La reina de arenas ha caído frente a un colosal monolito que es iluminado por una fina luz helicoidal, tras el duro golpe recibido en la retaguardia al caer del cielo y después de escupir la arena que de sopetón entró a sus narices inclusive dentro de su vestimenta, cerró un ojo luego el otro, miró alrededor cuando eso solamente confirmaba sus sospechas, se hallaba en medio del desierto, ha sido rescatada pero de nuevo intenta escaquearse de cumplir con su palabra. Conoce sus poderes pero no demasiado bien el manejo de los mismos y el improvisar la irrita. Se le ocurrió copiar las burdas formas de rogar de ciertas criaturas, entonces con su mejor actuación alzó los brazos y empezó la dramática escena pero antes de siquiera balbucear el comerciante la corto con fuerte voz.
- Discernimiento y sabiduría ha llegado el momento exacto.
Con sagacidad empieza a berrear —me niego, acabará conmigo otra vez- eso la hacía enojar, desconoce el porque él siempre insistió en rememorar el sufrimiento o aclarando el suyo.
- Un elemento puede ser fuerte, se desborda su poder a veces, pero siempre se restaura.
- Júralo —dijo con ímpetu- ¡Cumple tu palabra!, dame una señal o no lo haré. Usaré todas mis fuerzas para desaparecer. Por muy astuto que creas ser, todos somos iguales en cuanto a poder.
En medio de una tenue niebla de tono terracota se pronuncia en respuesta, por nuestro bien el otro ser ahora permanece anónimo. En la visión se deja entrever unas manos que intercambian una pieza de cerradura.
- Le di la llave, no la sueltes.
Empezó a quejarse por sus adentros —De nuevo con acertijos, ustedes los dioses, tierra-aire, agua y fuego, se les sube el poder a la cabeza, ¡mentiras!, esos bichos destruyeron la tierra e iban a por otros…-
- Jamas sueltes la llave —recalcó-
Ya sentía una presencia curiosa y sin girar a investigar, comenzó a caminar en línea recta. En efecto, el atractivo varón, agarro coraje al conectar ciertas ideas.
- ¡Ehhhh! ¡Hola!... ¡Hola! me podrías decir qué clase de lugar es esté…
La figura de azulados pantalones holgados y camisa blanca se quedó estática, a diferencia de su interlocutora, terca daba vueltas para apelar los fallos dictados.
- Justo lo que faltaba, que pretendas sea la nueva parejita de Adán, soy una diosa ¿lo olvidas? no voy a caer tan bajo… volver a cometer los mismos errores. Por mi que se extingan de una vez por todas.
- Señorita, ¿con quién habla? —enfurecida ante la exposición de sus pensamientos confidenciales aceleró el paso a través de los muchísimos granos de arena, perdiéndose de vista- señorita, disculpe, ¿con quién habla? ¡Hey!, no sea antipática, vuelva, por favor…
Empezó a sentirse mal al estar solo, eso pese a que la soledad es compañía consigo mismo, vagaba de aquí, allá, lo raro es no sentía calor ni sed, sus pensamientos no lo acosaban, debía estar preocupado y se hallaba sereno, aunque las interrogantes soplaban al compás de la cálida brisa.
- ¿Dónde estoy?, ¿por qué no siento calor, ni sed ni hambre?, ¿desde cuando estoy aquí?
Se sentó, volviendo a realizar una introspección más cargada.
- Me han puesto dentro de un videojuego —gruñió— súper divertido, ahora, sácame de acá, ¿en qué nivel estare?, ¿qué se consigue al ganar?, ¿lograré ganar? —volvió una ventisca e insistió— ¡pufff! ¿quién es esa chica?, ¿hablaba sola?, ¿estará loca? —el soplido jugueteaba con sus cabellos ondulados y castaños— ¿por qué no hay una sola gota de agua?, arena, arena, arena en mis zapatos y en mis oídos, supongo la detesto, ¿estoy perdido?
De repente en la arena se empezaban a escribir unas letras —guarda silencio hombre, tus preguntas solo empeoran las cosas— a lo que pensó en respuesta —¡Uy!, perdone usted princesa, acontece me han secuestrado contra mi voluntad— un momento, en la arena se han escrito —entro en pánico, ¿cómo es posible que las cosas se hagan solas?—
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Editado: 24.03.2021