A la mierda la cordura, estamos en el siglo 21, eso significa que existe el sexo casual. Ya no me importó más nada y está vez fui yo quién tomó la iniciativa... Con mis manos tome de su cara y lo besé como si no hubiese un mañana. Éste sonrió en medio de aquel fogoso beso, y prosiguió con su labor. Frotaba mi clítoris suavemente, pero yo no quería eso. Quería sentirlo adentro. Fuerte, duro.
No espere nada y me despegue un poco de éste para bajar un poco a sus pantalones, los desabrochaba. Pude notar su sonrisa, lo toqué. Empezaría con algo simple, la msturbación. Aquel gruñia, y eso me encantaba. Mi lengua tocó su glande lentamente y este jaló mi cabello fuertemente, amaba eso. Bajé un poco más mi lengua a su tronco llenándolo de mi líquido salival. Podía oír sus gruñidos y eso me estimula a más. Lo metí a mi boca chupandolo todo, vaya que me atragantaria. Fui un poco más rápido.
–Mierda Rose.–Jaló mi cabello fuertemente una vez más.
Yo acelere mis movimientos, mientras mis manos se frotaban un poco más abajo de su pene. Él gruñia y jalaba mi cabello incitando a tragarme más su pene. Y eso hice... Seguí así unos 10 minutos así y este dijo estas melodiosas palabras:
–Estoy apunto de venirme.–Susurró.
Y justo allí paré. Me levante y limpié mi boca, le sonreí cínicamente.
–¿Que haces?–Me miró extrañado.
–Esto es para que aprendas a respetarme, Holland.–Camine a la puerta mientras me acomodaba. Se que por un momento se nubló mi mente y quise ceder, pero soy una mujer decente, debía parar.
–No me puedes hacer esto, Rose.–Camino hacía mí tomando mi brazo. Yo me paré en seco, le daba la espalda. Mire arriba de mi hombro y lo vi con su miembro erecto.
–Claro que puedo señor Holland. Ahora, con su permiso.–Me Safe de agarre y salí sonriente a mi pequeña oficina.
–Te ves muy feliz, ¿Algo te hizo el Sr. Holland?–Especuló el idiota de Máximo. No me interesaba seguir su juego.
–Tal ves.–Le guiñe un ojo.
–¿Cómo qué...?–Fue interrumpido.
–¿Algún problema aquí, señores?–Habló el señor Richie, quien salió del ascensor con unos papeles.
–Ninguno señor.–Respondí rápidamente.
Aquel nos miró por unos segundos. Y se fue la oficina de la gerente. Yo me levanté de mi puesto y fui hasta el de Máximo.
Me acerqué a su mesa de trabajo, mostrando de mi escote, mi cara estaba cerca de éste. Mi dedo fue a su clavícula y la levantó. Sonreí.
–Tal ves el señor Holland tiene algo que tu jamás tendrás.–Susurré. Éste miraba embobado mi escote, subió su mirada a mí. Le sonreí mordiendo un poco mi labio.–Tal ves el si sea un hombre de verdad.