30 𝔇𝔢 𝔐𝔞𝔯𝔷𝔬.
𝔔𝔲𝔢𝔯𝔦𝔡𝔬 𝔇𝔦𝔞𝔯𝔦𝔬:
Cuando Martha estaba con Gabriel, podía percibir cómo era como novio. Parecía ser lo suficientemente cariñoso como para querer estar siempre a tu lado, al mismo tiempo que protector. Sin embargo, sabía darte espacio suficiente para que pudieras respirar antes de rodearte con sus brazos de nuevo, como si fuera plástico de burbujas y tu algo que podria romperse.
Pero Gabriel era diferente conmigo. Era tan cariñoso y amable que me dolía ver lo atento que era. Siempre asegurándose de que mi vaso de agua no estuviera vacío, colocándome en el mejor lugar en la mesa, protegiéndome del sol y del frío. Incluso pareció sorprender a Rafael, quien lo miraba desde el otro lado del comedor mientras cortaba un trozo de carne para mí.
Rafael se inclinó y le preguntó.
—¿Dónde demonios están tus pelotas, amigo? Ella puede partir su propia carne.
Gabriel lo ignoró y continuó cortando mi comida en pequeños trozos.
No entendía qué le pasaba, hasta que un día, mientras ambos estábamos recostados en mi cama y él pensaba que yo estaba dormida, susurró.
—Tengo miedo de que tú, al igual que todo lo bueno que he tenido, desaparezcas. Por eso te protegeré.
Incluso Gabriel sabía que no podía protegerme de las cosas que yo podía ver y él no, pero eso no le impidió intentarlo.
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Detrás de mis párpados cerrados, podía sentir la luz del día reflejándose en ellos. Quería dejar de pensar en todo: en Thane, en Olivia, en su bebé, en mis padres, en la mamá de Gabriel e incluso en Gabriel.
Pero no podía. Sentía cómo todos mis pensamientos se apelotonaban, como si no quisieran que yo lo hiciera.
—Siente cómo tu cuerpo comienza a sentirse más ligero. No debes sentir nada más que la sensación de que la parte central de tu frente se ilumina. Es tu tercer ojo...
La voz suave de Teo susurrando órdenes no me ayudaba. Solo me daban ganas terribles de reír porque mi mente seguía diciendo que se estaba contradiciendo a sí misma. Y cuando un cuarto suspiro escapó de mis labios, pareció rendirse.
—Ángel, debes poner de tu parte.
Reí.
—¡Lo estoy intentando! Pero no puedo. Llevamos cuatro días haciendo lo mismo —me froté la cara con ambas manos. Gabriel y Rafael estaban recargados en mi buró, sus espaldas musculosas se reflejaban en el espejo detrás de ellos— quizás no puedo ver lo que tú ves. Quizás ese don no se me ha otorgado como pensábamos.
—No, lo tienes. Tienes blanco en tus ojos.
—¿Y si es gris en lugar de blanco? Mi bisabuela paterna tenía ojos grises, tal vez heredé algo de ella.
—No.
Suspiré.
Extendí mis manos para que Gabriel me ayudara a incorporarme. Se levantó de un salto y se acercó velozmente hacia mí.
Sus manos sujetaron las mías y casi me levantó en vilo para ponerme de pie.
Me besó los labios.
—¿Quieres un poco de agua?
Asentí.
Me dejó ir y fue hasta mi mesita de noche, dejando el camino libre para ver a Rafael claramente. Mis ojos recorrieron su figura, sorprendiéndome de lo hermoso que se veía. La sonrisa desapareció de mis labios con cada paso que me acercaba al incómodo Rafael.
—Gabriel, tu novia me está mirando como si quisiera devorarme.
Teo se acercó hasta quedar a mi lado, junto a mi amigo, quien ahora me miraba como si yo fuera el lobo y él la oveja.
Me detuve tan cerca que podía oler su colonia, extendí mi mano hasta casi tocar su mejilla, aunque en realidad no quería tocarlo.
—Está viendo tu aura.
—A mí me parece que está viendo mi cuerpo desnudo —la especie de niebla se quebró cuando intenté tocarla—, es la misma mirada que todas las chicas ponen cuando me ven así... ¡Mira, hasta sus ojos parecen brillar!
—Es porque están brillando —dijo Teo—, cuando ve a un muerto, el azul brilla, cuando ve a un demonio, brilla violeta. Ahora lo hace blanco porque está viendo tu aura.
—¿Y el rojo qué significa?
Gabriel empujó a su amigo fuera de mi vista y mis ojos se posaron en él. Una bruma comenzó a salir de Gabriel de inmediato.
—Significa que este idiota de mi futuro difunto amigo está sintiendo lujuria por ti, y si no controla eso, la próxima vez que lo veas será en su espíritu.
Rafael levantó las palmas, como si le apuntara directamente a la cabeza con su arma.
Pero volví mi atención a Gabriel.
Teo explicó.
—En realidad, eso es incorrecto. El aura roja de Rafael significa: fuerza, valor, seguridad.
Incliné la cabeza.
—Por eso también la veo en Gabriel —le sonreí, pues me parecía fascinante—, ahora está cambiando a rosa. ¿Qué significa?
—Paz, cuidado, cariño... Amor —la última palabra hizo que Gabriel pareciera incómodo. Fue interesante ver cómo su aura volvía a cambiar a un tono azul—, este color indica que la persona está intentando protegerse. Significa: independencia, libertad, verdad. Gabriel está tratando de controlar sus emociones.
Parpadeé e intenté dejar de mirar, pero resultaba adictivo. Mis ojos parecían tener vida propia, y cada vez que parpadeaba, mi atención volvía al aura de Gabriel.
Miré a Teo, cuya aura era blanca, pero titilaba ligeramente con tonos plateados.
—El plateado significa que estoy viendo a un ángel, que estoy usando mi don. También simboliza protección espiritual, arcángeles y dones especiales. El blanco representa pureza, pensamientos divinos, santidad e intenciones positivas —me señaló—. Tú tienes blanco, amarillo y violeta. En resumen, eres alguien de buen corazón, con fuerza de voluntad, mente fuerte e inteligente.
Alcé mis manos para intentar ver mi aura, pero no veía nada.
—No veo nada.
—Es porque aún estás un poco débil en este camino, pero la primera vez que te vi, tenías un arcoíris a tu alrededor.
—¿Eso es algo malo?
Teo sonrió a Gabriel, para después tomar su celular de donde lo dejó en mi cama. Movió sus dedos por la pantalla para después mostrarle algo a Gabriel, luego me la mostró a mi.
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Editado: 10.11.2024