Miré como el carruaje salía por la entrada de mi casa y podía sentir como mi corazón palpitaba enloquecido dentro de mi pecho mientras recordaba cada letra escrita en la primera esquela.
“Querido Aldrich:...”
Me volteé y entré a la casa abrazándome el cuerpo con frío.
No estaba segura de lo que podría pasar con ella, dentro de mi cabeza había muchas ideas y miedos, tenia la sensación de estar siendo vigilada en todo momento y no podía quitarme el terror de que fuera padre jugando conmigo.
Al subir a mi habitación lo primero que hice fue sentarme a escribir la carta con la información fresca, necesitaba que Julian la lea lo antes posible y salve a Amatista y a Ruby.
Quedaban pocos días para navidad.
—¿Te encuentras bien?—preguntó Otis desde el otro lado de mesa, inclinado con disimulo mientras esperábamos que padre se presente a la cena. Había llegado pocas horas después que yo y paso su tiempo encerrado en su estudio.
Me mordí el labio con fuerza, pensando en si las palabras de la carta eran correctas, y asentí.
“Por favor entregué esta carta a la dirección adjunta en el segundo papel, le imploro discreción y comprensión.”
¿Podía confiar en Aldrich?. Ni siquiera me había detenido a pensar en ello con detenimiento, él era la única persona que podría enviarle la carta a Julian sin levantar sospechas. Pero ahora lo meditaba y el miedo comenzaba a cerrarse en mi pecho ligado a las inseguridades acerca de la conversación que tuvimos. ¿Y si mintió?¿Si en realidad estaba resentido por mi rechazo?.
Padre apareció minutos después con el bastón en la mano y comenzamos la cena un silencio. No lograba dejar de pensar, en mi cabeza estaba la idea de que el hombre a mi lado nos había secuestrado, que traía personas de manera ilegal a través de barcos cuidado por la mafia y que, de esas personas, las mujeres, eran obligadas a trabajar con mi tía en un burdel también ilegal que protegía la policía.
¿Acaso no tenían vergüenza?¿No había justicia divina para aquellos que arrebataban de esa manera?¿Dónde quedaba Dios en todo esto y por que lo permitía?¿Por qué había personas como ellos?.
—¿Muriel, estas escuchando?.
Alcé la cabeza hacia el hombre a mi lado y lo miré con temor. No podía leerme la mente pero a veces parecía que sí.
—No—susurré avergonzada, jugando con el tenedor en mi plato—, lo siento.
Hubo un silencio en que sentí su mirada en mi como agujas clavándose, pero no alce los ojos de mi plato.
—¿Puedo saber qué pasa por tu cabeza que es mas importante que oírme?—preguntó de repente, irritado.
—Yo…—Empuje un poco de comida por mi plato y solté una mueca amarga por mi falta de hambre.—Me preguntaba si la persona que me enveneno fue tía Gretel.
Silencio.
Al alzar la mirada encontré a Otis y a Silas mirándome con atención con el cubierto cargado de comida a medio camino a su boca. Pero no dije nada, en cambio lancé una mirada a padre y luego la baje a mis manos sobre mi regazo.
Creí que comenzaría a gritarme o que se levantaría furioso para escabullirse en su estudio, parecía tener la intensión de estallar, pero él solo me miró fijamente durante un largo rato, acariciando su mentón con calma, y suspiró.
—No fue intencional—soltó de repente—, Gretel a veces juega con sustancias, toxinas que pueden dañar…
Y al terminar dejo la palabra en el aire cargando aun mas el ambiente entre los cuatro.
Tragué duro y aparté mi plato desconfiada.
—¿Ella le puso el veneno?—preguntó Otis.
Padre lo miró.
—No, fue una de las sirvientas que mezclo todo con malas intensiones, pero tranquilos, que Gretel se encargara de ella.—Se giró y con voz tan sería y calma que me inquietaba, preguntó—¿Eso te deja mas tranquila?.
No.
Deje caer los hombros.
—Si.
Aunque dude que fuera real su palabra, me limité a parecer aliviada y a apartar de mi cabeza la idea de que mi tía pudo haberme envenenado. No podía resolverlo, no había manera de saber si decía la verdad o simplemente inventaba una excusa.
Lo pensaría luego.
—Muy bien—sonrió con los labios apretados y apartó también el plato de su cena sin tocar, enderezándose.—Entonces solo queda pasar la fiesta de navidad y nos iremos.
—¿Nos iremos?—preguntó Silas asombrado, era el único que casi terminaba toda su comida hasta ese momento—¿Dónde?¿Po-por qué?.
Padre le lanzo una mirada molesta y respondió paciente:
—Su hermana se casara, debemos ir a Irlanda para firmar el acta y luego nos iremos a América.
—¿América?—preguntó Otis con los ojos muy abiertos—¿Qué...?¿Por qué América?
Pero yo no dije nada y me quede mirando el mantel con desconfianza. Ya había esa promesa cuando Kwan hablo acerca de la propuesta que mi padre le ofreció antes de arribar a Londres. Esa vez fue mentira. Era una mentira, ¿Por qué nos mentiría a nosotros?.
¿Desconfiaba?¿Sabia algo acerca de mi?¿Y si Aldrich le dijo que fui al burdel?¿Y si mis sospechas recientes eran verdad? acababa de darle a Aldrich una carta con toda la información para meter a padre a la cárcel y estaba segura de que no estaría feliz sabiendo que iba dirigida a un policía.
Me estremecí con temor.
—De eso no debes preocuparte—dijo padre levantándose de su silla y tomando el bastón a su lado. Nos miro de hito en hito.—Mañana por la mañana llegaran los modistas para tomar sus medidas, les recomiendo dormirse temprano. También vendrá tu profesora de etiqueta, Muriel. Prepárate, ella nos acompañara todo el trayecto a Irlanda.
Sin pensarlo incline la cabeza de acuerdo con él y lo seguí hasta que desapareció fuera del salón, recordando las últimas palabras en la esquela de Aldrich.
"Fue un placer conocerlo.
Atentamente, Muriel."
. . .