Agosto 2015
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En el primer día de clases, Luke estaba muy sorprendido, muchísimo, básicamente.
¿Por qué? Bueno.
Luke sabía que el primer año de preparatoria no será fácil, y pasó todo el verano tratando de prepararse mentalmente para todo el estrés y las pesadillas que se venían.
Pero, nada, absolutamente nada lo había preparado para esto.
Luke a veces pensaba, si la gente se daba cuenta como todo podía cambiar en un segundo, muchas cosas podían pasar en ese lapso, cosas que él nunca se podría imaginar que pasarían, tenían el poder de cambiar su vida por completo. ¿Pensaba la gente en eso?
Luke, por supuesto, no lo hacía.
Él pensaba que cuando entrara a clases el primer día a las 7 de la mañana, solo sería otro año tranquilo, mundano y aburrido.
Que equivocado estaba.
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Jamie Stone. Un nombre que Luke había escuchado antes, por aquí y por allá. Un nombre que atraía atención, una cara que la gente miraba cuando entraba por la puerta de la preparatoria. Estaba en el equipo de wáter polo, por lo tanto, era atlético, y si, Luke tenía que admitir que era socialmente atractivo, pero solo lo había visto desde la distancia, además era alguien a quien Luke no solía prestar atención.
Lastima.
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Luke y Ryan lograron entrar a la sala de historia segundos antes de que sonara la campana.
—Si no hubieras pasado 15 minutos llorando por que se te dieron vuelta unos chocolates en tu casillero, no hubiéramos tenido que correr como malditos hasta la sala.
Ryan puso los ojos en blanco. —Estaban en perfecto estado, Luke, no los iba a desperdiciar.
—Estaban en tu casillero, sueltos, entre libros y ropa.
—¿Y? —respondió Ryan mirándolo con una ceja levantada.
Luke ni siquiera consideró eso una respuesta, y en su lugar se fue hacia el escritorio más cercano a él y se dejó en caer. Estaba cansado, no había desayunado y odiaba todo.
Y era solo el primer día.
—¡Presten atención! —Fue la primera palabra que el Señor Stevens dijo frente a la bulliciosa clase—. Levántense de donde sea que estén sentados, yo elegí sus asientos —terminó, moviendo una hoja frente a los chicos.
La clase se quejó en voz baja mientras se ponían de pie y se agrupaban en la parte trasera del salón mientras el profesor decía sus nombres.
—Abrams, Stone, Jones, Michels. —Steven dijo, apuntando a la primera fila del lado derecho del salón.
Luke suspiró, podía decir desde ya que este año iba a apestar.
Caminó hasta su asiento y se hundió en él mientras dejaba su mochila en el suelo con un sentimiento pesado en su corazón, aún no se sentía del todo bien con la idea de volver a la preparatoria. Volvió a suspirar.
—¿Disculpa? —Una profunda voz murmuró detrás de él, interrumpiendo sus pensamientos. Luke resistió el impulso de hacer un ruido de molestia y se dio vuelta de a poco, y cuando miró hacia la persona que estaba frente a él, sólo pudo pensar que estaba mirando a un ángel.
De verdad, podría jurar que era un ángel. Quizás era la falta de sueño jugando con su mente.
El ángel en realidad es un chico, un chico con unos asombrosos ojos verdes, mirándolo con urgencia. Su cabello rizado y negro bien peinado sobre su cabeza, con un olor delicioso a coco. Y maldita sea, hermoso, seguramente la persona más hermosa que Luke ha visto en su vida. Y Luke puede sentir las mariposas moverse por su estómago en el momento en que sus ojos chocaron con los suyos.
Lo que más miedo le da a Luke son las ganas que tiene de levantarse y pasar su mano por la nuca del chico y oler su cuello para ver si huele tan bien como su cabello lo hace desde aquí. Y no es normal. Pareciera que su corazón se le va a salir del pecho y la peor parte es que no tiene idea quién es esta persona y la manera en que siente ni siquiera debe ser legal. ¿Es eso posible?
El chico ni siquiera nota que ha estado pasmado hasta que choca con los brillantes ojos verdes que lo miran con incertidumbre y cejas levantadas. Entonces es cuando se da cuenta que ha estado mirando a este dios griego en forma humana de manera más prolongada de lo que es aceptable. Y eso malo, muy muy malo.
—Hola. —hizo todos sus esfuerzos para decir con un graznido. Podría jurar que la piel del chico brilla con la luz del sol, está brillando de color dorado y él está seguramente ciego.
—Ehh. —El chico se movió para rascarse la parte de atrás de su cuello—. Tu mochila. Está Mmmm, en el medio del pasillo.
Luke bajó la mirada para mirar y si, efectivamente su mochila estaba bloqueando todo el paso, y sus mejillas le ardieron.
—Oh, lo siento —murmuró mientras se inclinaba para mover su mochila debajo de su silla.
—No te preocupes —respondió el chico con una pequeña sonrisa antes de tomar asiento en el lugar delante de él.
Luke tuvo que apretar la mandíbula para evitar que se le abra la boca.
¿No se supone que Jamie Stone se iba a sentar delante de él?
¿Él es Jamie Stone?
Ciertamente no es el Jamie Stone que Luke recuerda de años anteriores. Jamie se supone que es un chico con el pelo un poco rizado, frenillos y converse que llegan a la rodilla. Es como si hubiera terminado el año anterior como un bebé y hubiera vuelto como una estatua tallada en oro puro, enviada por los dioses, desde otro planeta.
Es deslumbrante.
¿Cómo mierda cambia tanto alguien en dos meses? ¿Cómo Luke no se había dado cuenta? Tenía que ser algo reciente, Luke definitivamente recordaría la perfección de Jamie si ya la hubiera visto.
La clase era ruidosa, todos hablando mientras Stevens sigue sentando a la gente. James mira a Luke, que pareciera tener menos ganas incluso que él de estar aquí.
Luke se sentó recto hacia adelante, tratando con cada fibra de su cuerpo de prestar atención y no perderse en la parte trasera del cuello de Jamie.