Querida Rose

Capítulo 10.

Era un enfermo. Me envió un perro descuartizado con una nota.

 

"Querida Rose, ¿Ves ese perro descuartizado? Así estarás tú si sigues agotando mi paciencia. Te besaste con ese imbécil. ¿Que no sabes que eres de mí propiedad? Yo te hice mí mujer. ¿Y él? ¿Que hizo? ¡Nada! Deberías respetar lo nuestro cariño, no me gusta compartir. Muy pronto nos volveremos a ver, prepárate."

 

Salí a botar la caja y las flores. No iba a estar tranquila así que llamé a Christopher.

 

—Hola princesa.—Me saludo tiernamente.

 

Parecía una quinceañera sonrojandome por esto. Desde que me besó, lo veo distinto.

 

—Hola Chris. ¿Quieres venir a mi casa?—Pregunté rogando porque su respuesta fuera un rotundo sí.

 

—Estoy allí lo más pronto posible, princesa.—Me colgó.

 

Teníamos rato riendo  mi habitación, estabamos en mi cama, me calmaba esto. Aún no le decía... El me miró. Y la risas dejaron de estar presente en el ambiente, se acercó más a mí y me dijo...

 

—Eres tan perfecta, Rose.—Ladeo su cabeza rozando nuestras narices. Su boca quedaba tan cerca de la mía.

 

—No lo... Soy.—Me sonrojé estaba tan nerviosa.

 

—Lo siento Rose, sé que me dijiste que solo amigos pero tú en realidad me encantas. —Acabó con los milímetros de distancia que quedaban y me besó. 

 

El beso se torno más intenso y con ello más caliente, sus besos bajaron hasta mi clavícula a mi cuello y de mi cuello a mi hombro. Suspiraba de placer y en mi vientre yacía la excitación pura, apesar de que apenas me estaba tocando, yo era tan frágil y sencible a su cuerpo, a su tacto, a él.

 

Quité su camisa, acariciando su espalda soltando leves gemidos. Él tomó posesión de mis pechos por encima de mi camisa. ¡Demonios, sus manos eran maravillorasas en mis pechos! Busqué su boca y tome posesión de ella, el se acomodó mucho mejor encima de mí quitando mi camisa. Dejándome en brassier.

 

El besaba mis senos por encima de mi brassier rozandose en  mi intimidad por encima de la ropa  también tomó posesión de sus manos en mi entrepiernamis piernas, Dios... Se sentía tan bien. Gemí fuertemente.

 

—Dime qué paré ahora Rose, porque si no me paras,  luego no podré contenerme a ti.—Me besó ferozmente.

 

—Quiero que me hagas el amor, Christopher. Te deseo tanto, hazme tuya.—Con deseo puro salieron estás palabras de mi boca, besándolo nuevamente con furor e intensidad. Mi mente estaba nublada... 




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