuestra habitación para demostrarle cuánto le amaba.

 

Dos días después, Mauricio llevó a Anais al hotel donde se hospedaba, con la excusa de reunirse con algunos futuros clientes. Yo sabía que en realidad, su madre esperaba por ella. Estuve toda la tarde junto a Gael Arturo, esperando que regresara. Cuando lo hizo, no venía sola. Su madre y Mauricio le acompañaban.

 

—Hola, cariño —dijo al abrazar al niño—. ¡Mira quien vino para sorprenderte!

 

—¡Abuela! —Gael corrió hacia ella y ambos se abrazaron durante un rato—. ¡Ven, quiero que veas a mi papá! —dijo exaltado tomándola de la mano para acercarla a donde yo permanecía de pie.

 

—Eres Arturo —más que una pregunta, fue una afirmación—. Lamento todo lo que ha tenido que soportar estos cinco años. Mauricio me lo ha contado todo.

 

—Es un gusto conocerla, señora —me acerqué a ella y estreché su mano—. No vale la pena preocuparse o sentirse mal por eso ahora. Lo que en realidad importa es que nuestro presente y futuro ha cambiado. ¿Han logrado hablar? —pregunté, ansioso por saber cómo lo había tomado Anais.

 

—Así es —Anais respondió antes que su madre, acercándose a mí por primera vez desde que llegó. Me besó fugazmente en los labios y luego sonrió—. ¿Supiste todo antes que siquiera imaginara todo esto, cierto? —asentí y ella golpeó mi hombro—. ¡Debiste decirme! ¿Cómo iba a imaginarme que Mauricio es mi padre?



#15405 en Novela romántica

En el texto hay: romance

Editado: 14.08.2023

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